La alquimia musical de los Alcolirykoz
Esta noche, junto a la Orquesta Filarmónica de Cali, el grupo de rap de Medellín presentará su segundo concierto sinfónico. En entrevista para El Espectador, el director musical del evento explica cómo se fusionan el rap y la música clásica. Los tiempos del sol son perfectos.
Joseph Casañas Angulo
Ellos todo lo convierten en rap. En la canción “Házmelo rap”, Juan Fonnegra (Gambeta) recuerda que la cumbia y el tango pasaron por la alquimia de los Alcolirykoz. En “La típica”, Gustavo Adolfo (Fa-Zeta), el DJ de la agrupación de Medellín, hizo que el intro de “Cariñito” —himno de diciembre que canta Rodolfo Aicardi— vibrara acompasado con los sonidos del bombo y la caja. En “Todo lo bueno tarda”, Carlos Andrés Fonnegra (Kaztro), bajo el manto nostálgico de un soul rapero, insiste en que una cosa es descansar y otra es hacer pereza, que la muerte pasa como un bólido, que a cada día le llega su hora y que por eso es incumplido.
Un viaje por los seis álbumes de esta agrupación de rap colombiano es, a su vez, un repaso por los sonidos del mundo. De su mundo. Desde el mismo que hicieron que Aranjuez pasara de ser simplemente la comuna cuatro de Medellín a un lugar de culto para los amantes del rap en Colombia.
Desde ese rincón antioqueño de cables de luz con guayos colgados, donde huele a rimas, ron, problemas y brandi Domecq, Fa-zeta, Kaztro y Gambeta llevan más de veinte años modificando genéticamente la salsa, el bolero, el tango, el jazz, la música disco y hasta la de plancha, para que sus letras universales no pierdan nunca sus raíces. Que también son las nuestras.
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En 2019, a los Alcolirykoz se les abrió la puerta de un laboratorio musical inesperado cuando les propusieron hacer un concierto de rap sinfónico. Y como todo lo que tocan lo convierten en incienso, oro y “mi-rap”, en dos funciones y con el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín repleto, por primera vez doce de sus canciones fueron interpretadas con arreglos sinfónicos. En cada uno de los temas, los músicos Julio César Sierra y Juan Manuel Castañeda emplearon al menos dos semanas para que los arreglos encajaran en ese rompecabezas sonoro. Aquella vez Juan David Osorio dirigió a los músicos de la Sinfónica de Antioquia, quienes llevaron la música de los hijos de Luz Helena y Luz Marina no a otro nivel, pero sí a otros públicos.
Dos años después esa dosis de rap y música clásica tendrá una nueva cita. Esta noche en el Centro de Eventos Carpa la 50, en el oriente de Cali, la Orquesta Filarmónica de Cali y los Alcolirykoz presentarán “La calle y la carrera”, como se denomina este concierto. De nuevo Juan David Osorio, maestro en composición musical, será el director. El Espectador habló con él.
¿Cómo se fusionan esos lenguajes musicales que aparentemente son tan distantes?
“Se trabaja sobre las versiones que el público conoce. Sobre esa base, que es del trabajo que ha venido haciendo Alcolirykoz hace muchos años, se construye la versión orquestal. Es decir, la parte de ellos no se toca para nada, es lo mismo. Básicamente a la canción original se le monta encima un acompañamiento de la orquesta. De esa forma se logran integrar esos dos lenguajes”.
¿De qué forma la música clásica se puede alimentar de la música popular?
“Eso ha sucedido siempre en la historia de la música. Si uno va a la música de Beethoven, Mozart o Bach, entre otros compositores del canon que conocemos como música clásica, se encuentra con que todos se alimentaron de las músicas populares de su tiempo por la riqueza rítmica y sonora que en ellas se encontraba.
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Pasa lo mismo con la música popular. Hay muchos músicos que se han encontrado en la música clásica muchos elementos para enriquecer sus proyectos; un ejemplo es Queen, que tenía muchas influencias de músicos clásicos. En “Bohemian Rhapsody” se puede notar claramente”.
¿Cómo se evidencia ese intercambio musical en el caso de Alcolirykoz?
“En los efectos que utilizan en muchas de sus canciones. En las técnicas que acompañan sus temas hay asuntos que han sido tomados de la música académica o vienen de la música clásica: cuerdas sinfónicas o sintetizadores que imitan cuerdas de la orquesta.
