La búsqueda de la historia secreta: entrevista a Rafael Reyes-Ruiz
El escritor colombiano Rafael Reyes-Ruiz habló de su último libro: “Familia extensa”, la conexión que existe entre cada uno de sus relatos, sus obsesiones y lo que ha significado escribir fuera de Colombia.
Javier Zamudio
Rafael Reyes-Ruiz escribe en español e inglés, su vida ha transcurrido entre Colombia, Japón, Estados Unidos y Dubai, es autor de “Las ruinas” (Alfar, 2015), “La forma de las cosas” (Alfar, 2016), “The Shape of Things” (2019), “El samurái” (La pereza, 2019) y “La herencia” (La pereza, 2020, Machete Books, 2021). Forma parte del grupo de escritores colombianos que está creando su obra fuera de su país de origen, al lado de otros como Jaime Manrique, Andrés Felipe Solano y Humberto Ballesteros.
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Rafael Reyes-Ruiz escribe en español e inglés, su vida ha transcurrido entre Colombia, Japón, Estados Unidos y Dubai, es autor de “Las ruinas” (Alfar, 2015), “La forma de las cosas” (Alfar, 2016), “The Shape of Things” (2019), “El samurái” (La pereza, 2019) y “La herencia” (La pereza, 2020, Machete Books, 2021). Forma parte del grupo de escritores colombianos que está creando su obra fuera de su país de origen, al lado de otros como Jaime Manrique, Andrés Felipe Solano y Humberto Ballesteros.
Reyes-Ruiz construye mecanismos narrativos capaces de llevar al lector a través de historias inquietantes, humanas y que desafían a sus personajes. Su último libro, “Familia extensa”, acaba de ser publicado por La Pereza Ediciones, en inglés, y Sudaquia Editores, en español.
En esta novela, al igual que con “La herencia” (2019), una reliquia familiar (un bargueño) aparece en el centro de la narración. Este mueble extiende sus raíces para conectar el pasado con el presente. A partir del robo y recuperación de este objeto, se entrelazan los hilos de un secreto que transforma la vida del personaje principal. Conversé con Reyes-Ruiz sobre este libro, sus obsesiones y lo que significa escribir fuera de Colombia.
“Familia extensa” está emparentada con “La herencia”, publicada en 2019, a través de varios rasgos comunes, por un lado, los personajes y además por un mueble colonial, ¿por qué la decisión de conectar estas dos historias?
No fue exactamente una decisión. Más bien, se gestó de manera orgánica mientras avanzaba por la mitad de “La herencia”, ambientada en Dubai. Me di cuenta de que la historia del bargueño dentro de la novela se estaba desplegando en varias direcciones, abriendo nuevas puertas que exigían ser exploradas. Necesitaba escribir otra novela para dar cabida a esas perspectivas inesperadas y seguir el hilo de estas narrativas emergentes. Por otro lado, tenía claro, desde el principio, que “Familia extensa” no iba a ser una secuela convencional. La visión era crear una novela neoyorquina, en homenaje a mis años de estudiante de posgrado en esa ciudad, entrelazando diversas historias, algunas relacionadas con mi propia vida y el legado de mi abuelo materno. Así es como el antiguo bargueño encontró su lugar. Esta novela, de alguna manera, es personal, con hilos autobiográficos entrelazados en un marco de ficción. Otro rasgo que comparten ambas novelas es el árbol genealógico que se despliega y la búsqueda de la historia secreta del bargueño, que en “Familia extensa” adquiere un poder transformador que influye directamente en la escritura misma del texto.
Este mueble colonial tiene un valor profundo en la novela, no solo por ser una pieza valiosa, sino por pertenecer a la intimidad familiar. A través de él se conecta hacia el origen, ¿cuál es su vínculo con este objeto? ¿Por qué usar un bargueño?
