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“In the middle of god - Part II” versa sobre un hombre que decide viajar al limbo con el fin de disfrutar de los placeres del infierno y del cielo. En su anterior cortometraje, “Videl”, también incluyó el infierno. ¿De dónde surgió ese interés suyo por lo sobrenatural?
No solo por lo sobrenatural, sino también por lo fantástico o mágico. Creo que, debido a nuestra cultura, tendemos a pensar en mitos y leyendas (en que la vida tiene un poco de magia). Empecé a explorar qué tipo de fantasía podía contar, cuál era la que me interesaba y hallé una hermosa. Recuerdo que vi cómo el Bosco mostraba el cielo y el infierno en el cuadro El jardín de las delicias y pensé en que me encantaría mostrarlo así desde mi propio punto de vista (a mí me gustar hacer fantasía, sacar a la gente, un poco, de la realidad). Me di cuenta de que el cielo y el infierno eran universos gigantes y preciosos para mostrar (me encantan como metáfora), así que decidí que quería irme por ahí.
¿Cómo cree que este tipo de temáticas benefician a los espectadores en cuanto a imaginación y creatividad?
A mí me gusta responder preguntas que son difíciles, por ejemplo, la pregunta existencial que tenemos los seres humanos sobre qué pasa después de la vida (un temor que tenemos todos). Cuando estábamos haciendo In the middle of god me preguntaba sobre qué pasaría si no estuviéramos destinados a que fuera un ente externo quien elija si vamos para el cielo o el infierno, qué tal si nosotros pudiéramos decidir cuándo llegamos al limbo (creo que tendríamos menos temor a la muerte), cómo nos tentarían esos universos, qué nos dirían cada uno de ellos para convencernos. A partir de ahí nació todo ese concepto, desde una forma fantástica, de cómo sería de diferente la muerte.
En este cortometraje existe una tercera opción, no solo el bien o el mal. ¿Por qué piensa que a veces creemos que solo hay dos opciones posibles en la vida?
Antes de empezar una nueva producción nosotros pensamos en el concepto que queremos mostrar (con lo que nos gustaría que la gente se quede). Normalmente, esa dicotomía entre el bien y el mal es una mentira, hay una gama de grises que son de donde en realidad nosotros tomamos las decisiones, aunque la gente no lo quiera ver. Por eso pensé en cómo escoger ese universo fantástico, empaquetarlo y mostrarles a las personas que las decisiones no son buenas ni malas en su totalidad, porque existe esa gama que mencionaba, en donde tomamos las decisiones y a veces encontramos muchas mejores opciones (si dejamos de pensar en que son tan opuestos). A veces te dan dos opciones, pero la vida por lo general no es así, hay miles de posibilidades y al explorarlas uno encuentra, como te digo, una opción que puede ser mejor que las otras. Nosotros queríamos mostrar eso en In the middle of god: que no es cierto que solo puedes elegir entre blanco o negro, entre bien o mal (siempre podemos tomar una decisión diferente).
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Usted escribió, dirigió, produjo e incluso actuó en esta película. Hablemos un poco sobre esa experiencia de desempeñar tantos roles al mismo tiempo.
La verdad es algo muy complejo, pero tengo que admitirte que me gusta mucho controlar mis producciones. Aunque tenemos un equipo, personas que nos ayudan, “intento estar muy al pie” (si ves la producción de In the middle of god, te das cuenta de que esos planos del limbo son simétricos, aparentando casi un cuadro). Cuando quieres tener cierta cantidad de control es muy importante ejercer diferentes roles. Sin embargo, en este cortometraje tuvimos un set multicultural que nos ayudaba a ver una perspectiva diferente, por ejemplo, cuando hablamos de religión quería traer algo que no estuviera dirigido solo para una, sino para todas, porque hay muchas. Es complejo, pero muy interesante trabajar en varios roles que te permitan que la película refleje tu visión.
¿Y por qué esa necesidad de control?
Cuando estudiaba decía: “Debe ser un sueño ser un director de cine”, porque a cada individuo al que le contamos una historia se imagina algo distinto, pero el director de cine es la única persona que puede mostrar al mundo lo que tiene en la cabeza cuando lo contó. En esta producción se necesitaba más control (y también la sentía muy personal), pero en otras, como Videl y The Last Responders, he podido ceder un poco más.
Pero también la historia puede ser enriquecida a través de otros puntos de vista…
Sí, por supuesto. Por eso, siempre me ha encantado la multiculturalidad del set, porque puedo tener un punto de vista que viene desde mis raíces, y llegar una persona, por ejemplo, de India, Inglaterra y Taiwán y decirme: “Pero yo veo esto así”. Entonces, uno comienza a crear un universo no solo desde su propia perspectiva, sino tomando en cuenta muchas culturas (creo que eso es lo que hace que mis películas gusten en festivales de todo el mundo y no solo de Latinoamérica).
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Esta película tiene pocos diálogos, se construye más que todo apoyándose de lo visual y de la música. Hablemos un poco sobre la música como una herramienta narrativa.
