Juan Cruz: el periodismo me salvó la vida
El escritor Juan Cruz cumple 50 años como reportero y esta semana le concedieron el Premio Nacional de Periodismo Cultural en España. Entrevista.
Nelson Fredy Padilla
Puerto de la Cruz, norte de la isla canaria de Tenerife. Un hombre nacido al nivel del mar cumple 50 años aferrado a un oficio; por eso es un hombre que merece respeto y admiración, más porque un jurado lo declaró esta semana“referente” de su profesión y exaltó su “vocación iberoamericana” al otorgarle el Premio Nacional de Periodismo Cultural en España. El hombre se llama Juan Cruz Ruiz, pequeño de talla y grande en obra narrativa; veintitantos libros sobre la profesión de informar; novelas, ensayos, textos autobiográficos como Retrato de un hombre desnudo (2005); amigo y sombra de grandes escritores; vaso comunicante entre países hispanohablantes.
Está ocupado como siempre, escribiendo sus memorias periodísticas que publicará en 2013 bajo el título de El diario de un día, pero presto y amable. Apenas anunciaron su galardón se lo dedicó a sus colegas de El País, el diario que ayudó a fundar a su regreso de Londres en 1976 y del que es director adjunto, con la frase: “Todo periodista tiene que aspirar a ser un periodista cultural. El periodismo es una apuesta de la cultura, es escritura, es arte y es también compromiso con la realidad”.
Le pregunto: ¿cómo hacer para que esto se entienda en las redacciones instantáneas de hoy? “Pues el porvenir de las redacciones me parece que está en el pasado, en el cumplimiento del libro de estilo universal: el rigor, el contraste, la buena escritura. Aspirar a cumplir esos preceptos es aspirar a ser buen periodista. Parece sencillo, pero es tan complicado como hermoso y desafiante”.
En los últimos días la noticia más leída y comentada en el mundo hispano y portugués fue que una joven vendió su virginidad vía internet. La banalización en el periodismo haciendo metástasis. Está de acuerdo: “Hay un riesgo enorme de creer que las redes sociales son el periodismo; el periodismo es lo que hacen los periodistas conscientes de que su oficio es el de interpretar la realidad y relatarla según criterios profesionales de rigor y de respeto. Las redes sociales han venido a ampliar las fronteras del periodismo hasta llegar a la zona de la comunicación. Todo se puede comunicar, pero todo lo que se comunica no es periodismo”.
¿Qué ADN se debe tener para empezar a redactar noticias a los 13 años en el semanario Aire Libre y seguir haciéndolo medio siglo después, obsesionado por la calidad y el profesionalismo? “En el ADN tenía la radio, el sonido de la radio, que es una música llena de sintaxis. Esa música, lo que escuché en la radio, me empujó a escribir, y esa música nunca ha cesado de sonar. ¡De momento!”. Oye la radio, me aconseja; me recuerda a mi abuelo campesino invitándome a conocer el mundo pegados junto a la radio. Este periodista moderno aprendió “el valor de un segundo” haciendo televisión y siendo editor del Grupo Santillana “la justificación del ego de los escritores, solitarios que viven pendientes del abismo de la página incierta”.
Juan Cruz sí viaja de verdad por el planeta, siguiéndole el rastro a los grandes escritores y a la buena literatura. En Argentina acaba de ser jurado del Premio Clarín de Novela, que ganó Sobrevivientes, del periodista Fernando Monacelli, mirada a distancia a la Guerra de las Malvinas. “Estoy leyendo la última novela de Arturo Pérez-Reverte, que se publicará pronto en España. Una excelente historia, escrita con enorme vigor y con la contenida emoción con la que un escritor entiende la vida por dentro. He leído muchísimo, pero muchísimo menos de lo que debía. Releí hace una semana un librito de Camus con el que siempre viajo, El revés y el derecho, para aprender de la humildad de sus primeros años”. No le pierde la mirada al colombiano Fernando Vallejo, “un escritor fundamental para entender el dolor humano”.
