Juliana Muñoz Toro: “La infancia va más allá de lo que la gente piensa”
“Albina”, el libro de Juliana Muñoz Toro, columnista de El Espectador, fue incluido en los Cuervos Blancos de la literatura infantil 2023. Un listado mundial que recomienda cada año obras que aportan nuevas miradas a conflictos sociales y emocionales en la niñez y juventud.
Andrea Jaramillo Caro
¿Cómo fue el proceso de escritura de “Albina”?
Albina es una novela en la que una niña pequeña atraviesa por la separación de sus padres y se muda a un país que tiene estaciones. Todo esto se desarrolla ante la situación de que ella es albina, a quien su madre sobreprotege y se siente contrariada sobre quién es ella, qué lugar ocupa en la familia y sobre sentirse distinta e insegura sobre su condición genética.
Ante este conflicto, se busca en los colores de las estaciones y aprende sobre las distancias. Traté de que este libro fuera poético e introspectivo. Aborda el escenario de la infancia, pero está dirigido a todas las edades.
(Le recomendamos: El Premio Lápiz de Acero: el diseño como protagonista)
He leído acerca de Cuervos Blancos, pero me gustaría que me explicará por qué este hito es tan importante para usted y Marcela Guiral con su libro “A medio día llovían pájaros”...
La Biblioteca Juvenil de Múnich, Alemania, cada año invita a lectores especializados de todo el mundo para que elijan libros de sus países. Este año, por fortuna, Colombia tuvo estas dos elecciones, la de Marcela Guiral y la mía. Es un reconocimiento muy importante, porque dice que estos son los mejores libros para la infancia y la juventud que se hicieron en este 2023, y en la crítica que hace el jurado, varias editoriales toman esta lista como una guía para saber qué libros hay que tener en cuenta para hablar de la infancia.
¿Es la primera vez que abarca temas de infancia en su escritura?
Tengo 13 libros publicados, la mayoría son considerados literatura infantil y juvenil; de hecho, tengo otro de la misma colección de Tragaluz, que se llama 24 señales para descubrir un alien, y fue incluido en 2017 en esta lista. Me gusta moverme en este espacio, porque siento que es algo que nos interpela a todos. La infancia va más allá de lo que la gente piensa, va a lo filosófico, a lo poético, a la observación del mundo y a encontrarnos con esos fantasmas del pasado que no terminamos de procesar.
Me gusta que los libros reconozcan a los niños y las niñas como lectores críticos, y que no sean subestimados. En 24 señales trato de un tema de conflicto y posible violencia intrafamiliar, y el asunto de la separación, de sentirse distinto, y creo que estos puntos deben ser conversados con las infancias desde la adultez, con palabras que ellos usarían y que creo que estarían llenas de imaginación, humor y preguntas que nos hemos dejado de hacer.
¿Cuáles son esas preguntas para usted?
Preguntarse qué piensa el otro. Creemos que conocemos tanto que olvidamos al otro que piensa igual, al que piensa distinto, y no solo el humano, también en los animales y la naturaleza, que es algo con lo que los niños se sienten muy conectados.
¿Qué pasa por su mente a la hora de escribir?
Parte del ejercicio que hago sobre lo que he dejado de preguntarme, y sobre cómo me siento sobre ciertas circunstancias. Para no hacerlo autobiográfico, voy más allá a cosas que he leído y que he visto. “Albina” empecé a escribirlo cuando vivía en Nueva York, y veía este cambio de colores con las estaciones, cómo algunos de mis amigos experimentaban el divorcio, la separación de sus hijos, y trataba de ponerme en el lugar de ellos, ¿qué sentirán?, ¿qué pensarán de la distancia de sus seres queridos?, y es algo que yo también afrontaba en otro contexto. La pregunta es cómo convierto esta experiencia en algo con lo que cualquier lector se sienta identificado.
Sobre la experiencia personal, ¿hace una evaluación de lo que vivió para luego relatarlo?
Creo que el tema de la experiencia personal tiene que ver con preguntarme cuál es la nuez de lo que me pasa, ir más allá de la anécdota, encontrar la raíz universal, y no quedarme con mi punto de vista. Para escribir un libro necesito documentarme, charlar y leer.
(Le puede interesar: Colombia e Israel, una historia íntima)
¿Para usted que significa la palabra escritura?
Es ponerle cuerpo al pensamiento.
¿Qué lección le ha dejado tener siempre a la mano lápiz y papel?
