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La atemporalidad de Pharmakon

Alejandra Borrero, actriz principal de la obra basada en la última etapa de vida de Carlos Mayolo, habló sobre la reinvención de su teatro y de la importancia que tiene esta pieza en su vida.

Andrés Osorio Guillott
16 de noviembre de 2021 - 02:14 p. m.
Pharmakon: un diálogo entre un paciente farmacodependiente y un médico en una clínica psiquiátrica. Una sola actuación de Borrero y un texto que viene de Carlos Mayolo y que dirigió Sandro Romero Rey.
Pharmakon: un diálogo entre un paciente farmacodependiente y un médico en una clínica psiquiátrica. Una sola actuación de Borrero y un texto que viene de Carlos Mayolo y que dirigió Sandro Romero Rey.
Foto: Casa E Borrero
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Casa E Borrero, el nombre con el que se volvieron a abrir las puertas en el teatro ubicado en el Parkway, en Bogotá, tiene a Pharmakon en temporada, una obra que lleva más de 300 funciones, ha sido una especie de amuleto para este espacio y es siempre un homenaje a Carlos Mayolo, director de cine que hizo parte del famoso grupo de Caliwood.

“Mayolo fue un hombre que enseñó a amar y a actuar. Mayolo te daba diez claves y si cogías dos con eso hacías una buena escena. Me enseñó mucho en medio de la locura, de la risa. Fue un gran amigo. La última vez que lo vi lloré mucho al notar el estado en el que estaba, pero que me dijera que era su ángel de la guarda me obligó a buscar la manera de montar la obra. Sandro con su genialidad y capacidad de poner a hombres como Carlos Mayolo y Poncho Ospina acercó a la gente”, contó Alejandra Borrero recordando la amistad que tuvo con el director caleño, quien padeció en sus últimos años de episodios de demencia.

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Un diálogo entre un paciente farmacodependiente y un médico en una clínica psiquiátrica. Una sola actuación de Borrero y un texto que viene de Carlos Mayolo y que dirigió Sandro Romero Rey. Una obra intensa que retrata la fragilidad de un ser humano, que expone de nuevo el dolor como el elemento que más puede definir nuestra condición, que deja escapar los miedos, la ansiedad, la nostalgia y hasta la desesperanza frente a la muerte.

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“Pharmakon es una obra atemporal que siempre podrá estar en el escenario. Tiene un texto que es imposible de emular porque está hecho por un gran director, pero además en un momento de su vida muy difícil cuando experimentó delirium tremens en una clínica mientras trataba de limpiarse de todo lo que lo estaba matando en ese momento. Pharmakon es una bomba de tiempo que cada vez que la presento me ilusiona al ver cómo toca a la gente, cómo la gente pasa del llanto a la risa, cómo habla de lo que somos profundamente los seres humanos. Por supuesto el contexto es Mayolo en medio de las drogas, pero él era un hombre tan genial que realmente retrata de una manera preciosa lo que es la vida de una persona que se siente de alguna forma aburrida de su existencia, vacía. Las drogas formaron parte de su bienestar. Y bueno, con Pharmakon abrimos la Casa, es como la llave de la buena suerte y por eso quería que estuviera en esta primera franja. Y para mí volver al escenario fue algo emocionante, no tengo casi palabras para describir la felicidad que me produjo estar ahí después de tanto tiempo”, dijo Borrero.

Son más de 300 funciones de Pharmakon. Cada una de ellas ha tenido algo especial y con el pasar de los años y de las temporadas Alejandra Borrero logra reconocer que en esencia la obra se mantiene, pero sí ha cambiado la manera en que ella la vive, hay más consciencia sobre la vida y las palabras que le dejó Mayolo y el duelo por la pérdida de su amigo en 2007 es distinto. “La pieza ha cambiado bastante. Al principio la hacía con mucho dolor, era un recuerdo muy cercano de él, pensando en cómo le hubiera gustado a él verla. Todos esos sentimientos del duelo han ido cambiando. Para mí es un privilegio recordar a mi amigo y hacerle este homenaje cada día porque él fue mi gran maestro de la vida, nunca le dijo algo desobligante a alguien, siempre tuvo amor y ternura. Nunca le he cambiado algo a lo que escribió Sandro, pero sí hay cosas que me tocan más o menos, y es muy interesante ver cómo después de 300 funciones cada presentación es como si fuera la primera. Cada vez que abro el telón y empiezo siento regocijo y respeto por ese trabajo tan bello que hicimos”.

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En obras que se centran en el dolor existe el riesgo de re-victimizar al personaje, incluso podría caerse en un discurso lastimero, pero Pharmakon evade ambos elementos y se centra en las inquietudes de alguien que no deja de preguntarse entre el delirio y el dolor por el sentido de la vida, por el absurdo de cuestionarse la existencia. “Muchas veces ocurrió que estábamos haciendo la obra y se caían cosas en el escenario, sucedían cosas con las cuales Mayolo y yo decíamos: “ah, okay Mayolo, entonces mejor lo hacemos así”. Y realmente Mayolo estuvo ahí dirigiendo parte de lo que sucede en la obra. Nos hubiera halado las patas donde hubiéramos hecho una obra lloriqueta y lastimera sobre su vida. Pese a su dolor se gozó la vida como nadie, como le dio la gana hasta el final. Cada día aprendo y lo entiendo más cuando leo el texto. Él siempre quiso anular esa parte de su infancia en la que estuvo enfermo, tomando jarabes de codeina, que producían una especie de borrachera. Pero más allá de eso, su manera de ver la vida, cómo del llanto se pasa a la risa. La vida nunca es una sola y la obra es un retrato de eso, de la época”.

Borrero se emociona de contar siempre con ese amuleto que es Pharmakon, y se emociona de volver tras la incertidumbre que nos arropó a todos con la llegada de la pandemia. Reabrir las puertas de su teatro, ahora con otro nombre, es volver a la emoción y la energía de un recinto lleno, de los aplausos, de las miradas expectantes. “Lo primero que sucedió es que creíamos que íbamos a poder reabrir a los dos, tres, cuatro o cinco meses, y esta zozobra fue horrorosa. Yo me reí cuando dijeron que esto tardaría dos años. Ese momento tan difícil de cerrar la casa, esa última función que tuvimos fue lleno completo y ver lo que se venía fue algo devastador. Yo casi no podía ir casi a la casa y ver esa silletería vacía. Un actor no existe si no tiene su público. Cuando hablamos de cerrar Casa E y vender la casa me escribían y me decían que se les rompía el corazón, y yo entendía, pero también había que comprender que era imposible sostener un espacio como este en ese contexto. Mantuvimos el Arlequín y estamos empezando de cero, como muchos en este país, volviendo a renacer de las cenizas como el Ave Fénix, volviendo a abrir las alas al lado de amigos y gente que apoya a la casa. Casa E Borrero es un concepto y vamos a innovar para el próximo año”.

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