Lee, relee, escribe y reescribe hasta el sufrimiento y el gozo. “Mi último libro, El diario de un día (continuación de Egos revueltos —su visión tras la vida y obra de influyentes autores—), que aún está en proceso de corrección y que publicará Tusquets, me dio muchísimo trabajo, sobre todo porque los editores advirtieron fallos que fui desmontando uno a uno, encerrado en lo más alto de mi tierra, el Teide de Tenerife. Fue un trabajo ímprobo del que aprendí muchísimo sobre la tarea asimismo ímproba de un editor”.
Todo lo que escribe Juan Cruz es digno de leerse, además de sus libros: entrevistas, reportajes, el blog Mira que te lo tengo dicho, porque en todo evidencia amor por la literatura, así él apenas se defina por su esencia: “Periodista al que le encanta que le hagan encargos”. Y por la causa de su vigencia: “Si no hubiera sido por El País yo no sería nada más que un poeta, o nada menos, pero el periódico me ha dado una plataforma formidable”.
Un purista del idioma a flote en la era de las redes sociales, porque “al periodismo cultural le queda por delante lo que al periodismo a secas. Su principal reto es afianzar la escritura. Cuanto mejor sea la escritura, mejor será el periodismo”.
De acuerdo, ¿pero cómo conciliar hoy periodismo instantáneo con periodismo narrativo? “Es que no hay diferencia, no debe haberla; el periodismo narrativo es el periodismo; no hay nada que no pueda ser narrado. Narrar es lo que hemos de hacer. En cualquier soporte. El soporte no es vital. El soporte es una circunstancia, como que el periodista sea rubio, o rubia, o morena, o moreno, o alto o bajito; este último es mi caso. Soy periodista bajito capaz de hacer (o quizá capaz de hacer) también lo que haría un periodista alto. Sin embargo, si jugara al baloncesto, el alto me llevaría cierta ventaja”.
¿Dónde queda ese nuevo periodismo de “altos” como Capote, Wolfe, Talese, etc.? “Está presente en grandes cronistas latinoamericanos, como Alberto Salcedo Ramos o Leila Guerriero o Josefina Licitra. El periodismo actual bueno es el periodismo bueno del pasado”. Hay que hacerles ver a las nuevas generaciones “que el texto es más importante que la velocidad con la que lo emites”.
Desde el caos de la sobreinformación actual, Juan Cruz se preguntó en un libro “¿vale la pena vivir para este oficio hoy?”. Ahora responde: “Claro que sí. El periodismo me salvó la vida”. Claro, sin saber hasta cuándo, “como no sabe cuándo retirarse un autor... ni siquiera un futbolista”.
Bonitas reflexiones, pero el oficio se declara en crisis adaptándose a las malas a las nuevas plataformas tecnológicas. Instituciones como El País de España tambalean por la caída de la publicidad, los despidos, los paros de las redacciones. “Soy adjunto a la dirección de El País. Es una situación muy compleja ante la que me enfrento como todos, con tristeza y con una preocupación moral enorme”. Es su punto débil por esos días: allí los periodistas de planta critican a los directivos por sus sueldos y Cruz dice que ellos también están “haciendo sacrificios”, aunque “es un asunto que atañe a quienes ahora están negociando”.
Esta época de transformaciones lo llevó a entrevistar en profundidad a los principales directores de periódicos del mundo y a los grandes editores, y no es tan pesimista frente al panorama latinoamericano: “Al contrario de lo que se dice, los editores (de diarios) y los editores de libros son más optimistas que lo que se supone al respecto del porvenir del papel. Y en América Latina es evidente que aún no ha caído la espada de Damocles que está ensombreciendo el porvenir en Europa”. Europa: “Mal momento para todos, sobre todo para los jóvenes. Europa sigue siendo la esperanza, aunque sea también el martirio”.
Le recuerdo que él pareció avizorar la crisis del Viejo Continente en El sueño de Oslo (1988), sobre el desarraigo de la juventud española en diáspora por Europa, novela de la que Luis Goytisolo dijo: “está influida por el modelo Cortázar”. Sí, gran influencia para Juan Cruz aparte de Kafka, Joyce, Beckett y Homero. Él sólo dice: “Uf, demasiado para mí”.
A veces piensa que pudo haber sido el buen vigilante de una salvaje y segura playa negra del Puerto de la Cruz.
Sin embargo, esa posibilidad sólo la visitó en la ficción porque la realidad “da más rabia... el mar impone su poder de metáfora y deja al hombre solo con su dolor y con su melancolía. Escribir es tocar el mar cuando se quema... El retrato desnudo del hombre que soy”.
