Juego de Tronos: de olvidos y profecías
Érase una vez, la versión Ponienti de Enrique VIII. Este rey, Aegon Targaryen el Indigno, se acostó con novecientas mujeres de entre las cuales dijo haber amado a nueve.
Juliana Vargas / @Jvargasleal*
Érase una vez, la versión Ponienti de Enrique VIII. Este rey, Aegon Targaryen el Indigno, se acostó con novecientas mujeres de entre las cuales dijo haber amado a nueve. De hecho, fue tanto su amor por estas mujeres que, justo antes de su muerte, legitimó a los hijos bastardos que tuvo con ellas. Este acto de último momento desató una revolución: Estos hijos, o los “Fuegoscuro”, como se les conoció en la posteridad, se enfrentaron a los hijos Targaryen de Aegon, pero perdieron y fueron exiliados a Essos. Fin de la historia…o al menos eso se cree. Puede que por entre los pasadizos secretos de la Fortaleza Roja en Desembarco del Rey, ande susurrando un descendiente perdido que desee a los Fuegoscuro en el Trono de Hierro.
Lo anterior es parte de la historia de la saga “Canción de Hielo y Fuego” que no aparece en la serie de HBO y que hace del juego de tronos algo más misterioso, complejo y peligroso. Es entendible que HBO simplifique una trama que ya de por sí es bastante enmarañada, pero aquello no permite que algunos personajes o tramas se desarrollen cabalmente. Ésta es la segunda razón por la cual aún hay tiempo de leer Canción de Hielo y Fuego incluso si usted ha visto toda la serie de Juego de Tronos: Este juego tiene más peones, reinas y alfiles de los que uno podría imaginar.
Comencemos por la familia más olvidada de la serie: los Martell. En los libros, las hijas de Oberyn son verdaderas serpientes de arena, Doran es mucho más inteligente y su hija, Arianne Martell, es de las jugadoras más tenaces del juego. Sobre todo, durante dieciséis años han estado llevando a cabo un plan para alcanzar de nuevo el Trono de Hierro. Este es un plan maestro tan bien pensado que podrían estar envenenando el Consejo Privado del Rey, la Fe de los Siete y hasta la Orden de los Maestres. Pobre familia, como lectora, podría imaginarme a Oberyn quejándose ante HBO: “¡Dilo! ¡La violaste. La asesinaste. Mataste a sus hijos!”.
Pasemos al segundo gran olvidado: La Orden de los Maestres. Estos ancianos de gran sabiduría y personalidad mansa han hecho más cosas por la caída de los dragones de las que uno podría especular. Y ni qué pensar de su conexión con los Hombres sin Rostro, relación que tampoco alcanzará a verse en la serie. Por lo anterior, las oscuras conspiraciones que esconde esta Orden dentro de sus libros no saldrán a la luz en pantalla.
Finalmente, no nos olvidemos de las dos únicas personas que han llegado al Consejo Privado a pesar de sus humildes orígenes: Petyr Baelish (Meñique) y Varys son los personajes con más secretos en este universo. Poseen tantos, que en la serie han tenido que pasarlos de largo, llevando un personaje hacia la luz y otro hacia la oscuridad, como si fueran el Yin y el Yang. No, no son así; todo lo contrario, su pasado es triste, sus alianzas ambivalentes y sus personalidades son de las más grises de la saga.
Para complicar aún más las reglas de este juego, las profecías son los pilares sobre los cuales se sostiene Canción de Hielo de Fuego. Desde el inicio de la saga, al lector se le presentan una serie de augurios y leyendas que determinarán el futuro de la historia. Por ejemplo, tanto en la serie como en los libros, Melisandre ha hablado de Azor Ahai, el supuesto héroe que revivirá “de entre la sal y el humo”, “despertará dragones de la piedra” y salvará Poniente, y hasta el sol de hoy, los lectores siguen preguntándose quién o quiénes llegarán a ser este héroe. La serie también mostró una escena en la que Maggy la Rana le comentaba a Cersei tres profecías, por lo que los lectores debaten quién es aquella princesa más joven y bella que le quitará todo a Cersei, o quién es el valonqar (hermano pequeño) que envolverá sus manos alrededor de la garganta de esta reina. De igual forma, se preguntan quién es el “gigante” que parece que Sansa Stark matará e incluso quién es “Portadora de Luz”, la espada que llevará Azor Ahai en la guerra que se avecina. Y con razón, porque cuando parece que estos interrogantes tendrán respuesta, el lector vuelve a dudar. Como dice uno de los personajes de esta saga: “Una profecía es como una mujer traicionera: te la chupa, gimes de placer, y piensas «Qué bien, qué maravilla, cómo me gusta…». Y de repente aprieta los dientes, y los gemidos se transforman en gritos”.
Como ya usted podrá darse cuenta, para entender esta historia hay que leerla más de una vez. Entre tantos nombres, casas, subtramas e información que cobra importancia tres libros adelante, Canción de Hielo de Fuego es difícil de digerir. Por momentos, la trama se torna tediosa y no sería raro que el lector dejara de lado la lectura en el instante en que se pierde entre la maleza de información. Si no tiene problema con una(s) relectura(s) y con un juego con más reglas y jugadores que cualquier otro, bien puede leer Canción de Hielo y Fuego mientras mira la séptima temporada de Juego de Tronos.
