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Hace muchos años, más de veinte, María Victoria Blanco recibió una llamada. Eran las cuatro de la tarde de un sábado lleno de ocupaciones, así que se fastidió por el sonido. ¿Aló? ¿Quién habla? Aló, cómo está, estoy buscando a María Victoria Blanco. Con ella habla. Ah, ¿cómo está?, yo soy Roberto Arias Pérez. Ayyy, señor, yo estoy muy ocupada para estas bromas ¿sí?, hasta luego. Y tiró el teléfono. Dos minutos después volvió a sonar el timbre. ¿Aló? María Victoria, se lo digo en serio, soy Roberto Arias Pérez y quiero hablar con usted.
El cofundador y socio de Colsubsidio, quien falleció el 15 de abril de 2018, la llamó para ofrecerle la casa que está junto al Salto de Tequendama, la que ahora se llama Casa Museo Tequendama, y queda junto a la granja ecológica El Porvenir, dos proyectos que desde hace 29 años dirige junto a su esposo, Carlos Alberto Cuervo. Esta pareja de veterinarios está convencida de que lo que hacen va mucho más allá de cumplir con una función o un trabajo. “Este no es nuestro empleo, es nuestra vida”, agrega Blanco.
Actualmente, celebran que el proyecto “El Salto de Tequendama tiene porvenir” ganó el Premio a la gestión sostenible del agua 2023, en su IX edición. Estos reconocimientos los entrega la Fundación Botin, en Madrid, España.
El 14 de diciembre, en la sede de la Fundación Botín, se celebrará la ceremonia. Blanco recibirá este reconocimiento por más de 25 años de trabajo en colaboración -entre otros-, con la Universidad Nacional de Colombia, en particular con el Instituto de Ciencias Naturales para investigar, restaurar y conservar el legado cultural y natural del Salto de Tequendama.
Este reconocimiento internacional destaca la importancia de preservar los patrimonios naturales y culturales de Colombia, que para Blanco y Cuervo se convirtieron en casi que una obsesión cuando en 2008, la casa que fue construida en 1923 por el Estado y fue pensaba como una estación de tren, comenzó a renacer. Para ellos, la preservación del recurso físico y ecológico que ahora resguardan no es un trabajo. No lo ven como obligación. Allí se edifica su vida. La llamada de Roberto Arias surtió efecto y la pareja de esposos compró la estructura que, gracias al interés del embajador de Francia, Pierre Jean Vandoorne, se comenzó a restaurar en 2010.