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                                                                                                                                  “El texto tiene que estar hecho no solamente para seducir, sino para convencer”

                                                                                                                                  Una entrevista con Juan Carlos Botero sobre la reedición de su libro “Las ventanas y las voces”.

                                                                                                                                  Isabel López Giraldo

                                                                                                                                  Juan Carlos Botero es autor de "Las semillas del tiempo" (1992), "Virgilio Barco y los medios de comunicación" (1994), "Las ventanas y las voces" (1998, 2024), "La fiesta y otros cuentos" (2002), "La sentencia" (2002), "El arrecife" (2006), "El idioma de las nubes" (2007), "El arte de Fernando Botero" (2010) y "Los hechos casuales" (2022).
                                                                                                                                  Foto: Óscar Pérez
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En esta entrevista habló sobre el oficio de la escritura, su perfeccionismo y la reedición de su libro.

                                                                                                                                  Para usted, qué significa rescatar la memoria o recuperar instantes de vida para transformarlos o hacerlos más intensos o darles otro ritmo, otra tesitura, otra dimensión...

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Mi manera de escribir está basada en una convicción: en la vida existen momentos especiales que son muy elocuentes, que alumbran y dicen cosas de la vida, del individuo y de la condición humana. Momentos que son muy fugaces. Momentos que son el resultado de una combinación, frutos del azar, de detalles absolutamente indispensables para la historia. Una anécdota está en la película de Woody Allen, en la cual el personaje principal es víctima de un atentado. Su vida se le está resbalando entre los dedos, siente que se va a morir. Cuando es ingresado al quirófano tiene un recuerdo, aparentemente banal, pero que surge con una gran intensidad. Se trata de una mujer que él amó profundamente, tendida en una alfombra, hojeando una revista ilustrada de moda en una tarde muy agradable de inicios de verano. Las ventanas abiertas del apartamento permiten la entrada de una brisa muy agradable, al tiempo que se escucha la trompeta de Louis Armstrong. Algo en su interior surge con una intensidad tan grande que le permite rescatar las ganas de vivir y luchar por salir adelante. Es precisamente esa combinación de detalles, unidos por el azar, lo que produce ese momento tan especial y definitivo. Si hubiera sido otra música no hubiera sido tan importante el momento, si no fuera ella sino otra persona, si en vez de estar hojeando una revista y hubieran estado discutiendo, todo hubiera sido distinto. La azarosa combinación de detalles especiales producen un impacto definitivo en las personas. Precisamente, la tarea del escritor consiste en identificar esos momentos y tratar de capturarlos en prosa.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  ¿Podríamos decir que el papel en blanco es su lienzo, las letras sus pinceladas y la energía que transmite el color de los óleos?

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Rescato su libro Muerte en la tarde, sobre el mundo taurino. En él cuenta dónde nace su obsesión con el detalle. Alguna vez estando en una corrida de toros, el novillero estaba apenas comenzando y no era muy bueno en su oficio, y lo embistió el toro haciéndole un daño terrible. Hemingway se preguntaba por qué habiendo asistido a innumerables corridas de toros, por qué habiendo visto tantas cornadas, esta, en particular, no le permitía dormir. Se preguntaba que había ahí, que le intrigaba tanto.

                                                                                                                                  Hizo memoria, repasó una y otra vez lo sucedido hasta dar con la respuesta. Cuando el toro embistió, el novillero no logró quitarse y el cuerno penetró su muslo, alzándolo a él por el aire para caer al suelo y levantarse totalmente aturdido. En ese instante se dio cuenta de que el cuerno le había abierto el muslo a tal grado que le dejó el hueso del fémur expuesto. El contraste visual entre la blancura del fémur, la sangre y la suciedad de la arena, hicieron que esa cornada sobresaliera en la memoria de Hemingway por encima de muchas otras. Haber captado ese detalle fue muy importante, hizo de ese momento algo imposible de olvidar y sintió la necesidad de rescatarlo en prosa.

                                                                                                                                  Esta fue una enseñanza de una gran profundidad y de inmensa utilidad para mí como escritor. Entonces, en mis textos, especialmente en este libro de cuentos, hay una fijación en los detalles porque creo que al recrearlos artísticamente, de manera convincente y persuasiva, se logra transmitir la vivencia que uno está tratando de comunicar. Que la persona no solo lea el texto, sino que viva la experiencia. De eso se trata.

