La Berlinale, salpicada de nazismo
Faltando pocos días para el inicio de la 70° edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, sale a la luz el pasado nazi de Alfred Bauer, primer director de esa cita cinematográfica y cuyo nombre lleva uno de los premios más importantes del festival.
Janina Pérez Arias
Lidiar con el pasado no es tarea fácil y menos cuando se trata de Alemania y los estragos del Nacional Socialismo. La Berlinale, una de las citas cinematográficas más relevantes, se confronta con ese pasado, concretamente con el de su primer director, Alfred Bauer.
A pocas horas de revelar los filmes que competirán en la 70 edición del festival que se celebrará desde el 20 de febrero al 2 de marzo, el barco empezó a hacer aguas al darse a conocer que sería publicado al día siguiente en el periódico semanal Die Zeit un amplio y revelador reportaje sobre el pasado de Alfred Bauer, cuyo nombre lleva uno de los premios más importantes del festival.
Bauer (1911-1986), abogado de profesión y entusiasta del cine, quien fuera el primer director de la Berlinale (entre 1951 y 1976), habría hecho malabares para ocultar no solamente su afiliación al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (siglas en alemán NSDAP) y a las Secciones de Asalto (SA, milicia del partido), sino también su posición (real y de gran influencia) en el llamado Reichsfilmintendanz (Oficina de Cine del III Reich) desde 1942. Considerada como una dependencia del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, desde allí Bauer contribuía a la eliminación del judaísmo en la cultura germana (Entjuden), como también decidía, vetaba o daba luz verde a proyectos cinematográficos, pero sobre todo (siendo este el factor agravante ) determinaba quién seguiría trabajando en el cine, a quién se enviaría a laborar a la industria armamentística y quiénes irían a la guerra.
“Alfred Bauer es un vehemente hombre de las SA”, figura en el Archivo Federal de Alemania apostado en Berlín, donde la autora Katja Nicodemus pudo constatar la información con la que casualmente se había topado su fuente. Ulrich Händel, un señor setentón amante del cine, tal como lo describe Nicodemus, un amable hombre que da nombre pero no quiere poner cara, que estando inmerso en unas pesquisas sobre un realizador alemán, se topó con los documentos en cuestión. Todo esto parece un guion de una película, sin embargo no lo es.
La nueva dirección de la Berlinale compuesta por Carlo Chatrian (director artístico) y Mariette Rissenbeek (directora general), no esperó hasta que al día siguiente reposara en los quioscos la edición de Die Zeit (que ya le había llegado a los suscriptores). Se actuó con inmediatez, y a la usanza actual, emitió un breve comunicado vía Twitter, anunciando la suspensión inmediata del Oso de Plata Alfred Bauer (Alfred-Bauer-Preis) que desde 1986, y hasta ese momento, premiaba los filmes que abrían nuevas perspectivas en el cine.
Los argentinos Lucrecia Martel (en 2001) y Rodrigo Moreno (en 2006), Joshua Marston por la co-producción colombo-estadounidense María llena eres de gracia (2004) , el mexicano Fernando Eimbcke (2008), el guatemalteco Jayro Bustamante (2015), así como el paraguayo Marcelo Martinessi (2018), figuran entre los premiados junto a sonorísimos nombres de la cinematografía mundial tal como Andrzej Wajda, Baz Luhrmann, Zhang Yimou o Alain Resnais.
Bauer no es el único
A la luz de estos nuevos datos de la maquillada biografía del ex director de la Berlinale, a quien se le alababa por lograr que este festival se convirtiese en un referente, en una cita cinematográfica relevante con muy buena afluencia de estrellas de la época, surgen muchas interrogantes, y casi ninguna encuentra certeras respuestas. ¿Acaso no se conocía el (verdadero) pasado de Alfred Bauer?, ¿cómo es posible que nadie haya contemplado la posibilidad de que Bauer hubiese acicalado su prontuario, tal como lo hicieron muchas personas que en los tiempos de post guerra tuvieron posiciones importantes en la sociedad alemana?