Al menos para mí, no existe tal frontera entre la música clásica y la popular. Siempre está en constante retroalimentación. Muchas veces, los que se han dedicado a poner esas barreras son los mismos músicos, que encasillan lo que hacen en lo popular o lo clásico y así crean una barrera que realmente no existe”.
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Sin embargo, los públicos de una y otra son bien diferentes...
“Sí. Y por eso la importancia de este tipo de eventos en los que los públicos se fusionan. En el concierto que hicimos en Medellín noté algo interesante: vi a mucha gente a la que le gusta la música popular y también la música sinfónica; sin embargo, es poca la gente a la que le gusta la música clásica y también la popular, como el rap o el rock.
En este tipo de conciertos quienes nunca han tenido contacto con la música clásica quedan con la curiosidad de volver a un concierto de esas características. Por eso es interesante hacer estas fusiones de lenguajes musicales. Hay gente que no ha escuchado nunca una orquesta y esta es la oportunidad para que conozcan ese otro mundo”.
Al respecto Gambeta dice que para disfrutar de esta fusión es necesario romper los prejuicios. “No deja de sorprenderme escuchar y rapear letras que son tan callejeras mezcladas tan perfectamente con la Filarmónica. Es una buena sorpresa. Y para que salga lo mejor posible la clave está en no tener prejuicios. Ninguno de los dos mundos musicales debe tener esa intención. La música debe fluir y conservar los dos mundos, pero que convivan en uno solo”.
En este sentido, María del Mar Castaño Duque, maestra en interpretación histórica con énfasis en orquesta y música de cámara, quien tocará uno de los violines esta noche, dice que “este espacio enriquece tanto a la Orquesta Filarmónica como a Alcolirykoz por la riqueza del intercambio cultural. El público que irá al concierto es de género urbano. El círculo es mucho más amplio. Aún la música académica está muy encasillada y no despierta suficiente interés, pero estos espacios también sirven para que la gente sepa que existe una orquesta en Cali y que hay conciertos de temporada cada ocho o quince días”.
Horas antes de la entrevista, Alcolirykoz visitó a Siloé, la comuna 20 de Cali, uno de los territorios más golpeados por la violencia en el desarrollo del paro nacional
“Es muy importante lo que veo en los pelaos que lo reciben a uno. Están con muchas ganas de estar organizados, cuidándose entre ellos, con ganas de decir cosas por medio del arte. Se siente chimba eso. La música cobra el verdadero poder que tiene en los momentos más duros de la sociedad y el rap es pura representación. Y ayuda a decir un montón de cosas que la gente tiene atragantadas y que necesita decir. Lo que está pasando ha hecho que los pelaos no se sientan solos. Somos como ellos y estamos con ellos”, dice Gambeta.
En sus canciones AZ propone tratar de entender las complejidades de una sociedad desvencijada desde las preguntas más simples. Desde aquellas que buscan tener claros los para qué. Por eso le pregunto a Gambeta. ¿Por qué el rap? ¿Para qué el rap?
“Somos unos nerds del rap. Nos gusta investigar los nuevos sonidos. Eso es una chimba, nos parcharnos a tomar una pola pa’ escuchar lo nuevo del rap en español o lo nuevo de lo que se hace en Nueva York y eso nos da vida.
Nosotros, que somos tan enfermos por el rap, necesitamos 100% de esto. No se puede dejar de hacer algo de que se hace desde pelaito. El rap, una música tan del pueblo, a pesar de que pueda volverse comercial - que no tiene nada de malo - sigue siendo una música que sigue cuestionando privilegios, denunciando desigualdades, motivando preguntas. Eso no lo podemos dejar de hacer. Y es una chimba que los pelaos que están iniciando nos cuentan con su rap la versión de la historia desde su mirada. En Colombia el rap sigue conservando la pureza de su filosofía”.
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***
Las favoritas de Juan David Osorio
Intro y La Típica
“Es la canción con la que se abre el concierto Tiene una energía y una parte rítmica muy bien lograda y ejecutada”.
El Salón de la injusticia
“Musicalmente es muy interesante y la crítica social que hay en la letra de esa canción es tremenda. Me gusta mucho”.
Tararea
“Es la canción con la que cerramos. Me gusta porque se hace una fusión con la música disco de los 80 y resulta ser una suerte de triple fusión. Disco con rap y música sinfónica”.
Fruco y sus presos
“Me gusta la fusión musical y crítica social”.
