La belleza invisible de El Salvador
Hace poco leí en un periódico la lista de los “10 países más peligrosos para viajar”. Los primeros puestos estaban ocupados por Colombia, México y El Salvador. Nací en el primero, viví en el segundo y me enamoré del tercero, así que supongo que todo es relativo, y que las cifras no son más que números útiles para asustar.
Natalia Méndez Sarmiento/ @cuentosdemochila
No es cuestión de mentirnos e ignorar lo que sucede, escondiendo la realidad tras una cortina de aparente bienestar, es más bien un despertar hacia la visión de lo positivo. Esa es una de las razones por las que estoy en constante movimiento, porque viajar azota los tabúes y golpea los miedos. Los viajes son una oportunidad para reconciliarse con el mundo.
La razón por la que contesto: “El Salvador”, cuando me preguntan qué país me sorprendió, es porque estoy ansiosa de contarles que en este lugar al que muchos temen, encontré de todo menos el peligro latente del que suelen hablar. ¿Qué hay en El Salvador que se vuelve encantador?”
Este país es coqueto con los extranjeros. Jamás me habían tratado tan bien los agentes de migración en otra frontera, por lo general mi pasaporte colombiano genera algo de xenofobia en los uniformados. “¿Colombiana?” ¡Bienvenida! que placer contar con su visita”. Sellaron una hoja y me entregaron un mapa de todas las rutas turísticas que podría hacer.
Estas rutas están diseñadas para desplazarse fácilmente por carretera entre un lugar y otro, y cada una comprende varios puntos que poseen algún atractivo. Como el “Pulgarcito de América” (así suelen llamarle) es tan pequeño, no es imposible completar alguno de estos circuitos en poco tiempo.
Para empezar a conocer las posibilidades de hacer turismo en El Salvador, es justo saber de qué se tratan algunas de estas:
Ruta Arqueológica: Aunque su inmenso vecino Guatemala es conocido por las ruinas mayas, El Salvador no se queda atrás. Allí también habitaron pueblos de esta civilización. Por ende, existen diferentes yacimientos de 1200 años de antigüedad, donde es posible apreciar las “canchas” del juego de pelota, pirámides y grandes templos ceremoniales.
Ruta de las Mil Cumbres: Esta comprende diversos puntos desde el mar hasta la sierra. Un recorrido para conocer la belleza natural del país, pasando por manglares, playas y volcanes. Es como una ruta verde, se viaja por bosques diversos en aves, monos y mariposas, y por lagunas color esmeralda debido a la concentración de azufre en los volcanes.
Ruta Artesanal: Como bien lo dice su nombre, se trata de un circuito para conectar lugares donde los artesanos nativos desarrollan al máximo su potencial. Se trata de conocer El Salvador desde su cultura, de hacer contacto con el trabajo artesanal en barro, madera y textiles, así como con las personas que lo elaboran.
Ruta de los Volcanes: El Salvador se encuentra justo en el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde dos grandes placas generan un relieve volcánico. Esto hace que haya un circuito diseñado para conocer los volcanes que se encuentran a lo largo del país. Si se tiene un espíritu aventurero, es posible subir a muchos de estos por senderos diseñados para tal fin, si no es así, también se puede admirar la imponencia de estos monstruos de fuego desde sus faldas.
Ruta de la Paz: El Salvador tiene una historia de violencia, tras varios años de guerra civil en los años ochenta. Las poblaciones que fueron más afectadas por esta guerra, conforman ahora la Ruta de la Paz. Es un recorrido simbólico por lugares que en la actualidad gozan de tranquilidad, y que al paso de los años se han ido transformando.
Además de conocer la historia reciente de El Salvador, también es posible caminar por senderos con cascadas, ríos, y acercarse a la cultura ancestral Lenca, pues aún se conservan las raíces indígenas en estas poblaciones.
Ruta Sol y Playa: El Pacífico salvadoreño es perfecto para los amantes del surf, por las inmensas olas que chocan contra la arena negra de algunas playas. Hay una infinidad de destinos por visitar si se decide hacer esta ruta, ya que a lo largo de toda la costa hay diversos pueblos rústicos que se visten de color y tranquilidad.