En una entrevista en la emisora Deutschlandfunk, Katja Nicodemus, también se preguntaba por qué a lo largo de la historia del Festival Internacional de Cine de Berlín, nunca se había mirado con detenimiento la figura de Alfred Bauer; ni las personas al frente de la Berlinale a lo largo de sus 70 años, ni periodistas, ni académicos especializados en la historia del cine lo hicieron.
“Durante décadas en Alemania tuvimos una cultura de continuidad, ya que los nazis ocupaban cargos muy altos en la sociedad ”, afirma Wolfgang Hamdorf, periodista alemán especializado en cultural, asentado en Berlín y veterano reportero de la Berlinale desde 1995; para ilustrar tal afirmación Hamdorf recuerda los casos de Hans Filbinger (presidente-ministro de Baden-Württemberg, desde 1966 a 1978, cuando se develó su pasado nazi) o el de Hans Globke, responsable de la muerte de miles de judíos, convertido luego en la mano derecha del canciller Konrad Adenauer (1951-55).
“A las generaciones anteriores les echamos en cara que no fueron determinantes”, acota Hamdorf, quien celebra la rápida reacción, de la nueva dirección de la Berlinale ante el caso de Alfred Bauer. Un hecho que está claro no tiene nada que ver con la cultura de la inmediatez ni con la cancel culture. Las pruebas están allí, tan al alcance de la mano que un pensionista de la tercera edad pudo tener acceso a ellas.
“Bauer no es el único, pero sí es una muestra más de que el desconocimiento del pasado es herencia directa de la política de la época de post guerra, del anticomunismo, de la guerra fría, así como del tabú que representó durante mucho tiempo la época nazi en la sociedad alemana”, concluye Wolfgang Hamdorf.
Aún por muchas preguntas por responder, se puede tener la certeza de que lo más sano que le puede pasar a un país como Alemania, y por ende a la Berlinale en su 70° edición y como referente cultural, es que le haga frente a ese pasado y lo ponga bajo el foco de atención. Ahora más que nunca.
Lidiar con el pasado no es tarea fácil y menos cuando se trata de Alemania y los estragos del Nacional Socialismo. La Berlinale, una de las citas cinematográficas más relevantes, se confronta con ese pasado, concretamente con el de su primer director, Alfred Bauer.
A pocas horas de revelar los filmes que competirán en la 70 edición del festival que se celebrará desde el 20 de febrero al 2 de marzo, el barco empezó a hacer aguas al darse a conocer que sería publicado al día siguiente en el periódico semanal Die Zeit un amplio y revelador reportaje sobre el pasado de Alfred Bauer, cuyo nombre lleva uno de los premios más importantes del festival.
Bauer (1911-1986), abogado de profesión y entusiasta del cine, quien fuera el primer director de la Berlinale (entre 1951 y 1976), habría hecho malabares para ocultar no solamente su afiliación al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (siglas en alemán NSDAP) y a las Secciones de Asalto (SA, milicia del partido), sino también su posición (real y de gran influencia) en el llamado Reichsfilmintendanz (Oficina de Cine del III Reich) desde 1942. Considerada como una dependencia del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, desde allí Bauer contribuía a la eliminación del judaísmo en la cultura germana (Entjuden), como también decidía, vetaba o daba luz verde a proyectos cinematográficos, pero sobre todo (siendo este el factor agravante ) determinaba quién seguiría trabajando en el cine, a quién se enviaría a laborar a la industria armamentística y quiénes irían a la guerra.
“Alfred Bauer es un vehemente hombre de las SA”, figura en el Archivo Federal de Alemania apostado en Berlín, donde la autora Katja Nicodemus pudo constatar la información con la que casualmente se había topado su fuente. Ulrich Händel, un señor setentón amante del cine, tal como lo describe Nicodemus, un amable hombre que da nombre pero no quiere poner cara, que estando inmerso en unas pesquisas sobre un realizador alemán, se topó con los documentos en cuestión. Todo esto parece un guion de una película, sin embargo no lo es.
