Jorge Lara: la vida de encarnar las luchas paternas y hacerse como espíritu libre
Aunque creció entre políticos, Jorge Andrés Lara, el segundo hijo del exministro Rodrigo Lara Bonilla, escogió otro camino. Dedicó su vida, que terminó de manera prematura esta semana, a las artes audiovisuales, a denunciar la injusticia y, también, a viajar.
Daniela Cristancho Serrano
El día que su padre se posesionó como ministro de Justicia, Jorge Lara buscaba dónde sentarse. Estaba cansado y decidió que el suelo sería el asiento ideal, lo cual, en medio de una situación protocolaria, suscitó los regaños de su madre, Nancy Restrepo. Así que Lara, de seis años de edad, buscó un lugar diferente para descansar y encontró uno perfecto: la silla presidencial, que en ese momento debía ser ocupada por Belisario Betancur. La fotografía en blanco y negro del pequeño, sentado en el lugar del presidente, captura también su esencia: la de alguien que logró vivir libre.
El 9 de marzo de 2022, falleció a los 43 años Jorge Andrés Lara Restrepo, el segundo hijo del exministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, producto de una afectación bacteriana. Se encontraba en París para visitar a su madre, en camino a Alemania, donde daría una de sus conferencias centradas en paz y reconciliación, dos temáticas que marcaron su trayectoria de vida.
La herencia de su padre: el sentido de justicia
A los cinco años, su padre, Rodrigo Lara Bonilla, en ese entonces ministro de Justicia, lo llevó a conocer una cárcel. La experiencia lo habría marcado profundamente, pues cuatro décadas después, Jorge Lara continuaba yendo a recintos carcelarios a trabajar con las poblaciones privadas de la libertad. En sus redes sociales, compartió dos imágenes: una fotografía de su padre en la cárcel de la Isla Gorgona y otra de él en la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, Bolivia. Afirmó que había ideas y valores que se debían inculcar desde la niñez.
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A diferencia de su padre, de su hermano, el senador Rodrigo Lara Restrepo, de su medio hermano, Rodrigo Lara Sánchez, exalcalde de Neiva, y de su tía, exgobernadora del Huila, Jorge Lara no se encaminó en la política, o no lo hizo en el sentido tradicional, aspirando a un cargo de elección popular. Se dedicó a las artes audiovisuales, las cuales utilizó muchas veces como plataforma para denunciar temas de alcance político. Al igual que su padre, o quizás en razón de su asesinato, denunció pública y constantemente el narcotráfico. “No pasa una semana sin que seamos noticia internacional por temas de narcotráfico. Las cantidades incautadas se multiplican por toneladas. Toca ponerle frente a la temática del narcotráfico desde todos los ángulos: salud, justicia, apoyo social, prevención, entre otros”, expresó recientemente.
Sus palabras contra el tráfico de estupefacientes tuvieron acogida internacional, especialmente en Francia, donde se radicó con su familia durante años. Habló sobre la situación en Colombia en el senado francés y expresó su preocupación con respecto a la mafia en el medio de comunicación Le Parisien. El libro de Carolina Sporea Godvin, Rêver et Grandir Ensemble (Soñar y crecer juntos), cuenta sus batallas por un mundo más pacífico. “Él encarna la lucha por la paz, la reconciliación y el perdón en su país, Colombia”, narra la autora. En vida, Lara Restrepo afirmó que aquel libro “solo me empuja a seguir denunciando el narco-Estado. Gracias, Francia”.
Aquel país europeo fue uno de muchos que acogieron a la familia Lara en los años ochenta. Unos meses después de que Jorge Lara se sentara en la silla del presidente y de que Rodrigo Lara Bonilla se posesionara a la cabeza de la cartera de Justicia, este último fue asesinado por sicarios, que respondían a las órdenes del cartel de Medellín. “Tras el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, a inicios del mes de junio de 1984, el gobierno del torcido Belisario Betancur nos sacó del país, para iniciar lo que fueron más de 20 años de exilio”, contó el cineasta en redes sociales. “Este fue el primer lugar de varios por donde nos tocó escondernos”, afirmó haciendo referencia a Madrid. Nancy Restrepo, la viuda de Lara Bonilla, y sus tres hijos vivieron en la capital de España, en Berna, Suiza y en París. Jorge y Rodrigo vivieron una temporada en Inglaterra también, con el propósito de disciplinar al primero y que ambos se apropiaran del inglés.
En una entrevista publicada en este diario, afirmó que sentía que él y su familia habían sido unos abandonados por el Estado. “Nunca hubo un acompañamiento psicológico ni económico, y no mostraron ningún tipo de interés frente a nosotros. Teníamos unas becas que normalmente eran vitalicias, pero duraron como cuatro años y nos las quitaron. Esto ocurrió cuando estábamos en Suiza, mi madre no pudo pagar más las escuelas privadas, porque dejó de recibir ayuda del Estado, y entramos al sistema público”.