Ruta de las Flores: Es tal vez una de los circuitos más conocidos, por los cinco pueblos coloniales que abarca, típicos de Latinoamérica: balcones adornados, adoquín, pintura descascarada en las paredes, una gran iglesia, el mercado y la gente.
Estas rutas, aunque turísticas, no están invadidas por franquicias, restaurantes internacionales o grandes emporios, como suele suceder con destinos más conocidos en el mundo. Estas son una oportunidad para vivir a cabalidad la cultura salvadoreña. No es un país pretensioso, es sencillo, casero, es como un inmenso hogar.
Por otro lado, la amabilidad de los habitantes del “Pulgarcito” es inigualable. Para los más aventureros, viajar a dedo en El Salvador es muy fácil, basta con pararse en la carretera para que en diez minutos uno ya esté subido en un auto, todos están dispuestos a dar y además, sienten curiosidad por los pocos viajeros que los visitan, al final, el turista se convierte en el atractivo.
Siempre se recibe ayuda allí, por ejemplo, un día en que no tenía hospedaje me prestaron las llaves de un museo en el pueblo de Nahuizalco para dormir. Están ansiosos de escuchar historias de otros países y contar las suyas; se sientan fácilmente a conversar, a compartir, a regalar su mejor sonrisa; basta con preguntar que es el atole o la pupusa, para que le regalen una.
Por cierto, comer en El Salvador es un éxtasis para el paladar. La mayoría de recetas están elaboradas a base de maíz. En lo personal recomiendo las pupusas, que son una especia de tortilla – arepa (ni tan delgadas ni tan gruesas), algunas de maíz y otras de arroz. Están rellenas de lo que el comensal prefiera: frijoles, queso, carnes, loroco, chicharrón… Sirven tres o hasta cinco por un dólar, dependiendo el lugar donde se pidan. Se suele pensar que un país donde se maneja el dólar estadounidense como moneda local es muy costoso, El Salvador no, otra razón para visitarlo si el presupuesto para el viaje no es muy alto.
Este país y su gente sonríen, agradecen que los extranjeros visiten un lugar que guarda una belleza invisible para el mundo. Andar con precaución, siempre. No hablo solo de El Salvador, hablo de la esquina de su casa, pero nada tiene que ver la precaución y la sensatez con el miedo.
Déjese sorprender de los destinos más impensables, si es colombiano, sabrá entender que una cosa es la que pintan y otra la que es.
No es cuestión de mentirnos e ignorar lo que sucede, escondiendo la realidad tras una cortina de aparente bienestar, es más bien un despertar hacia la visión de lo positivo. Esa es una de las razones por las que estoy en constante movimiento, porque viajar azota los tabúes y golpea los miedos. Los viajes son una oportunidad para reconciliarse con el mundo.
La razón por la que contesto: “El Salvador”, cuando me preguntan qué país me sorprendió, es porque estoy ansiosa de contarles que en este lugar al que muchos temen, encontré de todo menos el peligro latente del que suelen hablar. ¿Qué hay en El Salvador que se vuelve encantador?”
Este país es coqueto con los extranjeros. Jamás me habían tratado tan bien los agentes de migración en otra frontera, por lo general mi pasaporte colombiano genera algo de xenofobia en los uniformados. “¿Colombiana?” ¡Bienvenida! que placer contar con su visita”. Sellaron una hoja y me entregaron un mapa de todas las rutas turísticas que podría hacer.
Estas rutas están diseñadas para desplazarse fácilmente por carretera entre un lugar y otro, y cada una comprende varios puntos que poseen algún atractivo. Como el “Pulgarcito de América” (así suelen llamarle) es tan pequeño, no es imposible completar alguno de estos circuitos en poco tiempo.
Para empezar a conocer las posibilidades de hacer turismo en El Salvador, es justo saber de qué se tratan algunas de estas:
Ruta Arqueológica: Aunque su inmenso vecino Guatemala es conocido por las ruinas mayas, El Salvador no se queda atrás. Allí también habitaron pueblos de esta civilización. Por ende, existen diferentes yacimientos de 1200 años de antigüedad, donde es posible apreciar las “canchas” del juego de pelota, pirámides y grandes templos ceremoniales.