La nueva dirección de la Berlinale compuesta por Carlo Chatrian (director artístico) y Mariette Rissenbeek (directora general), no esperó hasta que al día siguiente reposara en los quioscos la edición de Die Zeit (que ya le había llegado a los suscriptores). Se actuó con inmediatez, y a la usanza actual, emitió un breve comunicado vía Twitter, anunciando la suspensión inmediata del Oso de Plata Alfred Bauer (Alfred-Bauer-Preis) que desde 1986, y hasta ese momento, premiaba los filmes que abrían nuevas perspectivas en el cine.
Los argentinos Lucrecia Martel (en 2001) y Rodrigo Moreno (en 2006), Joshua Marston por la co-producción colombo-estadounidense María llena eres de gracia (2004) , el mexicano Fernando Eimbcke (2008), el guatemalteco Jayro Bustamante (2015), así como el paraguayo Marcelo Martinessi (2018), figuran entre los premiados junto a sonorísimos nombres de la cinematografía mundial tal como Andrzej Wajda, Baz Luhrmann, Zhang Yimou o Alain Resnais.
Bauer no es el único
A la luz de estos nuevos datos de la maquillada biografía del ex director de la Berlinale, a quien se le alababa por lograr que este festival se convirtiese en un referente, en una cita cinematográfica relevante con muy buena afluencia de estrellas de la época, surgen muchas interrogantes, y casi ninguna encuentra certeras respuestas. ¿Acaso no se conocía el (verdadero) pasado de Alfred Bauer?, ¿cómo es posible que nadie haya contemplado la posibilidad de que Bauer hubiese acicalado su prontuario, tal como lo hicieron muchas personas que en los tiempos de post guerra tuvieron posiciones importantes en la sociedad alemana?
En una entrevista en la emisora Deutschlandfunk, Katja Nicodemus, también se preguntaba por qué a lo largo de la historia del Festival Internacional de Cine de Berlín, nunca se había mirado con detenimiento la figura de Alfred Bauer; ni las personas al frente de la Berlinale a lo largo de sus 70 años, ni periodistas, ni académicos especializados en la historia del cine lo hicieron.
“Durante décadas en Alemania tuvimos una cultura de continuidad, ya que los nazis ocupaban cargos muy altos en la sociedad ”, afirma Wolfgang Hamdorf, periodista alemán especializado en cultural, asentado en Berlín y veterano reportero de la Berlinale desde 1995; para ilustrar tal afirmación Hamdorf recuerda los casos de Hans Filbinger (presidente-ministro de Baden-Württemberg, desde 1966 a 1978, cuando se develó su pasado nazi) o el de Hans Globke, responsable de la muerte de miles de judíos, convertido luego en la mano derecha del canciller Konrad Adenauer (1951-55).
“A las generaciones anteriores les echamos en cara que no fueron determinantes”, acota Hamdorf, quien celebra la rápida reacción, de la nueva dirección de la Berlinale ante el caso de Alfred Bauer. Un hecho que está claro no tiene nada que ver con la cultura de la inmediatez ni con la cancel culture. Las pruebas están allí, tan al alcance de la mano que un pensionista de la tercera edad pudo tener acceso a ellas.
“Bauer no es el único, pero sí es una muestra más de que el desconocimiento del pasado es herencia directa de la política de la época de post guerra, del anticomunismo, de la guerra fría, así como del tabú que representó durante mucho tiempo la época nazi en la sociedad alemana”, concluye Wolfgang Hamdorf.
Aún por muchas preguntas por responder, se puede tener la certeza de que lo más sano que le puede pasar a un país como Alemania, y por ende a la Berlinale en su 70° edición y como referente cultural, es que le haga frente a ese pasado y lo ponga bajo el foco de atención. Ahora más que nunca.