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Más adelante, en la capital francesa, estudió administración de empresas. Regresó a Colombia en el 2009 y se dedicó a diferentes proyectos audiovisuales: desde videos musicales, como Nuestra Canción, de Monsieur Periné, y Mala es, de Legarda, hasta documentales sobre los cultivos de la hoja de coca en el Putumayo. Trabajó, también, en RTVC. En compañía de Gustavo Solis-Moya y con el apoyo de entidades como Amnistía Internacional, desarrolló el trabajo documental Lara por Lara, crónica de un presidente anunciado. En este, se escuchan las palabras de su padre durante un debate en el senado, el 7 de octubre de 1982: “Cuánto daño le causa al país este fenómeno de la impunidad, es un multiplicador de la violencia, el más grave de todos los problemas de la sociedad colombiana”. Los hechos en relación con su asesinato nunca han sido esclarecidos en su totalidad, debido a las amenazas que han recibido algunos jueces involucrados en el proceso y, de acuerdo con su familia, para él siempre primó el afán de buscar la verdad sobre el fallecimiento de su padre.
Quizás, Jorge Lara no obtuvo todas las respuestas que buscaba sobre la prematura muerte de su padre, pero sí logró encontrar paz dentro de sí mismo con respecto a esta. En el 2008, los hijos de Luis Carlos Galán, también asesinado por orden de Pablo Escobar, se reunieron con Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante. Al encuentro también asistieron los hermanos de Jorge, pero él se resistió. “En mi interior aún había una batalla moral. La primera paz que hay que encontrar está dentro de cada uno de nosotros”, dijo años después en Cartagena, en una conversación con jóvenes y con su ahora amigo, Juan Pablo Escobar, según lo documentó El Tiempo. Más de una década después de aquel primer intento de reconciliación, Jorge y Juan Pablo visitaron al papa Francisco. Sus fotografías abrazados le han dado la vuelta al mundo, al igual que las charlas que han dado juntos.
Habiendo entendido su gusto por la oratoria e identificado la necesidad de reconciliación en Colombia, Lara también se dedicó, en solitario, a la realización de conferencias de paz a escala nacional e internacional. Estuvo en cárceles, sedes educativas, en los barrios y zonas caracterizadas por el conflicto armado. “He estado con la gente que necesita escuchar un mensaje de paz y perdón, para que entiendan que sí es viable construir. Es como hacer una revolución de las cosas pequeñas”, aseguró.
Espíritu libre
De sus días en París se quedó con un recordatorio: un gato que encontró en el ferrocarril abandonado. Lo llamó Ravel. Vivieron juntos en la ciudad de las luces y luego, cuando regresó a su tierra natal, lo trajo con él. Ravel, negro y de ojos verdes, fue una de sus grandes compañías. Se entendían bien: Lara le hablaba y Ravel le entendía. “Hazte el muerto”, le indicaba y el gato se quedaba inmóvil. El día que, en efecto, Ravel falleció, su gran amigo lo enterró al pie de un árbol, en una finca en Aipe, Huila, donde los Lara Bonilla cultivaban arroz.
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Pero Ravel no fue el único animal que lo acompañó en sus travesías. En su vida también fueron protagónicas María Natas y Milla Jovovich, dos perras que adoptó y que llevó consigo a lo largo y ancho del país. Apasionado por viajar y conocer, Lara desarrolló The Jaimes Project, un proyecto de vida, que giraba entorno a ser un nómada digital. Se compró una camioneta T5 camper, que bautizó Jaimes, y cubrió toda su superficie con un graffiti, cuya estrella principal era la mascota Milla Jovovich en tonos morados. Con su vehículo, Milla y, eventualmente, con María Natas, Lara tomó las carreteras que lo llevaron desde el páramo de Guacheneque hasta la bahía de Taganga.
Aunque estuvo casado en algún momento, nunca tuvo hijos. Y aún siendo un alma independiente, fue un hombre de familia, que veló por el bienestar de su madre, a quien visitaba en Francia, sus tías, primos y hermanos.
Cuando murió su padre, el 30 de abril de 1984, Jorge Lara entró en shock postraumático, no se podía mover. En entrevista con este diario, afirmó que su personalidad y carácter, al igual que las de sus hermanos, estuvo marcada por aquel día. “Hizo que cada uno de nosotros tomáramos nuestras rutas. Gracias a Dios, nuestra madre siempre nos dijo: hagan lo que quieran, pero háganlo bien hecho y que les salga de adentro. Eso nos permitió sacar nuestra esencia”, aseguró. Y eso fue lo que hizo: encontró una plataforma para denunciar la mafia que aún prevalece en Colombia y, también, una forma de vivir de acuerdo a sus propias reglas: libre.