Mi abuelo y dos de mis tíos, por línea materna, eran maestros de taracea y restauradores de antigüedades, que fabricaban hermosos bargueños de gran calidad. Siempre me han parecido objetos muy interesantes, cuya historia se remonta a Siria y Al-Andalus, antes de llegar al Nuevo Mundo. Es un mueble que encierra su propia historia, elaborado con marquetería de diversos materiales y grabados sobre chapas de hueso. Por su diseño, puede ser tanto un mueble útil como decorativo, aunque también puede albergar misterios no revelados. Como objeto a la venta puede ser una antigüedad, una réplica o un fraude. La inspiración para tejer historias en torno a un bargueño surgió durante una conversación con un maestro de taracea en Granada, España, durante unas vacaciones de verano, que incorporé a la novela. Durante la conversación, mencioné que el bargueño que tenía a la venta en la vitrina era muy parecido a uno hecho por mi abuelo. A lo que me contestó bromeando que en ese caso éramos de la misma familia. A partir de ese encuentro, comencé a indagar en la historia de mi familia materna y a tejer la trama de “La herencia” y “Familia extensa”.
Luego de leer sus dos últimas novelas, surge la sensación de que están atravesadas por una obsesión común, que incluso puede estar presente en sus otros trabajos narrativos. ¿Hay una relación de este proyecto narrativo con sus obras previas, “El samurái” y “La forma de las cosas”? ¿Cómo se pasa de estos libros iniciales a los temas que abordó en “Familia extensa”?
Todas mis novelas están interconectadas, aunque cada una se desarrolla de forma independiente. Las tres primeras, conocidas como la “Trilogía de Roppongi”, comparten hilos narrativos relacionados con el tráfico de personas en Japón y están parcialmente ambientadas en ese país. Las historias se basan, en parte, en mi trabajo de campo como antropólogo en los años noventa, pero fueron escritas en su mayoría en Dubai una década más tarde, más o menos. “La herencia”, ambientada en Dubai, y “Familia extensa”, ambientada en Nueva York, reintroducen a un personaje, el profesor Rodrigues, protagonista de “Las ruinas”, mi primera novela, en un papel menor pero significativo, como en las otras dos primeras de la trilogía. La próxima novela, que terminé hace unos meses, titulada provisionalmente “El mecanismo del universo”, retoma algunos hilos narrativos de esas dos novelas, en particular los secretos de familia, pero ahora en diferentes contextos y con perspectivas distintas.
“Familia extensa” y “La herencia” no solo se conectan a través de la trama, comparten preocupaciones y obsesiones, como son el tema de la migración y aspectos relacionados con el lenguaje, ¿qué ha significado vivir y escribir fuera de Colombia? ¿Se siente un escritor colombiano?
Sí, me considero un escritor colombiano, a pesar de vivir en el extranjero. Esa identidad se refleja en mis novelas a través de las preocupaciones y obsesiones que les han dado forma. Esos dos temas se abordan, de un modo u otro, en casi toda mi obra, especialmente en La forma de las cosas, una especie de novela de madurez. Desde los dieciocho años y por diversas razones, he vivido en varios países de Norteamérica, Europa, Asia e incluso Australia, adaptándome a nuevas realidades y entornos. Dado que mi trabajo y mi vida cotidiana transcurrían completamente en inglés, leía muy poco en español, aparte de alguna novela ocasional en vacaciones, y no escribía más que unas pocas frases en ese idioma. En aquella época, había leído más literatura en inglés que en español. No es que hubiera
perdido mi lengua o mi identidad; simplemente pasaron a ser secundarias durante algún tiempo. Cuando por fin me convencí, hace unos quince años, de que había llegado el momento de escribir mi primera novela, intenté hacerlo en inglés, pero no conseguí la voz que tenía en mente. Probé a escribir en español y me sentí mejor, aunque no al 100%; por ejemplo, los diálogos no me sonaban bien. A partir de mi segunda novela, empecé a escribir las versiones española e inglesa más o menos al mismo tiempo. Escribo el primer borrador en español, luego elaboro la versión inglesa y, en el proceso, edito ambas. Es un proceso algo complicado, pero refleja la forma en que vivo mi vida literaria. También se ajusta a mi compromiso de conectar con un público más amplio y compartir mis historias con lectores en ambos idiomas.