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La carne de la memoria y los textos de Javier Ortiz Cassiani

“Bailar con las trompetas del apocalipsis” es el más reciente libro del autor nacido en Valledupar. Historias y relatos basados en hechos históricos que ahora Cassiani recrea con algunos intereses: darse el lujo y el gusto de crear narraciones rodeadas de paradojas. Recuperamos esta reseña con motivo de la presentación del libro este 29 de noviembre en Casa Kitambo a las 6:30 de la tarde (Bogotá).

Laura Camila Arévalo Domínguez
29 de noviembre de 2023 - 11:25 a. m.
Javier Ortiz Cassiani es historiador de la Universidad de Cartagena.
Javier Ortiz Cassiani es historiador de la Universidad de Cartagena.
Foto: Valentina Rodríguez Ayola

Javier Ortiz Cassiani es historiador. En un documental llamado “La forma del presente”, dirigido por Manuel Correa, en el que se habla de la memoria y las formas en las que la vivimos, la usamos y la reproducimos (entre otros temas), dijo: “En el presente, además de la información y de saber el hecho fáctico, nos debería interesar la manera de producir el conocimiento. La narración del pasado tiene unas maneras de construirse. Hay que preguntarse cuáles son los intereses o por qué se privilegia una información sobre otra”.

Cassiani acaba de publicar un libro llamado “Bailar con las trompetas del apocalipsis” y sobre él dijo, justamente, que el hecho de elegir una historia ya era un acto subjetivo, que le gustaba meterse en los textos que escribía. El libro se compone de relatos basados en hechos históricos que ahora él recrea con algunos intereses: darse el lujo y el gusto de crear narraciones rodeadas de paradojas. Una de sus inclinaciones a la hora de escribir estos textos fue contar lo que circundó algún suceso que terminó, en muchos casos, siendo más importante o más revelador que el mismo suceso.

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Cassiani sostiene que la historia de los seres humanos está ligada a las pasiones, acuerdos, desacuerdos, miserias y virtudes, y para contar eso “hay que tener un tono intimista”. “Una escuela de periodismo ortodoxo diría que lo mío no son crónicas: terminan siendo textos autorreferenciales, así como podrían decir que mis columnas no son columnas: hay mucho más de un regodeo estético. Hay un interés en poner la columna en un plano más cotidiano”, le dijo el escritor a Mario Jursich durante una charla llevada a cabo en la primera edición de la Feria del Libro de Valledupar.

Según este autor, que también es columnista de El Espectador, además de una breve entrada que sirve de introducción, el libro se organizó en cuatro partes: la primera, “Historias a ras de suelo”, que está a tono con el final de la introducción, en la medida en que los textos que la conforman recogen el espíritu de lo que Michel de Certeau llama escribir a ras de suelo, con los pasos.

“Es decir, para contar historias más incluyentes y diversas, capaces de poner en escena las paradojas, es importante bajarse de las grandes alturas, pese a la vista que ofrecen, y andar las ciudades y los lugares. Precisamente las historias que aparecen aquí corresponden a lugares y situaciones, incluye, por supuesto, a personas, pero no a un personaje en específico. ‘Claroscuro’, en cambio, si tiene el tono del reportaje y del ensayo histórico con protagonistas a través de la aproximación íntima a los personajes, algunos de ellos ocupan las páginas de las historias oficiales o profesionales y documentadas. La tercera parte, ‘Días apestados’, fueron textos cortos escritos para los tiempos del coronavirus, de modo que son artículos que revisitan las pandemias históricas desde el presente con cierta carga apocalíptica. Pero allí, tal como sugiere el título del libro, siempre hay unas formas estéticas y éticas para escapársele al apocalipsis, porque quizá muchos de los que fueron afectados por la pandemia siempre han vivido en el apocalipsis y lo que han aprendido es a bailar con sus trompetas. La última parte se titula “Aires de familia”, en un guiño a un maravilloso libro de Carlos Monsiváis, porque lo que aparece allí son cinco textos familiares, íntimos –por supuesto, conectados con la historia que suele escribirse con mayúscula– pero sin temor a poner allí parte de la cursilería popular de mi educación sentimental”, dijo Cassiani para este periódico.

“Soy un escritor que se identifica con la caribeñidad”, fue otra de las frases del historiador, al referirse a una de sus historias llamada “El hedor de la diplomacia en Haití”.

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Jursich indagó sobre el interés de Cassini por Haití, a lo que este respondió que fue un texto que escribió durante los días en los que mercenarios colombianos asesinaron al presidente de este país, pero que también se debió a su fascinación por el “gran Caribe”. “Haití ha sido un paria de la historia”, dijo recordando las formas en las que los medios de comunicación cubrieron los terremotos del país en cuestión y el de Chile: “en alguna ocasión, registraron a un hombre que sacaba la pata de una vaca de un supermercado, fue un saqueo, un saqueo por hambre y por las circunstancias, claro, pero fue evidente esta forma de narrar los hechos que partían de Haití: siempre hubo una cosa caníbal, como de desorden”.

Su atracción por las relaciones de Haití con el resto del mundo, además de sus dificultades para convertirse en nación, lo condujeron a crear “un juego entre una cosa y otra”, un texto sobre, además, la relación que tiene Colombia con ese gran Caribe.

En su libro también se resaltan personajes como Francia Márquez, de quien hay una especie de perfil que enumera las razones, las luchas, por las que ahora es la vicepresidenta del país, además de una de las mujeres más influyentes del planeta.

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“Hoy, en la resaca de la consulta presidencial, los amanuenses trasnochados corren a inventarla, a describirla, a fundarla, a tabularla, a buscarle un lugar a su inédito éxito electoral. Tranquilos. A la gente como ella el destino no le ha dejado otra oportunidad que la de nacer siendo”, escribió Cassiani en su texto “La mirada de Francia Márquez”: más allá de una lista de logros o padecimientos, el texto tiene que ver con los ojos de esta mujer, que por su origen, sus recuerdos y la memoria de la felicidad que vivió a las orillas de un río en su departamento del Cauca, se echó causas al hombro que la convirtieron en la mujer que es, en la mujer que nació siendo, como él dijo.

Bailar con las tromperas del apocalipsis está escrito con la rigurosa pluma de un historiador que se rindió cautivado a los pies de la literatura para narrar de la manera más bella, a ras de suelo, historias que se levantan desde la tierra hasta encontrarse con el universo de lo personal. Se mueve el autor con una cadencia que desdibuja los límites entre la crónica, la memoria y la autoficción, sin el temor de dejar el rastro de sus propios pasos mientras danza con la sinfonía de un apocalipsis que no cumplirá su presagio”, dice en la contraportada del libro.

Por su parte, Cassiani lo describe como una compilación de “historias que tienen un sino trágico, pero todas se le escapan a la tragedia”.

Sobre otro de los temas que priman en esta obra, habló hace mucho tiempo en el documental ya mencionado: “La memoria tiene carne y hueso, es algo que pasa por el corazón. La historia tiene pretensiones de tener cierta distancia, la memoria no: le interesa convertir la historia en carne”. Y esta corporalidad de la memoria está presente en muchos de los textos de este libro.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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