Justin Hurwitz: el compositor de los que tocan estrellas
Con piezas como "City of stars" o "Epilogue", Hurwitz logró que los espectadores de "La La Land" se entregaran a los sueños de una ciudad en la que los anhelos se ven posibles. Su música acompañó un filme que se encargó de mostrar el mundo como un lugar en el que soñar no es tan descabellado.
Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
"La La Land es un película ridícula, fantasiosa e inoportuna”, me dijo alguien cuando salí de la sala de cine absolutamente extasiada por lo que había acabado de sentir. Me lo dijo porque lo decepcioné cuando le comenté que me había encantado. Que no me decidía entre las ganas de llorar o las de morderme un dedo por la emoción que me produjo. También dijo que claro, que era obvio, que yo solo era una niña que creía en utopías y por eso, seguramente, también me las daba de revolucionaria. Yo recuerdo lo que dijo porque habría sido imposible no escucharlo en medio de toda esa indignación, pero no logró enfurecerme a mí. Mi cabeza seguía pensado en esos colores, esas coreografías, en ese final tan frustrante y resignado, pero, sobre todo, en esa música. Lo que me obsesionó de La La Land fue su música.
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"La La Land es un película ridícula, fantasiosa e inoportuna”, me dijo alguien cuando salí de la sala de cine absolutamente extasiada por lo que había acabado de sentir. Me lo dijo porque lo decepcioné cuando le comenté que me había encantado. Que no me decidía entre las ganas de llorar o las de morderme un dedo por la emoción que me produjo. También dijo que claro, que era obvio, que yo solo era una niña que creía en utopías y por eso, seguramente, también me las daba de revolucionaria. Yo recuerdo lo que dijo porque habría sido imposible no escucharlo en medio de toda esa indignación, pero no logró enfurecerme a mí. Mi cabeza seguía pensado en esos colores, esas coreografías, en ese final tan frustrante y resignado, pero, sobre todo, en esa música. Lo que me obsesionó de La La Land fue su música.
Los gestos de Justin Hurwitz, quien estuvo a cargo de la música de la película, son confusos. Su piel es blanca, tiene pelo negro y hace muecas cuando presiente que le tomarán alguna foto. Así queda en todas. En algunas logra sonreír con modestia y ahí, tal vez en esas, yo pude encontrar algo de lo que buscaba escuchando sus canciones. Me quedé horas fijándome en esos rasgos que encerraban lo que a mí no me dejaba pensar. Quería entender y mirar a través de los ojos del hombre que compuso City of stars o el Tema de Mía y Sebastián, los protagonistas de la película. No encontré mucho en mi exploración por su cara, pero si me enteré de sus caminos transitados.
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Hurwitz come sobre el piano, acomoda los recibos encima de cualquiera de sus bordes, lo limpia inútilmente ya que cinco segundos después debe ensuciarlo, y lo tiene en el centro de su sala, en el centro de su casa, en el centro de su vida. Lo embarra porque lo necesita, porque lo incorporó, porque el hecho de que no haya más muebles en la casa no le incomoda. Él solo necesita su instrumento y un lugar en el que rendirse de cansancio sea fácil. Sebastián, el personaje interpretado por Ryan Gosling, fue inspirado en él. Esa obsesión por componer del protagonista viene del hombre que se encerró durante ocho meses en una oficina continua a la del director y el guionista para pasarles música de cada una de las escenas. Para la construcción de ese personaje, los diseñadores de vestuario y de producción fueron a la casa de Hurwitz para registrarlo todo. Al final, según una entrevista publicada en el portal Plásticos y decibelios, alguien dijo que ese lugar se parecía a “un asilo de locos con un piano”. Entre Hurwitz y la música no hay distancias, no hay excusas, no hay puentes.
Además de componer para los guiones, se pensaron varias posibilidades, como las de ver cómo reaccionaban a la música los actores y cómo la música reaccionaba a ellos. Cada paso fue pensado desde antes de que se grabara Whiplash, película en la que Hurwitz también estuvo a cargo de la música. Fueron más de seis años hablando sobre cualquier mesa de cualquier bar, sobre lo grandes y rigurosos que querían llegar a ser en lo que les gustaba. Con el director del filme, Damien Chazelle, este compositor de 33 años compartió una habitación. Allí durmieron, trabajaron, se pelearon, se ignoraron y se volvieron a encontrar para llegar a un resultado como el de La La Land, la ciudad de los sueños.
Allí fueron encontrando las referencia musicales para cada personaje en particular durante la película. Así, con una canción, City of stars, representaron la forma en la que Sebastian percibía a Los Angeles, y la perspectiva de Mía sobre la ciudad, con Another day of sun y Someone in the crowd. Por último, el Tema de Mía y Sebastián fue una especie de híbrido con el que las escenas de sus mejores momentos como pareja fueron ambientadas. Ese tema lo tocó Sebastián con la mano derecha y un acompañamiento de la izquierda cuando se sintió completo por el amor de Mía. Cuando se separaron, la pieza solo fue tocada solamente por su mano derecha.
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El universo morado lleno de estrellas y calles solitarias en forma de escondite para encontrarse con cualquier amor, que se creó con la música de Hurwitz, se ve lejano, pero posible en este filme. La inexplicable sensación de posibilidades de esta película reivindica los musicales y las coreografías que salen de la nada. La hace capaz de abrirle las puertas y las ventanas a un hermetismo tan reforzado como el actual. Cuando vi La La Land, el mundo se hizo más grande y sus sonidos fueron más amables. La melodía de una obra que encaja con los anhelos de los que saben que sentirse drogado de pasión, amor, emoción o ilusión, es acercarse a esas estrellas que se narran en las canciones de Hurwitz.
Justin Hurwitz ensanchó el mundo con "La La Land"