La ciencia como refugio ante un mundo que agrede: entrevista a Jorge Comensal
Conversamos con el narrador, ensayista y becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, sobre su nueva novela en la que recuerda que los desastres del futuro y los secretos del pasado pertenecen al presente.
Juan Camilo Rincón
Repensar la masa visible de las galaxias y su velocidad de rotación, la gravedad y el electromagnetismo, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad. A eso se dedica Karina, quien trata de darle sentido a su mundo, confuso y doloroso, desde una mirada racional y científica. Su desazón es bien retratada por Jorge Comensal en Este vacío que hierve (Alfaguara), una novela de futuros próximos donde las sequías, los incendios y las tormentas que arrasan cientos de hectáreas de tumbas, zoológicos y museos ya no son distopía, y en la que los difuntos -y los secretos- vuelven del olvido, sus huesos recalentados por el fuego.
Con la alcoholizada abuela Rebeca, Silverio (vigilante del cementerio) y su hija Daenerys, una activista ambiental, se completa una historia en la que la desidia afectiva, la emergencia climática, la corrupción desbocada y la desigualdad social traen la memoria de todos los pasados para hacer las paces con ellos.
¿Cómo fue pensar e imaginar un México en 2030?
Lo que yo quise fue ampliar el presente, más que imaginar un futuro muy diferente del nuestro; ampliar lo que ya está sucediendo a nuestro alrededor y darles continuidad a las cadenas de consecuencias, de hechos, causas y efectos que ya están en marcha; por ejemplo, la clonación de mamíferos, que ya es un hecho (aunque no se ha desarrollado con pandas todavía). Quería distanciarme un poco de los hechos inmediatos, del presente urgente en el que estábamos imbuidos mientras la escribí, con la pandemia y la polarización política de por medio, y hablar de una crisis que está en marcha y todavía se está acentuando.
En un futuro cada vez más cercano…
Es que en cierta medida el futuro también se ha adelantado respecto a las previsiones: las olas de calor, la escasez de agua que ahora mismo es un tema súper importante y crítico, y que se volvió mediático hace algunos meses por la enorme sequía en Ciudad de México. Ese es el detonante de la trama de Este vacío que hierve porque de no haber sido por la falta extrema de agua, los bomberos habrían podido apagar el incendio del bosque de Chapultepec antes de que se saliera de control. Ese futuro está pasando ahora mismo: los incendios forestales están agobiando ciudades grandes; el año pasado en Guadalajara, hace unos meses en Bogotá. Es tan cercano que algunas personas en círculos de lectura me preguntan: ¿por qué el futuro, si esto está pasando ahora mismo? Y bueno, veremos dónde estamos en 2030, pero la realidad de la novela está ahí.
¿Cómo desarrolló la investigación sobre un tema tan complejo para llevarlo a la ficción narrativa?
Llevo años preocupado por este asunto que atraviesa mis intereses personales. Me interesa investigarlo y difundirlo, y con ello, tratar de evitar el pánico, que me parece que paraliza en vez de permitir movilizarnos. A la hora de plantearme una historia de búsqueda personal y familiar en la historia de Karina y su abuela Rebeca, ocurrió que un día, mientras buscaba una tumba en el Panteón Civil de Dolores, vi que todas las condiciones estaban puestas para el fuego: había muchísima hierba seca, montones de hojarasca, fosas repletas de desechos inflamables, árboles secos muertos por la enfermedad y la sequía. En ese contexto, el fuego se impuso como un reflejo de lo que estaba pasando a mi alrededor en ese momento. De hecho, cuando ya tenía el primer borrador de la novela, hubo un incendio de unas cuantas hectáreas en el Panteón Dolores que, por fortuna, se pudo contener. Ahí está la distancia entre la realidad y la ficción: en esa realidad concreta del año 2021, el desastre era contenible, mientras que en mi futuro cercano no lo es. Y fue así como ese hecho atravesó la historia durante una ola de calor.
Además hay un contraste entre fenómenos climáticos extremos...
También me interesaba mucho retratar ese contraste, porque no se trata solamente de calor y resequedad. En la trama de la novela, unos meses después, ocurre una tormenta torrencial que atrapa a Karina, Rebeca y Silverio en el cementerio, volviendo las calles del Panteón en ríos de lodo con ceniza. Es un recordatorio de que el cambio climático favorece los extremos: precipitaciones torrenciales por un lado y sequía prolongada por el otro. Quería mostrar esa paradoja climática del exceso y la falta de agua en una misma temporada.
¿En qué momento y dónde nació su interés por estos temas de corte científico y ambiental, y cómo creó con ellos esta historia?