Comediantes de velorio
“Uno se ríe mucho escuchándola. Un trasfondo satírico. Una realidad muy cruda, pero uno se ríe con la forma en la que ellos (Alcolirykoz) tramitan la canción”.
Ellos todo lo convierten en rap. En la canción “Házmelo rap”, Juan Fonnegra (Gambeta) recuerda que la cumbia y el tango pasaron por la alquimia de los Alcolirykoz. En “La típica”, Gustavo Adolfo (Fa-Zeta), el DJ de la agrupación de Medellín, hizo que el intro de “Cariñito” —himno de diciembre que canta Rodolfo Aicardi— vibrara acompasado con los sonidos del bombo y la caja. En “Todo lo bueno tarda”, Carlos Andrés Fonnegra (Kaztro), bajo el manto nostálgico de un soul rapero, insiste en que una cosa es descansar y otra es hacer pereza, que la muerte pasa como un bólido, que a cada día le llega su hora y que por eso es incumplido.
Un viaje por los seis álbumes de esta agrupación de rap colombiano es, a su vez, un repaso por los sonidos del mundo. De su mundo. Desde el mismo que hicieron que Aranjuez pasara de ser simplemente la comuna cuatro de Medellín a un lugar de culto para los amantes del rap en Colombia.
Desde ese rincón antioqueño de cables de luz con guayos colgados, donde huele a rimas, ron, problemas y brandi Domecq, Fa-zeta, Kaztro y Gambeta llevan más de veinte años modificando genéticamente la salsa, el bolero, el tango, el jazz, la música disco y hasta la de plancha, para que sus letras universales no pierdan nunca sus raíces. Que también son las nuestras.
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En 2019, a los Alcolirykoz se les abrió la puerta de un laboratorio musical inesperado cuando les propusieron hacer un concierto de rap sinfónico. Y como todo lo que tocan lo convierten en incienso, oro y “mi-rap”, en dos funciones y con el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín repleto, por primera vez doce de sus canciones fueron interpretadas con arreglos sinfónicos. En cada uno de los temas, los músicos Julio César Sierra y Juan Manuel Castañeda emplearon al menos dos semanas para que los arreglos encajaran en ese rompecabezas sonoro. Aquella vez Juan David Osorio dirigió a los músicos de la Sinfónica de Antioquia, quienes llevaron la música de los hijos de Luz Helena y Luz Marina no a otro nivel, pero sí a otros públicos.
Dos años después esa dosis de rap y música clásica tendrá una nueva cita. Esta noche en el Centro de Eventos Carpa la 50, en el oriente de Cali, la Orquesta Filarmónica de Cali y los Alcolirykoz presentarán “La calle y la carrera”, como se denomina este concierto. De nuevo Juan David Osorio, maestro en composición musical, será el director. El Espectador habló con él.
¿Cómo se fusionan esos lenguajes musicales que aparentemente son tan distantes?
“Se trabaja sobre las versiones que el público conoce. Sobre esa base, que es del trabajo que ha venido haciendo Alcolirykoz hace muchos años, se construye la versión orquestal. Es decir, la parte de ellos no se toca para nada, es lo mismo. Básicamente a la canción original se le monta encima un acompañamiento de la orquesta. De esa forma se logran integrar esos dos lenguajes”.
¿De qué forma la música clásica se puede alimentar de la música popular?
“Eso ha sucedido siempre en la historia de la música. Si uno va a la música de Beethoven, Mozart o Bach, entre otros compositores del canon que conocemos como música clásica, se encuentra con que todos se alimentaron de las músicas populares de su tiempo por la riqueza rítmica y sonora que en ellas se encontraba.
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Pasa lo mismo con la música popular. Hay muchos músicos que se han encontrado en la música clásica muchos elementos para enriquecer sus proyectos; un ejemplo es Queen, que tenía muchas influencias de músicos clásicos. En “Bohemian Rhapsody” se puede notar claramente”.
¿Cómo se evidencia ese intercambio musical en el caso de Alcolirykoz?
“En los efectos que utilizan en muchas de sus canciones. En las técnicas que acompañan sus temas hay asuntos que han sido tomados de la música académica o vienen de la música clásica: cuerdas sinfónicas o sintetizadores que imitan cuerdas de la orquesta.
Al menos para mí, no existe tal frontera entre la música clásica y la popular. Siempre está en constante retroalimentación. Muchas veces, los que se han dedicado a poner esas barreras son los mismos músicos, que encasillan lo que hacen en lo popular o lo clásico y así crean una barrera que realmente no existe”.