Puerto de la Cruz, norte de la isla canaria de Tenerife. Un hombre nacido al nivel del mar cumple 50 años aferrado a un oficio; por eso es un hombre que merece respeto y admiración, más porque un jurado lo declaró esta semana“referente” de su profesión y exaltó su “vocación iberoamericana” al otorgarle el Premio Nacional de Periodismo Cultural en España. El hombre se llama Juan Cruz Ruiz, pequeño de talla y grande en obra narrativa; veintitantos libros sobre la profesión de informar; novelas, ensayos, textos autobiográficos como Retrato de un hombre desnudo (2005); amigo y sombra de grandes escritores; vaso comunicante entre países hispanohablantes.
Está ocupado como siempre, escribiendo sus memorias periodísticas que publicará en 2013 bajo el título de El diario de un día, pero presto y amable. Apenas anunciaron su galardón se lo dedicó a sus colegas de El País, el diario que ayudó a fundar a su regreso de Londres en 1976 y del que es director adjunto, con la frase: “Todo periodista tiene que aspirar a ser un periodista cultural. El periodismo es una apuesta de la cultura, es escritura, es arte y es también compromiso con la realidad”.
Le pregunto: ¿cómo hacer para que esto se entienda en las redacciones instantáneas de hoy? “Pues el porvenir de las redacciones me parece que está en el pasado, en el cumplimiento del libro de estilo universal: el rigor, el contraste, la buena escritura. Aspirar a cumplir esos preceptos es aspirar a ser buen periodista. Parece sencillo, pero es tan complicado como hermoso y desafiante”.
En los últimos días la noticia más leída y comentada en el mundo hispano y portugués fue que una joven vendió su virginidad vía internet. La banalización en el periodismo haciendo metástasis. Está de acuerdo: “Hay un riesgo enorme de creer que las redes sociales son el periodismo; el periodismo es lo que hacen los periodistas conscientes de que su oficio es el de interpretar la realidad y relatarla según criterios profesionales de rigor y de respeto. Las redes sociales han venido a ampliar las fronteras del periodismo hasta llegar a la zona de la comunicación. Todo se puede comunicar, pero todo lo que se comunica no es periodismo”.
¿Qué ADN se debe tener para empezar a redactar noticias a los 13 años en el semanario Aire Libre y seguir haciéndolo medio siglo después, obsesionado por la calidad y el profesionalismo? “En el ADN tenía la radio, el sonido de la radio, que es una música llena de sintaxis. Esa música, lo que escuché en la radio, me empujó a escribir, y esa música nunca ha cesado de sonar. ¡De momento!”. Oye la radio, me aconseja; me recuerda a mi abuelo campesino invitándome a conocer el mundo pegados junto a la radio. Este periodista moderno aprendió “el valor de un segundo” haciendo televisión y siendo editor del Grupo Santillana “la justificación del ego de los escritores, solitarios que viven pendientes del abismo de la página incierta”.
Juan Cruz sí viaja de verdad por el planeta, siguiéndole el rastro a los grandes escritores y a la buena literatura. En Argentina acaba de ser jurado del Premio Clarín de Novela, que ganó Sobrevivientes, del periodista Fernando Monacelli, mirada a distancia a la Guerra de las Malvinas. “Estoy leyendo la última novela de Arturo Pérez-Reverte, que se publicará pronto en España. Una excelente historia, escrita con enorme vigor y con la contenida emoción con la que un escritor entiende la vida por dentro. He leído muchísimo, pero muchísimo menos de lo que debía. Releí hace una semana un librito de Camus con el que siempre viajo, El revés y el derecho, para aprender de la humildad de sus primeros años”. No le pierde la mirada al colombiano Fernando Vallejo, “un escritor fundamental para entender el dolor humano”.
Lee, relee, escribe y reescribe hasta el sufrimiento y el gozo. “Mi último libro, El diario de un día (continuación de Egos revueltos —su visión tras la vida y obra de influyentes autores—), que aún está en proceso de corrección y que publicará Tusquets, me dio muchísimo trabajo, sobre todo porque los editores advirtieron fallos que fui desmontando uno a uno, encerrado en lo más alto de mi tierra, el Teide de Tenerife. Fue un trabajo ímprobo del que aprendí muchísimo sobre la tarea asimismo ímproba de un editor”.
