La artista serbia Marina Abramovic en el Museo de Arte Contemporáneo de Belgrado.
Foto: ANDREJ CUKIC-EFE
Estoica e intimidante la mujer serbia no mostraba emoción alguna mientras extraño tras extraño se sentaba frente a ella, separados por una mesa de madera a dos metros de distancia. Con su melena negra recogida en una trenza y un vestido rojo largo, la artista estuvo sentada durante horas bajando la cabeza cuando un visitante se iba y otro llegaba. A la mesa se acercó un hombre de ojos azules y vestido de negro, cuando ella abrió los ojos su semblante cambió por unos segundos y se convirtió en una sonrisa parecida a la de la Mona Lisa.
Por Andrea Jaramillo Caro
Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com