Ruta de las Mil Cumbres: Esta comprende diversos puntos desde el mar hasta la sierra. Un recorrido para conocer la belleza natural del país, pasando por manglares, playas y volcanes. Es como una ruta verde, se viaja por bosques diversos en aves, monos y mariposas, y por lagunas color esmeralda debido a la concentración de azufre en los volcanes.
Ruta Artesanal: Como bien lo dice su nombre, se trata de un circuito para conectar lugares donde los artesanos nativos desarrollan al máximo su potencial. Se trata de conocer El Salvador desde su cultura, de hacer contacto con el trabajo artesanal en barro, madera y textiles, así como con las personas que lo elaboran.
Ruta de los Volcanes: El Salvador se encuentra justo en el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde dos grandes placas generan un relieve volcánico. Esto hace que haya un circuito diseñado para conocer los volcanes que se encuentran a lo largo del país. Si se tiene un espíritu aventurero, es posible subir a muchos de estos por senderos diseñados para tal fin, si no es así, también se puede admirar la imponencia de estos monstruos de fuego desde sus faldas.
Ruta de la Paz: El Salvador tiene una historia de violencia, tras varios años de guerra civil en los años ochenta. Las poblaciones que fueron más afectadas por esta guerra, conforman ahora la Ruta de la Paz. Es un recorrido simbólico por lugares que en la actualidad gozan de tranquilidad, y que al paso de los años se han ido transformando.
Además de conocer la historia reciente de El Salvador, también es posible caminar por senderos con cascadas, ríos, y acercarse a la cultura ancestral Lenca, pues aún se conservan las raíces indígenas en estas poblaciones.
Ruta Sol y Playa: El Pacífico salvadoreño es perfecto para los amantes del surf, por las inmensas olas que chocan contra la arena negra de algunas playas. Hay una infinidad de destinos por visitar si se decide hacer esta ruta, ya que a lo largo de toda la costa hay diversos pueblos rústicos que se visten de color y tranquilidad.
Ruta de las Flores: Es tal vez una de los circuitos más conocidos, por los cinco pueblos coloniales que abarca, típicos de Latinoamérica: balcones adornados, adoquín, pintura descascarada en las paredes, una gran iglesia, el mercado y la gente.
Estas rutas, aunque turísticas, no están invadidas por franquicias, restaurantes internacionales o grandes emporios, como suele suceder con destinos más conocidos en el mundo. Estas son una oportunidad para vivir a cabalidad la cultura salvadoreña. No es un país pretensioso, es sencillo, casero, es como un inmenso hogar.
Por otro lado, la amabilidad de los habitantes del “Pulgarcito” es inigualable. Para los más aventureros, viajar a dedo en El Salvador es muy fácil, basta con pararse en la carretera para que en diez minutos uno ya esté subido en un auto, todos están dispuestos a dar y además, sienten curiosidad por los pocos viajeros que los visitan, al final, el turista se convierte en el atractivo.
Siempre se recibe ayuda allí, por ejemplo, un día en que no tenía hospedaje me prestaron las llaves de un museo en el pueblo de Nahuizalco para dormir. Están ansiosos de escuchar historias de otros países y contar las suyas; se sientan fácilmente a conversar, a compartir, a regalar su mejor sonrisa; basta con preguntar que es el atole o la pupusa, para que le regalen una.
Por cierto, comer en El Salvador es un éxtasis para el paladar. La mayoría de recetas están elaboradas a base de maíz. En lo personal recomiendo las pupusas, que son una especia de tortilla – arepa (ni tan delgadas ni tan gruesas), algunas de maíz y otras de arroz. Están rellenas de lo que el comensal prefiera: frijoles, queso, carnes, loroco, chicharrón… Sirven tres o hasta cinco por un dólar, dependiendo el lugar donde se pidan. Se suele pensar que un país donde se maneja el dólar estadounidense como moneda local es muy costoso, El Salvador no, otra razón para visitarlo si el presupuesto para el viaje no es muy alto.
Este país y su gente sonríen, agradecen que los extranjeros visiten un lugar que guarda una belleza invisible para el mundo. Andar con precaución, siempre. No hablo solo de El Salvador, hablo de la esquina de su casa, pero nada tiene que ver la precaución y la sensatez con el miedo.
Déjese sorprender de los destinos más impensables, si es colombiano, sabrá entender que una cosa es la que pintan y otra la que es.