El día que su padre se posesionó como ministro de Justicia, Jorge Lara buscaba dónde sentarse. Estaba cansado y decidió que el suelo sería el asiento ideal, lo cual, en medio de una situación protocolaria, suscitó los regaños de su madre, Nancy Restrepo. Así que Lara, de seis años de edad, buscó un lugar diferente para descansar y encontró uno perfecto: la silla presidencial, que en ese momento debía ser ocupada por Belisario Betancur. La fotografía en blanco y negro del pequeño, sentado en el lugar del presidente, captura también su esencia: la de alguien que logró vivir libre.
El 9 de marzo de 2022, falleció a los 43 años Jorge Andrés Lara Restrepo, el segundo hijo del exministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, producto de una afectación bacteriana. Se encontraba en París para visitar a su madre, en camino a Alemania, donde daría una de sus conferencias centradas en paz y reconciliación, dos temáticas que marcaron su trayectoria de vida.
La herencia de su padre: el sentido de justicia
A los cinco años, su padre, Rodrigo Lara Bonilla, en ese entonces ministro de Justicia, lo llevó a conocer una cárcel. La experiencia lo habría marcado profundamente, pues cuatro décadas después, Jorge Lara continuaba yendo a recintos carcelarios a trabajar con las poblaciones privadas de la libertad. En sus redes sociales, compartió dos imágenes: una fotografía de su padre en la cárcel de la Isla Gorgona y otra de él en la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, Bolivia. Afirmó que había ideas y valores que se debían inculcar desde la niñez.
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A diferencia de su padre, de su hermano, el senador Rodrigo Lara Restrepo, de su medio hermano, Rodrigo Lara Sánchez, exalcalde de Neiva, y de su tía, exgobernadora del Huila, Jorge Lara no se encaminó en la política, o no lo hizo en el sentido tradicional, aspirando a un cargo de elección popular. Se dedicó a las artes audiovisuales, las cuales utilizó muchas veces como plataforma para denunciar temas de alcance político. Al igual que su padre, o quizás en razón de su asesinato, denunció pública y constantemente el narcotráfico. “No pasa una semana sin que seamos noticia internacional por temas de narcotráfico. Las cantidades incautadas se multiplican por toneladas. Toca ponerle frente a la temática del narcotráfico desde todos los ángulos: salud, justicia, apoyo social, prevención, entre otros”, expresó recientemente.
Sus palabras contra el tráfico de estupefacientes tuvieron acogida internacional, especialmente en Francia, donde se radicó con su familia durante años. Habló sobre la situación en Colombia en el senado francés y expresó su preocupación con respecto a la mafia en el medio de comunicación Le Parisien. El libro de Carolina Sporea Godvin, Rêver et Grandir Ensemble (Soñar y crecer juntos), cuenta sus batallas por un mundo más pacífico. “Él encarna la lucha por la paz, la reconciliación y el perdón en su país, Colombia”, narra la autora. En vida, Lara Restrepo afirmó que aquel libro “solo me empuja a seguir denunciando el narco-Estado. Gracias, Francia”.
Aquel país europeo fue uno de muchos que acogieron a la familia Lara en los años ochenta. Unos meses después de que Jorge Lara se sentara en la silla del presidente y de que Rodrigo Lara Bonilla se posesionara a la cabeza de la cartera de Justicia, este último fue asesinado por sicarios, que respondían a las órdenes del cartel de Medellín. “Tras el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, a inicios del mes de junio de 1984, el gobierno del torcido Belisario Betancur nos sacó del país, para iniciar lo que fueron más de 20 años de exilio”, contó el cineasta en redes sociales. “Este fue el primer lugar de varios por donde nos tocó escondernos”, afirmó haciendo referencia a Madrid. Nancy Restrepo, la viuda de Lara Bonilla, y sus tres hijos vivieron en la capital de España, en Berna, Suiza y en París. Jorge y Rodrigo vivieron una temporada en Inglaterra también, con el propósito de disciplinar al primero y que ambos se apropiaran del inglés.
En una entrevista publicada en este diario, afirmó que sentía que él y su familia habían sido unos abandonados por el Estado. “Nunca hubo un acompañamiento psicológico ni económico, y no mostraron ningún tipo de interés frente a nosotros. Teníamos unas becas que normalmente eran vitalicias, pero duraron como cuatro años y nos las quitaron. Esto ocurrió cuando estábamos en Suiza, mi madre no pudo pagar más las escuelas privadas, porque dejó de recibir ayuda del Estado, y entramos al sistema público”.