Érase una vez, la versión Ponienti de Enrique VIII. Este rey, Aegon Targaryen el Indigno, se acostó con novecientas mujeres de entre las cuales dijo haber amado a nueve. De hecho, fue tanto su amor por estas mujeres que, justo antes de su muerte, legitimó a los hijos bastardos que tuvo con ellas. Este acto de último momento desató una revolución: Estos hijos, o los “Fuegoscuro”, como se les conoció en la posteridad, se enfrentaron a los hijos Targaryen de Aegon, pero perdieron y fueron exiliados a Essos. Fin de la historia…o al menos eso se cree. Puede que por entre los pasadizos secretos de la Fortaleza Roja en Desembarco del Rey, ande susurrando un descendiente perdido que desee a los Fuegoscuro en el Trono de Hierro.
Lo anterior es parte de la historia de la saga “Canción de Hielo y Fuego” que no aparece en la serie de HBO y que hace del juego de tronos algo más misterioso, complejo y peligroso. Es entendible que HBO simplifique una trama que ya de por sí es bastante enmarañada, pero aquello no permite que algunos personajes o tramas se desarrollen cabalmente. Ésta es la segunda razón por la cual aún hay tiempo de leer Canción de Hielo y Fuego incluso si usted ha visto toda la serie de Juego de Tronos: Este juego tiene más peones, reinas y alfiles de los que uno podría imaginar.
Comencemos por la familia más olvidada de la serie: los Martell. En los libros, las hijas de Oberyn son verdaderas serpientes de arena, Doran es mucho más inteligente y su hija, Arianne Martell, es de las jugadoras más tenaces del juego. Sobre todo, durante dieciséis años han estado llevando a cabo un plan para alcanzar de nuevo el Trono de Hierro. Este es un plan maestro tan bien pensado que podrían estar envenenando el Consejo Privado del Rey, la Fe de los Siete y hasta la Orden de los Maestres. Pobre familia, como lectora, podría imaginarme a Oberyn quejándose ante HBO: “¡Dilo! ¡La violaste. La asesinaste. Mataste a sus hijos!”.
Pasemos al segundo gran olvidado: La Orden de los Maestres. Estos ancianos de gran sabiduría y personalidad mansa han hecho más cosas por la caída de los dragones de las que uno podría especular. Y ni qué pensar de su conexión con los Hombres sin Rostro, relación que tampoco alcanzará a verse en la serie. Por lo anterior, las oscuras conspiraciones que esconde esta Orden dentro de sus libros no saldrán a la luz en pantalla.
Finalmente, no nos olvidemos de las dos únicas personas que han llegado al Consejo Privado a pesar de sus humildes orígenes: Petyr Baelish (Meñique) y Varys son los personajes con más secretos en este universo. Poseen tantos, que en la serie han tenido que pasarlos de largo, llevando un personaje hacia la luz y otro hacia la oscuridad, como si fueran el Yin y el Yang. No, no son así; todo lo contrario, su pasado es triste, sus alianzas ambivalentes y sus personalidades son de las más grises de la saga.
Para complicar aún más las reglas de este juego, las profecías son los pilares sobre los cuales se sostiene Canción de Hielo de Fuego. Desde el inicio de la saga, al lector se le presentan una serie de augurios y leyendas que determinarán el futuro de la historia. Por ejemplo, tanto en la serie como en los libros, Melisandre ha hablado de Azor Ahai, el supuesto héroe que revivirá “de entre la sal y el humo”, “despertará dragones de la piedra” y salvará Poniente, y hasta el sol de hoy, los lectores siguen preguntándose quién o quiénes llegarán a ser este héroe. La serie también mostró una escena en la que Maggy la Rana le comentaba a Cersei tres profecías, por lo que los lectores debaten quién es aquella princesa más joven y bella que le quitará todo a Cersei, o quién es el valonqar (hermano pequeño) que envolverá sus manos alrededor de la garganta de esta reina. De igual forma, se preguntan quién es el “gigante” que parece que Sansa Stark matará e incluso quién es “Portadora de Luz”, la espada que llevará Azor Ahai en la guerra que se avecina. Y con razón, porque cuando parece que estos interrogantes tendrán respuesta, el lector vuelve a dudar. Como dice uno de los personajes de esta saga: “Una profecía es como una mujer traicionera: te la chupa, gimes de placer, y piensas «Qué bien, qué maravilla, cómo me gusta…». Y de repente aprieta los dientes, y los gemidos se transforman en gritos”.
Como ya usted podrá darse cuenta, para entender esta historia hay que leerla más de una vez. Entre tantos nombres, casas, subtramas e información que cobra importancia tres libros adelante, Canción de Hielo de Fuego es difícil de digerir. Por momentos, la trama se torna tediosa y no sería raro que el lector dejara de lado la lectura en el instante en que se pierde entre la maleza de información. Si no tiene problema con una(s) relectura(s) y con un juego con más reglas y jugadores que cualquier otro, bien puede leer Canción de Hielo y Fuego mientras mira la séptima temporada de Juego de Tronos.