Las dos grandes lecciones que me ha dejado son, por un lado, leer. Conozco a muchas personas que sueñan con el oficio de la escritura, pero no leen. Por otro lado, es que todo es parte de un proceso que no siempre es feliz, es largo, tortuoso y está lleno de dudas, y entender también que todo eso pasará.
¿Cómo fue el proceso de escritura de “Albina”?
Albina es una novela en la que una niña pequeña atraviesa por la separación de sus padres y se muda a un país que tiene estaciones. Todo esto se desarrolla ante la situación de que ella es albina, a quien su madre sobreprotege y se siente contrariada sobre quién es ella, qué lugar ocupa en la familia y sobre sentirse distinta e insegura sobre su condición genética.
Ante este conflicto, se busca en los colores de las estaciones y aprende sobre las distancias. Traté de que este libro fuera poético e introspectivo. Aborda el escenario de la infancia, pero está dirigido a todas las edades.
(Le recomendamos: El Premio Lápiz de Acero: el diseño como protagonista)
He leído acerca de Cuervos Blancos, pero me gustaría que me explicará por qué este hito es tan importante para usted y Marcela Guiral con su libro “A medio día llovían pájaros”...
La Biblioteca Juvenil de Múnich, Alemania, cada año invita a lectores especializados de todo el mundo para que elijan libros de sus países. Este año, por fortuna, Colombia tuvo estas dos elecciones, la de Marcela Guiral y la mía. Es un reconocimiento muy importante, porque dice que estos son los mejores libros para la infancia y la juventud que se hicieron en este 2023, y en la crítica que hace el jurado, varias editoriales toman esta lista como una guía para saber qué libros hay que tener en cuenta para hablar de la infancia.
¿Es la primera vez que abarca temas de infancia en su escritura?
Tengo 13 libros publicados, la mayoría son considerados literatura infantil y juvenil; de hecho, tengo otro de la misma colección de Tragaluz, que se llama 24 señales para descubrir un alien, y fue incluido en 2017 en esta lista. Me gusta moverme en este espacio, porque siento que es algo que nos interpela a todos. La infancia va más allá de lo que la gente piensa, va a lo filosófico, a lo poético, a la observación del mundo y a encontrarnos con esos fantasmas del pasado que no terminamos de procesar.
Me gusta que los libros reconozcan a los niños y las niñas como lectores críticos, y que no sean subestimados. En 24 señales trato de un tema de conflicto y posible violencia intrafamiliar, y el asunto de la separación, de sentirse distinto, y creo que estos puntos deben ser conversados con las infancias desde la adultez, con palabras que ellos usarían y que creo que estarían llenas de imaginación, humor y preguntas que nos hemos dejado de hacer.
¿Cuáles son esas preguntas para usted?
Preguntarse qué piensa el otro. Creemos que conocemos tanto que olvidamos al otro que piensa igual, al que piensa distinto, y no solo el humano, también en los animales y la naturaleza, que es algo con lo que los niños se sienten muy conectados.
¿Qué pasa por su mente a la hora de escribir?
Parte del ejercicio que hago sobre lo que he dejado de preguntarme, y sobre cómo me siento sobre ciertas circunstancias. Para no hacerlo autobiográfico, voy más allá a cosas que he leído y que he visto. “Albina” empecé a escribirlo cuando vivía en Nueva York, y veía este cambio de colores con las estaciones, cómo algunos de mis amigos experimentaban el divorcio, la separación de sus hijos, y trataba de ponerme en el lugar de ellos, ¿qué sentirán?, ¿qué pensarán de la distancia de sus seres queridos?, y es algo que yo también afrontaba en otro contexto. La pregunta es cómo convierto esta experiencia en algo con lo que cualquier lector se sienta identificado.
Sobre la experiencia personal, ¿hace una evaluación de lo que vivió para luego relatarlo?
Creo que el tema de la experiencia personal tiene que ver con preguntarme cuál es la nuez de lo que me pasa, ir más allá de la anécdota, encontrar la raíz universal, y no quedarme con mi punto de vista. Para escribir un libro necesito documentarme, charlar y leer.
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¿Para usted que significa la palabra escritura?
Es ponerle cuerpo al pensamiento.
¿Qué lección le ha dejado tener siempre a la mano lápiz y papel?
Las dos grandes lecciones que me ha dejado son, por un lado, leer. Conozco a muchas personas que sueñan con el oficio de la escritura, pero no leen. Por otro lado, es que todo es parte de un proceso que no siempre es feliz, es largo, tortuoso y está lleno de dudas, y entender también que todo eso pasará.