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Más adelante, en la capital francesa, estudió administración de empresas. Regresó a Colombia en el 2009 y se dedicó a diferentes proyectos audiovisuales: desde videos musicales, como Nuestra Canción, de Monsieur Periné, y Mala es, de Legarda, hasta documentales sobre los cultivos de la hoja de coca en el Putumayo. Trabajó, también, en RTVC. En compañía de Gustavo Solis-Moya y con el apoyo de entidades como Amnistía Internacional, desarrolló el trabajo documental Lara por Lara, crónica de un presidente anunciado. En este, se escuchan las palabras de su padre durante un debate en el senado, el 7 de octubre de 1982: “Cuánto daño le causa al país este fenómeno de la impunidad, es un multiplicador de la violencia, el más grave de todos los problemas de la sociedad colombiana”. Los hechos en relación con su asesinato nunca han sido esclarecidos en su totalidad, debido a las amenazas que han recibido algunos jueces involucrados en el proceso y, de acuerdo con su familia, para él siempre primó el afán de buscar la verdad sobre el fallecimiento de su padre.
Quizás, Jorge Lara no obtuvo todas las respuestas que buscaba sobre la prematura muerte de su padre, pero sí logró encontrar paz dentro de sí mismo con respecto a esta. En el 2008, los hijos de Luis Carlos Galán, también asesinado por orden de Pablo Escobar, se reunieron con Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante. Al encuentro también asistieron los hermanos de Jorge, pero él se resistió. “En mi interior aún había una batalla moral. La primera paz que hay que encontrar está dentro de cada uno de nosotros”, dijo años después en Cartagena, en una conversación con jóvenes y con su ahora amigo, Juan Pablo Escobar, según lo documentó El Tiempo. Más de una década después de aquel primer intento de reconciliación, Jorge y Juan Pablo visitaron al papa Francisco. Sus fotografías abrazados le han dado la vuelta al mundo, al igual que las charlas que han dado juntos.
Habiendo entendido su gusto por la oratoria e identificado la necesidad de reconciliación en Colombia, Lara también se dedicó, en solitario, a la realización de conferencias de paz a escala nacional e internacional. Estuvo en cárceles, sedes educativas, en los barrios y zonas caracterizadas por el conflicto armado. “He estado con la gente que necesita escuchar un mensaje de paz y perdón, para que entiendan que sí es viable construir. Es como hacer una revolución de las cosas pequeñas”, aseguró.
Espíritu libre
De sus días en París se quedó con un recordatorio: un gato que encontró en el ferrocarril abandonado. Lo llamó Ravel. Vivieron juntos en la ciudad de las luces y luego, cuando regresó a su tierra natal, lo trajo con él. Ravel, negro y de ojos verdes, fue una de sus grandes compañías. Se entendían bien: Lara le hablaba y Ravel le entendía. “Hazte el muerto”, le indicaba y el gato se quedaba inmóvil. El día que, en efecto, Ravel falleció, su gran amigo lo enterró al pie de un árbol, en una finca en Aipe, Huila, donde los Lara Bonilla cultivaban arroz.
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Pero Ravel no fue el único animal que lo acompañó en sus travesías. En su vida también fueron protagónicas María Natas y Milla Jovovich, dos perras que adoptó y que llevó consigo a lo largo y ancho del país. Apasionado por viajar y conocer, Lara desarrolló The Jaimes Project, un proyecto de vida, que giraba entorno a ser un nómada digital. Se compró una camioneta T5 camper, que bautizó Jaimes, y cubrió toda su superficie con un graffiti, cuya estrella principal era la mascota Milla Jovovich en tonos morados. Con su vehículo, Milla y, eventualmente, con María Natas, Lara tomó las carreteras que lo llevaron desde el páramo de Guacheneque hasta la bahía de Taganga.
Aunque estuvo casado en algún momento, nunca tuvo hijos. Y aún siendo un alma independiente, fue un hombre de familia, que veló por el bienestar de su madre, a quien visitaba en Francia, sus tías, primos y hermanos.
Cuando murió su padre, el 30 de abril de 1984, Jorge Lara entró en shock postraumático, no se podía mover. En entrevista con este diario, afirmó que su personalidad y carácter, al igual que las de sus hermanos, estuvo marcada por aquel día. “Hizo que cada uno de nosotros tomáramos nuestras rutas. Gracias a Dios, nuestra madre siempre nos dijo: hagan lo que quieran, pero háganlo bien hecho y que les salga de adentro. Eso nos permitió sacar nuestra esencia”, aseguró. Y eso fue lo que hizo: encontró una plataforma para denunciar la mafia que aún prevalece en Colombia y, también, una forma de vivir de acuerdo a sus propias reglas: libre.