Fue muy interesante, porque sentí que era muy musical este universo que creé y que había unas canciones en específico que debían estar. Entonces, por ejemplo, yo necesitaba que en el cortometraje estuviera presente la canción Blue de Da Ba Dee —que ha estado en película de Marvel—, y no quería que la película saliera sin ella. La licencia era imposible conseguirla, pero la productora Silvana Barahona se puso en la tarea de buscar la forma de llegar a las disqueras para que nos dieran la autorización. Entonces, como te decía, controlo mucho la producción, pero hay gente que nos ayuda y hace que todo sea posible.
Hace varios años realizó la primera parte de este cortometraje. ¿Para qué hacer una segunda parte?
La primera parte fue un proyecto muy pequeño, que sirvió más que todo como un concepto. Cuando lo hicimos no quise mostrarlo al púbico, porque no era una producción que diera para eso. Entonces, lo que hicimos con la segunda parte es retomar un poco el concepto y hacer una película que, en verdad, se pudiera mostrar al mundo.
¿Y cómo surgió ese interés suyo por los cortometrajes?
A mí siempre me ha apasionado contar historias. No se trata solo de hacer una película, contar una historia (y se acabó), sino que todo eso tiene un trasfondo gigante. Para mí, hacer una producción siempre ha sido un medio de comunicación para mostrar no solo lo que está en tu cabeza, sino una filosofía de vida que uno puede enseñarle a la gente. Estamos buscando la forma de que el otro año empecemos a hacer largometrajes, pero manteniendo ese tinte fantástico. Al final, se trata de mi obsesión por contar historias (sean largas o cortas), se trata de mostrar una filosofía de vida y lo que tengo en mi cabeza como director.
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¿Y por qué le gusta contar historias?
Porque tienen enseñanzas muy bonitas. Mi historia con el cine comienza en un campamento del colegio, pues nos pusieron a ver la película 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick; todo el mundo se fue, pero me quedé viéndola, no me podía parar porque me estaban contando algo tan profundo, que no entendía, pero que quería seguir viendo porque sabía que debajo de la historia había algo muy interesante (desde ahí me enamoré del cine). A partir de ahí nacieron las ganas de contar historias no solo de principio a fin, sino todo lo que hay detrás de eso: enseñar a la gente en cuanto a filosofía y mostrar una visión de vida.
¿Qué le ha enseñado el cine?
El cine me ha enseñado muchas cosas: que es un medio muy poderoso al que hay que tenerle respeto, que hacer una película es muy difícil, pero siempre se puede encontrar la forma de hacerla. Cuando estaba en la universidad aprendí a hacer películas de una forma muy recursiva, pero cuando llegué a Nueva York, me di cuenta de que la gente no lo era, entonces tomé todo lo que había aprendido en Colombia y empecé a hacer muchas producciones de alta calidad, pero a partir de la recursividad (buscando la solución). Entonces, creo que el cine me ha enseñado eso: recursividad y ha alimentado mi pasión hacia él (toda mi vida gira alrededor del cine).
¿Y por qué reside en Nueva York?
Porque está ciudad al igual que Los Ángeles son la meca del cine; allá aprendes de los mejores y todas las películas que se hacen van para el mundo (siempre tuve claro que eran en esos dos lugares en donde podía hacer grandes producciones). Cuando me gradué de la universidad, me fui becado a estudiar a Nueva York, pero después dije: “Me quiero quedar acá porque es en donde podemos hacer películas que tengan impacto mundial”.
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Se podría decir que en los últimos años el cortometraje como formato ha ido ganando adeptos y espacio en el cine. ¿Qué cree que ha permitido que esto sea posible?
Pienso que lo más importante es la disposición de la gente para sentarse en una sala de cine. Hoy en día las personas prefieren ver TikToks (videos de 15 segundos), entonces te das cuenta de que los espectadores están con sus celulares cuando ven una película, porque en la actualidad es limitado el tiempo de atención que tenemos (hoy en día lo pensamos mucho antes de ir al cine a ver una película de cuatro horas, en especial los jóvenes). Formatos que antes era considerados como pequeños o inválidos, que no eran tan funcionales, se vuelven mucho más funcionales ahora que la gente no tiene tanto tiempo para prestar atención (entonces, si les ofreces una buena historia, con un bueno contenido, que dure 10 minutos, se sientan tranquilos a verla). Pienso que el cortometraje ha ganado espacio porque todo se ha vuelto instantáneo; hoy en día no tenemos mucho tiempo y contamos con varias distracciones. Los formatos se tienen que adaptar a las nuevas generaciones (¿cómo hacemos para que una película pueda transmitirse sin que la gente se aburra, manteniendo su atención?, eso es lo más complicado).
En esta película se formula la siguiente pregunta: ¿Cuál es el secreto de la inmortalidad?
Primero, empezar a ver las cosas desde una perspectiva diferente, no dejarnos regir tanto por cómo la sociedad busca que seamos. Al final, la inmortalidad consiste en pensar fuera de la caja y, para mí, se trata de dejar un legado a través de mis películas (busco que no sean ni blancas ni negras, ni el bien ni el mal, sino que sean distintas a las que se han visto).