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La bailarina italiana Carla Fracci murió a los 84 años

La bailarina y coreógrafa italiana Carla Fracci, que actuó con Rudolf Nuréyev y Vladímir Vasíliev, entre otros bailarines más, murió a los 84 años en su casa en Milán, ciudad donde comenzó su carrera en el Teatro de la Scala.

27 de mayo de 2021 - 09:45 p. m.
Carla Fracci actuó con las más importantes compañías de danza clásica, entre ellas el London Festival Ballet, Royal Ballet, Stuttgart Ballet, Royal Swedish Ballet y American Ballet Theatre, entre otras más.
Carla Fracci actuó con las más importantes compañías de danza clásica, entre ellas el London Festival Ballet, Royal Ballet, Stuttgart Ballet, Royal Swedish Ballet y American Ballet Theatre, entre otras más.
Foto: AWAD AWAD / AFP
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“El Teatro La Scala anuncia conmovido la muerte de Carla Fracci en su casa de Milán. El teatro, la ciudad y la danza pierden a una figura histórica y legendaria, que ha dejado una huella muy fuerte en nuestra identidad y que dio una contribución fundamental al prestigio de la cultura italiana en el mundo”, anunció el teatro milanés.

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Nacida en Milán, el 20 de agosto de 1936, Fracci estudió en la escuela de danza del Teatro La Scala de Milán, convirtiéndose desde 1958 en su principal bailarina. Célebre por sus papeles en Romeo y Julieta, de John Cranko, y en Don Giovanni, de Leonid Massine, actuó con las más importantes compañías de danza clásica, entre ellas el London Festival Ballet, Royal Ballet, Stuttgart Ballet, Royal Swedish Ballet y American Ballet Theatre, entre otras más.

Delgada, delicada, vestida siempre de blanco, Carla Fracci fue descrita como “la eterna niña danzante” por el poeta y Premio Nobel italiano Eugenio Montale. Charles Chaplin le confesó en una ocasión: “Eres espléndida”, como contó ella misma en varias ocasiones.

En el curso de su larga carrera, pisó los escenarios más prestigiosos del mundo, viajó incansablemente y recibió premios y ovaciones en todas partes. Asimismo, bailó con bailarines de la talla de Nuréyev, Vasíliev y Baryshnikov, hasta con el joven Roberto Bolle. Entre los espectáculos que quedarán en la memoria colectiva figura su interpretación de Giselle, con la que pasó a la historia de la danza por la fuerza que le dio a los papeles femeninos.

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“Crecí entre campesinos, cerca a Cremona, libre, entre mucho afecto y necesidades concretas. Y es por eso que tengo los pies bien plantados en la tierra, por mis raíces”, confesó en una de sus entrevistas concedidas a la televisión italiana.

Un mito de la danza

“Se fue un monumento nacional, un mito de la danza”, escribió el diario La Repubblica al dar la noticia. “La más grande. Divina y eterna. Llena de amor por la danza, de nuevos proyectos, de ideas para toda la vida, con la ilusión de una veinteañera. El mundo de la cultura de Italia te estará agradecida por siempre”, reaccionó en un tuit el ministro de Cultura, Dario Franceschini.

La bailarina murió de un tumor diagnosticado desde hace tiempo. El Teatro de La Scala dispuso la cámara ardiente y el sábado se celebrará su funeral en la iglesia de San Marcos de Milán.

Fracci mantuvo una estrecha relación con el teatro milanés que la formó, pese a algunos altibajos. Entre sus últimas apariciones ante el público figura la clase magistral impartida el 28 y el 29 de enero con bailarines de La Scala, a la que se puede acceder a través internet.

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Casada desde 1964 con el director de teatro Beppe Menegatti, con quien tuvo un hijo, Francesco, algo poco común para una bailarina, fue elegida en 1981 “Prima ballerina assoluta” por el New York Times. “Ella desmitificó la figura de la bailarina clásica gracias a sus incursiones en el cine, en la televisión, en la publicidad. Antes de ella, este era un arte para muy pocos: se merece el enorme mérito de haber ampliado el público de la danza, experimentando y sin importarle las críticas de los puristas”, comentó Bolle, quien debutó muy joven con ella, a RaiNews.

Fracci fue también directora del ballet de la Arena de Verona de 1995 a 1997, y luego del Ballet de la Ópera de Roma en 2002. Debido a su fama, en octubre de 2004, fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación para sus campañas contra el hambre en el mundo.

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