Joséphine Baker, símbolo de una Francia universal, entra en el Panteón
Joséphine Baker se convirtió este martes en la sexta mujer en formar parte de los franceses ilustres que reposan en el Panteón de París, en una ceremonia encabezada por el presidente del país, Emmanuel Macron, que alabó su universalismo, símbolo de una Francia que “es grande cuando no tiene miedo”.
María D. Valderrama - EFE
Nacida en Estados Unidos en 1906, pero convertida por su carrera como bailarina en un emblema del París de los Locos Años 20, Baker es además la primera mujer negra que entra en el Panteón, templo laico y mausoleo dedicado a la memoria de los “hombres ilustres de la patria”.
“Poseía una idea particular del ser humano y militaba por la libertad de cada uno. Su causa era el universalismo, la unidad del género humano, la igualdad de todos antes que la identidad de cada cual (...) No era un combate sobre la irreductibilidad de la causa negra, sino el de ser una ciudadana libre, digna”, destacó Macron.
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El presidente pronunció su discurso en presencia de unos 2.000 asistentes (mil fuera del edificio y otros mil dentro), entre ellos los hijos adoptivos de la artista y un emocionado Alberto II de Mónaco, cuya madre, Grace Kelly, fue amiga personal y aliada de Baker en los momentos difíciles, como cuando siendo ya famosa en Francia le rechazaron la entrada en hoteles y bares de Estados Unidos.
De hecho, los restos de Baker seguirán reposando en Mónaco, junto a su último marido y uno de sus hijos, por deseo expreso de la familia. Allí fue enterrada en 1975, tras haber pasado los últimos años de su vida bajo el cobijo de la princesa de Mónaco. El Panteón acogerá tan solo un sepulcro simbólico.
Emblema de la Francia universal
El acto estuvo cargado de mensajes políticos, en un momento en el que en Francia algunos vuelven a agitar la bandera del miedo y de la identidad.
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No fue casualidad que el tertuliano y escritor Éric Zemmour, una de las voces más fuertes de la extrema derecha mediática en Francia, confirmara este martes su candidatura a la presidencia, presentándose como un salvador de la Francia que, según él, está “a punto de desaparecer”, coincidiendo con el homenaje a Baker.
Macron pareció responder a Zemmour cuando dijo este martes: “Mi Francia, es Joséphine”.
“Joséphine Baker entra aquí con todos los que eligieron Francia”, añadió tras haber defendido que tomó “en cada giro de la historia la decisión justa, distinguiendo siempre la luz de las tinieblas”.
Baker se despidió de los escenarios en 1975 tras celebrar los 50 años de su primera actuación en Francia, cuando, vestida con un cinturón de plátanos y medio desnuda, se convirtió en la niña bonita de un París que adoraba su risa, su desparpajo y una libertad que se transmitía en bailes nunca antes vistos en el país.
Hoy, más que sus espectáculos, Francia celebraba a la resistente, la que habló en Washington junto a Martin Luther King en 1963 cuando pronunció su célebre “Tengo un sueño” y la que se declaró dispuesta a morir por Francia, país del que obtuvo la nacionalidad en 1937, mientras Estados Unidos seguía sumido en el segregacionismo.
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Debido a las deudas, en 1969 fue expulsada del castillo Milandes, en la Dordoña, donde había llevado a cabo buena parte de su actividad en la Resistencia frente a los nazis, pasando mensajes ocultos en sus partituras y dando dinero a la causa, pese al riesgo de ser arrestada por los alemanes.
Grace Kelly le dio entonces refugio en Mónaco junto a sus doce hijos, adoptados de los cinco continentes, aunque Baker murió en París, días después de la conmoción emocional que supuso para ella volver a subirse al escenario en la ciudad donde más brilló.
A la misa, en la Iglesia de la Madeleine, acudieron entonces miles de personas, entre ellas la actriz Sophia Lauren y la princesa Grace Kelly, que la había acogido en Mónaco, donde Baker fue enterrada.
