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Hace más de dos semanas, el cineasta Mohammad Rasoulof fue condenado en Irán a ocho años de prisión por tratar de cometer “crímenes contra la seguridad de su país”. Tras huir de su país, hoy desfiló por la alfombra roja de Cannes en un ejercicio de libertad largamente aplaudido.
Rasoulof huyó de su país en un viaje a través de las montañas, como él mismo mostró en un vídeo en Instagram. Llegó a Alemania y desde allí viajó a Francia, donde pudo reunirse con su hija, Baran, que vive en París.
El cineasta y su hija posaron ante los fotógrafos y las cámaras en la alfombra roja y después Rasolouf se hizo acompañar por la actriz Golshifteh Farahani, que también huyó de Irán, hace quince años, tras ser acusada de cooperar con la CIA.
Durante su paso por la alfombra, el cineasta portaba dos fotos con las imágenes de Soheila Golestani y Missagh Zareh, los protagonistas de The seed of the sacred fig -la película que presenta este viernes en Cannes-, que siguen en Irán y amenazados por haber colaborado con él.
Con una enorme sonrisa, Rasoulof pasó a continuación por la alfombra roja con los miembros de su equipo que han conseguido llegar al festival, entre los que estaban Mahsa Rostami o Setareh Maleki, mientras no paraba de mostrar las fotografías de Golestani y Zareh.
Una sonrisa que solo se le borró cuando se emocionó ante la larga ovación que le dedicaron dentro del Grand Théâtre Lumière los asistentes a la proyección de gala de su filme, que mañana presentará a la prensa.
Ganador del Oso de Oro de Berlín por La vida de los demás (2020) o del premio Una cierta mirada en Cannes con Lerd (2017), Rasoulof siempre se había negado a abandonar su país y todas sus películas fueron realizadas allí.
Pero “no quería volver a la cárcel”, como señaló hoy en declaraciones al diario francés Le Monde.
“Ya estuve antes. Estuve en régimen de aislamiento durante 40 días en una habitación tan grande como este sofá. Luego en celdas no mucho más grandes”, explicó.
Y aunque no hubo tortura física, “lo evitan con las personas que tienen acceso a los medios”, sí sufrió otros castigos. “Como no dejarte ir al baño durante horas, lo que significa que no te atreves a comer ni beber”, precisó.
En su estancia en prisión, el cineasta vio a gente a la que le habían cortado los dedos porque es una pena contemplada por la ley islámica para los ladrones. Pero inmediatamente después envían a los presos al hospital para que se los trasplanten de nuevo.
Al llegar a Cannes, Rasoulof quiso mostrar su apoyo “a todos los artistas en todo el mundo que sufren violencias y represalias por la expresión de su arte”, en una declaración facilitada por el festival.
El pasado 8 de mayo, un tribunal revolucionario iraní condenó a Rasoulof a ocho años de prisión, latigazos y la confiscación de sus propiedades por el delito de “colusión con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”.
“El motivo principal de esta sentencia es la firma de comunicados y la realización de películas y documentales que, de acuerdo con el tribunal, son ejemplos de colusión con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”, según explicó entonces el abogado del cineasta, Babak Paknia.