                                                                                                                                  ¿Cómo saber cuando una obra está concluida? ¿Cuál es el momento para entregarla?

                                                                                                                                  Esta es una pregunta fundamental, cómo saber que un texto está terminado. García Márquez decía que es una experiencia que obedecía más a los instintos que a la razón, de la misma manera que la cocinera sabía cuándo estaba lista la sopa. Creo que es un misterio del oficio. Este es el segundo libro que escribí y publiqué por primera vez en 1998. Desde entonces he escrito varios cuentos y novelas que toman lugar en el mar. Al revisarlos, lo primero que me impactó fue ver que no estaban del todo mal, pero que, ante todo, había una oportunidad para mejorarlos, para corregir una cantidad de errores que me parecían imperdonables, fruto de la ignorancia, de la juventud. Cuando me propusieron volver a publicar el libro, acepté con la condición de que me permitieran reescribirlo. Como soy perfeccionista y pienso que las cosas se pueden mejorar, esto me recuerda algo que cuento en el epílogo sobre un pintor francés: Pierre Bonnard, gran maestro, posterior a los impresionistas, generación de Matisse, decía que era “el último de los grandes de nosotros”. Se sentía insatisfecho con lo que pintaba.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Una anécdota muy famosa está en un cuadro que no solo había salido de su estudio, sino que estaba expuesto en el museo Luxemburgo de París, y le pidió a su amigo Édouard Vuillard que entretuviera al guarda de seguridad mientras él se acercaba al cuadro con su paleta improvisada para hacerle retoques con los que corregir la pintura, pues le parecía imperdonable que estuviera expuesta de esta manera ante el público.

                                                                                                                                  Entiendo esa obsesión de volver a retomar el cuento, la obra de arte, buscando mejorarlos. Uno escribe para la posteridad, no lograrlo por factores que se escapan del manejo es distinto, pero la intención es esa, por lo mismo, el texto debe quedar lo mejor posible. Como aceptaron mi condición, reescribí los cuentos en su totalidad para esta narración definitiva. Aunque quedé contento, si en diez años tengo la oportunidad, los volveré a revisar.

                                                                                                                                  Juan Carlos Botero es autor de "Las semillas del tiempo" (1992), "Virgilio Barco y los medios de comunicación" (1994), "Las ventanas y las voces" (1998, 2024), "La fiesta y otros cuentos" (2002), "La sentencia" (2002), "El arrecife" (2006), "El idioma de las nubes" (2007), "El arte de Fernando Botero" (2010) y "Los hechos casuales" (2022).
                                                                                                                                  Foto: Óscar Pérez
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En esta entrevista habló sobre el oficio de la escritura, su perfeccionismo y la reedición de su libro.

                                                                                                                                  Para usted, qué significa rescatar la memoria o recuperar instantes de vida para transformarlos o hacerlos más intensos o darles otro ritmo, otra tesitura, otra dimensión...

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Mi manera de escribir está basada en una convicción: en la vida existen momentos especiales que son muy elocuentes, que alumbran y dicen cosas de la vida, del individuo y de la condición humana. Momentos que son muy fugaces. Momentos que son el resultado de una combinación, frutos del azar, de detalles absolutamente indispensables para la historia. Una anécdota está en la película de Woody Allen, en la cual el personaje principal es víctima de un atentado. Su vida se le está resbalando entre los dedos, siente que se va a morir. Cuando es ingresado al quirófano tiene un recuerdo, aparentemente banal, pero que surge con una gran intensidad. Se trata de una mujer que él amó profundamente, tendida en una alfombra, hojeando una revista ilustrada de moda en una tarde muy agradable de inicios de verano. Las ventanas abiertas del apartamento permiten la entrada de una brisa muy agradable, al tiempo que se escucha la trompeta de Louis Armstrong. Algo en su interior surge con una intensidad tan grande que le permite rescatar las ganas de vivir y luchar por salir adelante. Es precisamente esa combinación de detalles, unidos por el azar, lo que produce ese momento tan especial y definitivo. Si hubiera sido otra música no hubiera sido tan importante el momento, si no fuera ella sino otra persona, si en vez de estar hojeando una revista y hubieran estado discutiendo, todo hubiera sido distinto. La azarosa combinación de detalles especiales producen un impacto definitivo en las personas. Precisamente, la tarea del escritor consiste en identificar esos momentos y tratar de capturarlos en prosa.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Rescato su libro Muerte en la tarde, sobre el mundo taurino. En él cuenta dónde nace su obsesión con el detalle. Alguna vez estando en una corrida de toros, el novillero estaba apenas comenzando y no era muy bueno en su oficio, y lo embistió el toro haciéndole un daño terrible. Hemingway se preguntaba por qué habiendo asistido a innumerables corridas de toros, por qué habiendo visto tantas cornadas, esta, en particular, no le permitía dormir. Se preguntaba que había ahí, que le intrigaba tanto.