El del Panteón no será el único evento que Baker reciba hoy: en Nueva York, el Empire State Building se iluminará con los colores de la bandera francesa para honrar la memoria de la diva, que se fue de su país para huir de la servidumbre, la discriminación y la pobreza.
Nacida en Estados Unidos en 1906, pero convertida por su carrera como bailarina en un emblema del París de los Locos Años 20, Baker es además la primera mujer negra que entra en el Panteón, templo laico y mausoleo dedicado a la memoria de los “hombres ilustres de la patria”.
“Poseía una idea particular del ser humano y militaba por la libertad de cada uno. Su causa era el universalismo, la unidad del género humano, la igualdad de todos antes que la identidad de cada cual (...) No era un combate sobre la irreductibilidad de la causa negra, sino el de ser una ciudadana libre, digna”, destacó Macron.
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El presidente pronunció su discurso en presencia de unos 2.000 asistentes (mil fuera del edificio y otros mil dentro), entre ellos los hijos adoptivos de la artista y un emocionado Alberto II de Mónaco, cuya madre, Grace Kelly, fue amiga personal y aliada de Baker en los momentos difíciles, como cuando siendo ya famosa en Francia le rechazaron la entrada en hoteles y bares de Estados Unidos.
De hecho, los restos de Baker seguirán reposando en Mónaco, junto a su último marido y uno de sus hijos, por deseo expreso de la familia. Allí fue enterrada en 1975, tras haber pasado los últimos años de su vida bajo el cobijo de la princesa de Mónaco. El Panteón acogerá tan solo un sepulcro simbólico.
Emblema de la Francia universal
El acto estuvo cargado de mensajes políticos, en un momento en el que en Francia algunos vuelven a agitar la bandera del miedo y de la identidad.
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No fue casualidad que el tertuliano y escritor Éric Zemmour, una de las voces más fuertes de la extrema derecha mediática en Francia, confirmara este martes su candidatura a la presidencia, presentándose como un salvador de la Francia que, según él, está “a punto de desaparecer”, coincidiendo con el homenaje a Baker.
Macron pareció responder a Zemmour cuando dijo este martes: “Mi Francia, es Joséphine”.
“Joséphine Baker entra aquí con todos los que eligieron Francia”, añadió tras haber defendido que tomó “en cada giro de la historia la decisión justa, distinguiendo siempre la luz de las tinieblas”.
Baker se despidió de los escenarios en 1975 tras celebrar los 50 años de su primera actuación en Francia, cuando, vestida con un cinturón de plátanos y medio desnuda, se convirtió en la niña bonita de un París que adoraba su risa, su desparpajo y una libertad que se transmitía en bailes nunca antes vistos en el país.
Hoy, más que sus espectáculos, Francia celebraba a la resistente, la que habló en Washington junto a Martin Luther King en 1963 cuando pronunció su célebre “Tengo un sueño” y la que se declaró dispuesta a morir por Francia, país del que obtuvo la nacionalidad en 1937, mientras Estados Unidos seguía sumido en el segregacionismo.
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Debido a las deudas, en 1969 fue expulsada del castillo Milandes, en la Dordoña, donde había llevado a cabo buena parte de su actividad en la Resistencia frente a los nazis, pasando mensajes ocultos en sus partituras y dando dinero a la causa, pese al riesgo de ser arrestada por los alemanes.
Grace Kelly le dio entonces refugio en Mónaco junto a sus doce hijos, adoptados de los cinco continentes, aunque Baker murió en París, días después de la conmoción emocional que supuso para ella volver a subirse al escenario en la ciudad donde más brilló.
A la misa, en la Iglesia de la Madeleine, acudieron entonces miles de personas, entre ellas la actriz Sophia Lauren y la princesa Grace Kelly, que la había acogido en Mónaco, donde Baker fue enterrada.
El del Panteón no será el único evento que Baker reciba hoy: en Nueva York, el Empire State Building se iluminará con los colores de la bandera francesa para honrar la memoria de la diva, que se fue de su país para huir de la servidumbre, la discriminación y la pobreza.