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Sin embargo, los públicos de una y otra son bien diferentes...
“Sí. Y por eso la importancia de este tipo de eventos en los que los públicos se fusionan. En el concierto que hicimos en Medellín noté algo interesante: vi a mucha gente a la que le gusta la música popular y también la música sinfónica; sin embargo, es poca la gente a la que le gusta la música clásica y también la popular, como el rap o el rock.
En este tipo de conciertos quienes nunca han tenido contacto con la música clásica quedan con la curiosidad de volver a un concierto de esas características. Por eso es interesante hacer estas fusiones de lenguajes musicales. Hay gente que no ha escuchado nunca una orquesta y esta es la oportunidad para que conozcan ese otro mundo”.
Al respecto Gambeta dice que para disfrutar de esta fusión es necesario romper los prejuicios. “No deja de sorprenderme escuchar y rapear letras que son tan callejeras mezcladas tan perfectamente con la Filarmónica. Es una buena sorpresa. Y para que salga lo mejor posible la clave está en no tener prejuicios. Ninguno de los dos mundos musicales debe tener esa intención. La música debe fluir y conservar los dos mundos, pero que convivan en uno solo”.
En este sentido, María del Mar Castaño Duque, maestra en interpretación histórica con énfasis en orquesta y música de cámara, quien tocará uno de los violines esta noche, dice que “este espacio enriquece tanto a la Orquesta Filarmónica como a Alcolirykoz por la riqueza del intercambio cultural. El público que irá al concierto es de género urbano. El círculo es mucho más amplio. Aún la música académica está muy encasillada y no despierta suficiente interés, pero estos espacios también sirven para que la gente sepa que existe una orquesta en Cali y que hay conciertos de temporada cada ocho o quince días”.
Horas antes de la entrevista, Alcolirykoz visitó a Siloé, la comuna 20 de Cali, uno de los territorios más golpeados por la violencia en el desarrollo del paro nacional
“Es muy importante lo que veo en los pelaos que lo reciben a uno. Están con muchas ganas de estar organizados, cuidándose entre ellos, con ganas de decir cosas por medio del arte. Se siente chimba eso. La música cobra el verdadero poder que tiene en los momentos más duros de la sociedad y el rap es pura representación. Y ayuda a decir un montón de cosas que la gente tiene atragantadas y que necesita decir. Lo que está pasando ha hecho que los pelaos no se sientan solos. Somos como ellos y estamos con ellos”, dice Gambeta.
En sus canciones AZ propone tratar de entender las complejidades de una sociedad desvencijada desde las preguntas más simples. Desde aquellas que buscan tener claros los para qué. Por eso le pregunto a Gambeta. ¿Por qué el rap? ¿Para qué el rap?
“Somos unos nerds del rap. Nos gusta investigar los nuevos sonidos. Eso es una chimba, nos parcharnos a tomar una pola pa’ escuchar lo nuevo del rap en español o lo nuevo de lo que se hace en Nueva York y eso nos da vida.
Nosotros, que somos tan enfermos por el rap, necesitamos 100% de esto. No se puede dejar de hacer algo de que se hace desde pelaito. El rap, una música tan del pueblo, a pesar de que pueda volverse comercial - que no tiene nada de malo - sigue siendo una música que sigue cuestionando privilegios, denunciando desigualdades, motivando preguntas. Eso no lo podemos dejar de hacer. Y es una chimba que los pelaos que están iniciando nos cuentan con su rap la versión de la historia desde su mirada. En Colombia el rap sigue conservando la pureza de su filosofía”.
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Las favoritas de Juan David Osorio
Intro y La Típica
“Es la canción con la que se abre el concierto Tiene una energía y una parte rítmica muy bien lograda y ejecutada”.
El Salón de la injusticia
“Musicalmente es muy interesante y la crítica social que hay en la letra de esa canción es tremenda. Me gusta mucho”.
Tararea
“Es la canción con la que cerramos. Me gusta porque se hace una fusión con la música disco de los 80 y resulta ser una suerte de triple fusión. Disco con rap y música sinfónica”.
Fruco y sus presos
“Me gusta la fusión musical y crítica social”.
Comediantes de velorio
“Uno se ríe mucho escuchándola. Un trasfondo satírico. Una realidad muy cruda, pero uno se ríe con la forma en la que ellos (Alcolirykoz) tramitan la canción”.