Kent Francis, el archipiélago y los proyectos de reubicación voluntaria

Martha Gellhorn Hemingway, escritora y periodista norteamericana (1908/1998), considerada como una de las corresponsales de guerra más importantes del siglo xx, indicó cómo la gente a menudo dice con orgullo: “No me interesa la política”. Es lo mismo que si dijeran: “No me interesa mi calidad de vida, ni mi salud, ni mi trabajo, ni mis derechos, ni mi libertad, ni mi futuro, ni el futuro de nadie”.

“Si queremos tener algún control sobre nuestro mundo y nuestras vidas, concluye Martha Gellhorn, debe importarnos la política”.

Es la oportunidad para agradecer a El Espectador, el diario más antiguo de los que aún circulan en el país, desde hace ya 137 años, a la Fundación Color de Colombia, y a los co-oferentes: Academia Colombiana de Historia, Universidad Nacional-Sede Caribe, Banco de la República, el Consejo de la Autoridad Raizal, Teleislas y Cámara de Comercio de San Andrés y Providencia, por esta distinción que nos hacen.

En particular, quiero expresarles que el servicio público ha sido antorcha en nuestro camino, pero también luz para la colectividad con quienes compartimos tiempo y lugar.

Somos testigos de cómo en apenas siete décadas nuestro pueblo de anfitrión está siendo transformado en invitado a su propio territorio por los insuperables condicionamientos a la tradición ancestral, principalmente ante impactos poblacionales, económicos y sociales abruptos y dominantes que los remplaza.

Una amplia movilización cívica obtiene la inclusión de normas trascendentes en la Constitución para este territorio, como su artículo 310 y luego el Decreto 2762 de 1991, y, sin embargo, esos objetivos de atender especiales necesidades del archipiélago ante los cambios ambientales que anuncian daños irreversibles en los ecosistemas que deben ser protegidos, y el proceso migratorio al archipiélago, que son causa también de la sobrecarga poblacional, inhabilita la armonía requerida para la sostenibilidad de la Reserva de Biosfera Seaflower.

Justo hace un año, el señor presidente de la República reconocía la insostenible situación poblacional de la isla, y por el Ministerio del Interior se ha constituido un equipo interdisciplinario en donde estamos trabajando en la elaboración de propuestas que concluyan en la adopción de proyectos de reubicación voluntaria al continente colombiano, en condiciones dignas, a familias residentes en la isla.

En el tema hay aprendizajes de programas fallidos, pero este tiene el propósito de lograr una permanencia y estabilidad que dinamice un verdadero proceso de reducción en la densidad poblacional y en el reordenamiento territorial de la isla.

Nuestro archipiélago, con reconocidas cualidades naturales y ambientales, amenazado por el cambio climático, es fundamentalmente la extensión de Colombia en el gran Caribe. Por la cultura y el mar que nos unen, se quiere y se debe desarrollar la integración a partir de los pueblos originarios; esa diplomacia de abajo hacia los centros gubernamentales, llamada también subnacional, que nos permita alcanzar el aprovechamiento de las ventajas de la consanguineidad y la proximidad, en la legitimidad de los intereses vernáculos, y que recobre para nosotros ese protagonismo con que nos vinculamos a Colombia hace 200 años.

Ojalá sean El Espectador y sus aliados voceros de nuestras manifestaciones.

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Martha Gellhorn Hemingway, escritora y periodista norteamericana (1908/1998), considerada como una de las corresponsales de guerra más importantes del siglo xx, indicó cómo la gente a menudo dice con orgullo: “No me interesa la política”. Es lo mismo que si dijeran: “No me interesa mi calidad de vida, ni mi salud, ni mi trabajo, ni mis derechos, ni mi libertad, ni mi futuro, ni el futuro de nadie”.

“Si queremos tener algún control sobre nuestro mundo y nuestras vidas, concluye Martha Gellhorn, debe importarnos la política”.

Es la oportunidad para agradecer a El Espectador, el diario más antiguo de los que aún circulan en el país, desde hace ya 137 años, a la Fundación Color de Colombia, y a los co-oferentes: Academia Colombiana de Historia, Universidad Nacional-Sede Caribe, Banco de la República, el Consejo de la Autoridad Raizal, Teleislas y Cámara de Comercio de San Andrés y Providencia, por esta distinción que nos hacen.

En particular, quiero expresarles que el servicio público ha sido antorcha en nuestro camino, pero también luz para la colectividad con quienes compartimos tiempo y lugar.

Somos testigos de cómo en apenas siete décadas nuestro pueblo de anfitrión está siendo transformado en invitado a su propio territorio por los insuperables condicionamientos a la tradición ancestral, principalmente ante impactos poblacionales, económicos y sociales abruptos y dominantes que los remplaza.

Una amplia movilización cívica obtiene la inclusión de normas trascendentes en la Constitución para este territorio, como su artículo 310 y luego el Decreto 2762 de 1991, y, sin embargo, esos objetivos de atender especiales necesidades del archipiélago ante los cambios ambientales que anuncian daños irreversibles en los ecosistemas que deben ser protegidos, y el proceso migratorio al archipiélago, que son causa también de la sobrecarga poblacional, inhabilita la armonía requerida para la sostenibilidad de la Reserva de Biosfera Seaflower.

Justo hace un año, el señor presidente de la República reconocía la insostenible situación poblacional de la isla, y por el Ministerio del Interior se ha constituido un equipo interdisciplinario en donde estamos trabajando en la elaboración de propuestas que concluyan en la adopción de proyectos de reubicación voluntaria al continente colombiano, en condiciones dignas, a familias residentes en la isla.

En el tema hay aprendizajes de programas fallidos, pero este tiene el propósito de lograr una permanencia y estabilidad que dinamice un verdadero proceso de reducción en la densidad poblacional y en el reordenamiento territorial de la isla.

Nuestro archipiélago, con reconocidas cualidades naturales y ambientales, amenazado por el cambio climático, es fundamentalmente la extensión de Colombia en el gran Caribe. Por la cultura y el mar que nos unen, se quiere y se debe desarrollar la integración a partir de los pueblos originarios; esa diplomacia de abajo hacia los centros gubernamentales, llamada también subnacional, que nos permita alcanzar el aprovechamiento de las ventajas de la consanguineidad y la proximidad, en la legitimidad de los intereses vernáculos, y que recobre para nosotros ese protagonismo con que nos vinculamos a Colombia hace 200 años.

Ojalá sean El Espectador y sus aliados voceros de nuestras manifestaciones.

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