                                                                                                                                  Hizo memoria, repasó una y otra vez lo sucedido hasta dar con la respuesta. Cuando el toro embistió, el novillero no logró quitarse y el cuerno penetró su muslo, alzándolo a él por el aire para caer al suelo y levantarse totalmente aturdido. En ese instante se dio cuenta de que el cuerno le había abierto el muslo a tal grado que le dejó el hueso del fémur expuesto. El contraste visual entre la blancura del fémur, la sangre y la suciedad de la arena, hicieron que esa cornada sobresaliera en la memoria de Hemingway por encima de muchas otras. Haber captado ese detalle fue muy importante, hizo de ese momento algo imposible de olvidar y sintió la necesidad de rescatarlo en prosa.

                                                                                                                                  Esta fue una enseñanza de una gran profundidad y de inmensa utilidad para mí como escritor. Entonces, en mis textos, especialmente en este libro de cuentos, hay una fijación en los detalles porque creo que al recrearlos artísticamente, de manera convincente y persuasiva, se logra transmitir la vivencia que uno está tratando de comunicar. Que la persona no solo lea el texto, sino que viva la experiencia. De eso se trata.

                                                                                                                                  ¿Cómo saber cuando una obra está concluida? ¿Cuál es el momento para entregarla?

                                                                                                                                  Esta es una pregunta fundamental, cómo saber que un texto está terminado. García Márquez decía que es una experiencia que obedecía más a los instintos que a la razón, de la misma manera que la cocinera sabía cuándo estaba lista la sopa. Creo que es un misterio del oficio. Este es el segundo libro que escribí y publiqué por primera vez en 1998. Desde entonces he escrito varios cuentos y novelas que toman lugar en el mar. Al revisarlos, lo primero que me impactó fue ver que no estaban del todo mal, pero que, ante todo, había una oportunidad para mejorarlos, para corregir una cantidad de errores que me parecían imperdonables, fruto de la ignorancia, de la juventud. Cuando me propusieron volver a publicar el libro, acepté con la condición de que me permitieran reescribirlo. Como soy perfeccionista y pienso que las cosas se pueden mejorar, esto me recuerda algo que cuento en el epílogo sobre un pintor francés: Pierre Bonnard, gran maestro, posterior a los impresionistas, generación de Matisse, decía que era “el último de los grandes de nosotros”. Se sentía insatisfecho con lo que pintaba.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Una anécdota muy famosa está en un cuadro que no solo había salido de su estudio, sino que estaba expuesto en el museo Luxemburgo de París, y le pidió a su amigo Édouard Vuillard que entretuviera al guarda de seguridad mientras él se acercaba al cuadro con su paleta improvisada para hacerle retoques con los que corregir la pintura, pues le parecía imperdonable que estuviera expuesta de esta manera ante el público.

                                                                                                                                  Entiendo esa obsesión de volver a retomar el cuento, la obra de arte, buscando mejorarlos. Uno escribe para la posteridad, no lograrlo por factores que se escapan del manejo es distinto, pero la intención es esa, por lo mismo, el texto debe quedar lo mejor posible. Como aceptaron mi condición, reescribí los cuentos en su totalidad para esta narración definitiva. Aunque quedé contento, si en diez años tengo la oportunidad, los volveré a revisar.

                                                                                                                                  Por Isabel López Giraldo

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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