Todo lo que escribe Juan Cruz es digno de leerse, además de sus libros: entrevistas, reportajes, el blog Mira que te lo tengo dicho, porque en todo evidencia amor por la literatura, así él apenas se defina por su esencia: “Periodista al que le encanta que le hagan encargos”. Y por la causa de su vigencia: “Si no hubiera sido por El País yo no sería nada más que un poeta, o nada menos, pero el periódico me ha dado una plataforma formidable”.
Un purista del idioma a flote en la era de las redes sociales, porque “al periodismo cultural le queda por delante lo que al periodismo a secas. Su principal reto es afianzar la escritura. Cuanto mejor sea la escritura, mejor será el periodismo”.
De acuerdo, ¿pero cómo conciliar hoy periodismo instantáneo con periodismo narrativo? “Es que no hay diferencia, no debe haberla; el periodismo narrativo es el periodismo; no hay nada que no pueda ser narrado. Narrar es lo que hemos de hacer. En cualquier soporte. El soporte no es vital. El soporte es una circunstancia, como que el periodista sea rubio, o rubia, o morena, o moreno, o alto o bajito; este último es mi caso. Soy periodista bajito capaz de hacer (o quizá capaz de hacer) también lo que haría un periodista alto. Sin embargo, si jugara al baloncesto, el alto me llevaría cierta ventaja”.
¿Dónde queda ese nuevo periodismo de “altos” como Capote, Wolfe, Talese, etc.? “Está presente en grandes cronistas latinoamericanos, como Alberto Salcedo Ramos o Leila Guerriero o Josefina Licitra. El periodismo actual bueno es el periodismo bueno del pasado”. Hay que hacerles ver a las nuevas generaciones “que el texto es más importante que la velocidad con la que lo emites”.
Desde el caos de la sobreinformación actual, Juan Cruz se preguntó en un libro “¿vale la pena vivir para este oficio hoy?”. Ahora responde: “Claro que sí. El periodismo me salvó la vida”. Claro, sin saber hasta cuándo, “como no sabe cuándo retirarse un autor... ni siquiera un futbolista”.
Bonitas reflexiones, pero el oficio se declara en crisis adaptándose a las malas a las nuevas plataformas tecnológicas. Instituciones como El País de España tambalean por la caída de la publicidad, los despidos, los paros de las redacciones. “Soy adjunto a la dirección de El País. Es una situación muy compleja ante la que me enfrento como todos, con tristeza y con una preocupación moral enorme”. Es su punto débil por esos días: allí los periodistas de planta critican a los directivos por sus sueldos y Cruz dice que ellos también están “haciendo sacrificios”, aunque “es un asunto que atañe a quienes ahora están negociando”.
Esta época de transformaciones lo llevó a entrevistar en profundidad a los principales directores de periódicos del mundo y a los grandes editores, y no es tan pesimista frente al panorama latinoamericano: “Al contrario de lo que se dice, los editores (de diarios) y los editores de libros son más optimistas que lo que se supone al respecto del porvenir del papel. Y en América Latina es evidente que aún no ha caído la espada de Damocles que está ensombreciendo el porvenir en Europa”. Europa: “Mal momento para todos, sobre todo para los jóvenes. Europa sigue siendo la esperanza, aunque sea también el martirio”.
Le recuerdo que él pareció avizorar la crisis del Viejo Continente en El sueño de Oslo (1988), sobre el desarraigo de la juventud española en diáspora por Europa, novela de la que Luis Goytisolo dijo: “está influida por el modelo Cortázar”. Sí, gran influencia para Juan Cruz aparte de Kafka, Joyce, Beckett y Homero. Él sólo dice: “Uf, demasiado para mí”.
A veces piensa que pudo haber sido el buen vigilante de una salvaje y segura playa negra del Puerto de la Cruz.
Sin embargo, esa posibilidad sólo la visitó en la ficción porque la realidad “da más rabia... el mar impone su poder de metáfora y deja al hombre solo con su dolor y con su melancolía. Escribir es tocar el mar cuando se quema... El retrato desnudo del hombre que soy”.