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Es imposible pensar en mi vida sin el arte.
El arte es, definitivamente, lo que nos salva como especie. El arte en todas sus formas: pintura, escritura, danza, imagen, poema, canción. Pienso que solamente a través del arte logramos realmente sacar el dolor y sanarlo.
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Una canción nos cambia la vida. Una película nos transforma para siempre. Una sola escena nos marca. Y en mi vida, particularmente, la canción. La canción que nos salva, que nos sostiene, nos eleva o nos hunde, pero siempre nos mueve.
Tuve la fortuna de crecer cantando porque entré al coro de mi colegio a los 4 años. Este hecho maravilloso me hizo la mujer que soy hoy y concretamente el hecho fortuito de que la vida me cruzara con la directora de ese coro, mi segunda madre, mi Flora. Junto a ella descubrí la fuerza de una poesía cantada. Cada mañana nos enseñaba alguna canción, analizando la letra, aprendiendo palabra por palabra, llevando el ritmo con las manos, sintiendo la música en todo nuestro cuerpo. Jugábamos a ser árboles, a columpiarnos en el aire, cantábamos qué sentiría una estatua en una fuente; si le gustaría estar mojada todo el día o no. Esa era Flora. Esa fue mi infancia.
Por ella hoy escribo canciones. Imaginando qué sentirá una nube, una flor, un niño minero.
No es simple. No es fácil: significa ponerse en el lugar de otro y eso a los humanos nos cuesta la vida. Pero considero que es el pilar de lo que ahora soy en todos los sentidos. Lo que compongo y lo que pienso. Mis elecciones políticas, por ejemplo, vienen de las canciones.
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A través de ellas me entero lo que sufren quienes viven una guerra, “El derecho de vivir / poeta Ho Chi Minh, / que golpea de Vietnam / a toda la humanidad. / Ningún cañón borrará/ el surco de tu arrozal, / el derecho de vivir en paz”.
A través de ellas, me entero de lo que siente una madre lejos de su hijo, “No me llore, niño, si me demoro, / le peleo a la vida por usted, tesoro,/ no me reclame, niño, si me demoro/ ¡… ay! ¡Qué camino tan desparejo, / la angustia cerca y mi niño lejos!”.
A través de ellas, me entero de la fuerza que se siente al salir a marchar por nuestros derechos, “Me gustan los estudiantes porque levantan el pecho / Cuando le dicen harina sabiéndose que es afrecho / Y no se hacen sordomudos cuando se presenta el hecho / Caramba y zamba la cosa, el código del derecho”.
Las canciones me dan luces cuando pienso que no hay esperanza, las canciones me salvan la vida una y otra vez. Es en el arte en donde encuentro la belleza del mundo, la bondad del ser humano, el dolor que nos hace iguales. Creo con toda la fuerza de mi alma que se puede cambiar el mundo e intento vivir cada día para, al menos, ¡intentarlo!
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