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Usted define Cordillera como una Traveltech. ¿Qué significa eso?
Son viajes asistidos por la plataforma tecnológica que estamos desarrollando. Aún puede ser un poco etéreo, pero para que entiendas te pongo un ejemplo: una persona viaja a cualquier destino y todo el tiempo se le estará informando, o asistiendo, por medio de mensajes en la aplicación, recordándole qué ropa llevar a la actividad que está por desarrollarse, como un amigo-viajero virtual siempre presente.
¿Qué es lo que se busca?
Cuando inicié el proyecto no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero sí tenía un propósito claro: quería acercar a las personas a regiones lejanas y, por otro lado, ofrecerles a esas regiones lejanas un apoyo. Definitivamente hay que apostarles a los territorios, hay que apostarle a aprovechar toda esa cultura que existe en cada uno de estos sitios. Con lo que estoy haciendo, pienso, sucede algo muy chévere, se empeiza a generar conciencia cuando se viaja, que es uno de los objetivos más importantes que quiero trabajar. Así como está bien que los viajeros pasen rico, también es muy valioso que sean conscientes de dónde están, y por conciencia me refiero a entender al territorio, a su gente y el impacto que se genera. Tampoco hay que verlo como binario, el impacto no tiene que estar bien o mal, pero sí hay que hacer ese tipo de reflexiones.
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¿Y esos procesos de conscientización cómo se traducen en los viajes?
Tenemos unas ideas todavía en desarrollo. Por medio de la tecnología queremos que la gente pueda hacer rastreos muy sencillos en los viajes. Queremos que las personas sean conscientes de cuánta agua toman, en cuántas botellas, y eso cuántos kilogramos de CO2 significan. Así, al final del viaje, les podemos decir: “Generaron este impacto, ¿qué vamos a hacer con eso?”. Con todo lo que nos hemos metido a explorar este país, buscamos encontrar aliados que tengan algo relacionado con protección del medio ambiente o de comunidades. Por ejemplo, uno de ellos está involucrado con el tema de reforestación, la idea sería que los viajeros pudieran contribuir, siendo conscientes de su impacto, a esa causa. Hay muchos temas: el tratamiento de basuras en municipios o el nacimiento de agua en altas montañas, pero siempre ligado a que las personas se apropien de que el turismo no es solo viajar, sino es vivir el presente y ser consciente de lo que se está generando.
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¿Qué retos tiene aún el turismo en Colombia? ¿Es la violencia aún parte del imaginario colectivo a la hora de viajar?
El tema de la violencia es un reto, y para responder eso concretamente, definitivamente está en el imaginario. Las personas aún le temen a Mesetas o al Guaviare. Y definitivamente allá hay actividades ilegales, pero en las ciudades también. En mi vida anterior de ingeniero veía datos de percepción de seguridad, y claramente las ciudades son lugares con muchos problemas. Entonces es un tema revertir ese imaginario y lograr que la gente esté tranquila, pero el reto más importante que encuentro es el tema de pasar de un turismo rural a un turismo mucho más evolucionado, y eso tiene que ver con la formalización, con la optimización, con la apertura mental. Eso hay que manejarlo con bastante cuidado, no se puede pretender llegar a esos territorios y establecer cómo trabajar, pero sí se puede ofrecer una mano, plantear otra opción para que se evalúe. Hace falta también un tema de impuestos, por ejemplo, de entender que, así como las industrias de manufactura o transporte los pagan, todas las empresas de turismo deben hacerlo, y que eso tiene unas retribuciones que nos pueden generar un bienestar colectivo.