Te lo cuento, por ejemplo, a partir de la escena de la novela en la que Karina está batallando por levantar a su abuela para acostarla en la cama, pues bebió tanto que no se puede poner de pie por sí misma. Esa lucha contra la gravedad me hizo saber que Karina estudiaba física y entendía la gravedad mejor que cualquiera de nosotros -por supuesto, mejor que yo como escritor, que solamente tengo un conocimiento apasionado por la ciencia, pero no profesional ni especializado-. Me siento profundamente intrigado por esta brecha que existe entre la gravedad y las otras fuerzas fundamentales: el electromagnetismo, la fuerza débil y la fuerza fuerte, que es como ese enorme cañón que separa la mecánica cuántica de la teoría de la relatividad. Muchos físicos, y todos los que buscamos una comprensión plena del cosmos, queremos ver cómo están conectadas. Sin embargo, sigue habiendo un enorme misterio, un vacío en nuestro conocimiento y nuestra comprensión del mundo.
Y es lo que Karina trata de comprender...
Karina está tratando de tender un puente sobre esa separación y entender la gravedad en combinación con las demás fuerzas fundamentales. A mí, en cambio, me tocó vivir personalmente el derrumbe de un relato cósmico en mi vida personal: el estudio de la Biblia y el adoctrinamiento infantil. Luego descubrí que hay otra forma de entender el universo, una que realmente me parece tan fabulosa, épica y maravillosa como un discurso creacionista. El entusiasmo y la satisfacción estética e intelectual que sentí al entender el mundo de esta manera me hizo querer plasmarlo también en mi literatura.
¿Qué representa el cementerio (Panteón de Dolores) como espacio físico y simbólico para la historia?
Desde su casa, a través de la pantalla, Karina hace un recorrido por ese camino fatal, por la carretera donde presuntamente se accidentaron sus padres. Al alejarse y ver satelitalmente ese entorno descubre los rasgos volcánicos de la zona sur de la ciudad. Eso permite tener otra panorámica del entorno, y eso fue lo que hice con el cementerio, desde la entrada principal a las barrancas que lo separan de la zona más pudiente de la ciudad, por Chapultepec. Lo caminé muchas veces y siempre fui consciente de que ese lugar es un símbolo del país entero e incluso de Latinoamérica, porque ahí está la extrema desigualdad, la historia que compartimos nuestros países de luchas intestinas entre liberales y conservadores, entre Iglesia y Estado, esas tensiones y contrastes chocantes entre los próceres reconocidos y las multitudes anónimas que están enterradas en la zona civil.
La trama alrededor del secreto es esencial para la historia. ¿Cómo realizo este trabajo?
Justamente, partí del símbolo de la tumba, ese hueco subterráneo que representa el pasado que con frecuencia ignoramos, ya sea por olvido o por ocultamiento intencional. En la novela, planteo la idea de que el pasado no se ha ido ni ha desaparecido, sino que es una parte sustancial y nuclear del presente. Si no entendemos el pasado, no sabemos quiénes somos ni cómo llegamos a donde estamos. Karina se enfrenta a esta realidad al descubrir que su abuela le ha ocultado algo toda su vida, lo que la lleva a una búsqueda intensa y obsesiva. Este vacío que siente por no saber qué sucedió en su infancia también refleja un problema de nuestra sociedad: al perder el contacto con nuestras raíces y la verdadera historia, nos desorientamos y nos extraviamos. En su proceso de descubrimiento, Karina busca una reconciliación con su presente, en el que se siente emocionalmente desconectada y atrapada en una situación familiar complicada. La única forma en que siente control es a través del intelecto, de manera racional y cientificista. Sin embargo, la aparición de los fantasmas con el incendio pone en crisis todas sus certezas y certidumbres.
Repensar la masa visible de las galaxias y su velocidad de rotación, la gravedad y el electromagnetismo, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad. A eso se dedica Karina, quien trata de darle sentido a su mundo, confuso y doloroso, desde una mirada racional y científica. Su desazón es bien retratada por Jorge Comensal en Este vacío que hierve (Alfaguara), una novela de futuros próximos donde las sequías, los incendios y las tormentas que arrasan cientos de hectáreas de tumbas, zoológicos y museos ya no son distopía, y en la que los difuntos -y los secretos- vuelven del olvido, sus huesos recalentados por el fuego.
Con la alcoholizada abuela Rebeca, Silverio (vigilante del cementerio) y su hija Daenerys, una activista ambiental, se completa una historia en la que la desidia afectiva, la emergencia climática, la corrupción desbocada y la desigualdad social traen la memoria de todos los pasados para hacer las paces con ellos.
¿Cómo fue pensar e imaginar un México en 2030?
Lo que yo quise fue ampliar el presente, más que imaginar un futuro muy diferente del nuestro; ampliar lo que ya está sucediendo a nuestro alrededor y darles continuidad a las cadenas de consecuencias, de hechos, causas y efectos que ya están en marcha; por ejemplo, la clonación de mamíferos, que ya es un hecho (aunque no se ha desarrollado con pandas todavía). Quería distanciarme un poco de los hechos inmediatos, del presente urgente en el que estábamos imbuidos mientras la escribí, con la pandemia y la polarización política de por medio, y hablar de una crisis que está en marcha y todavía se está acentuando.
En un futuro cada vez más cercano…
Es que en cierta medida el futuro también se ha adelantado respecto a las previsiones: las olas de calor, la escasez de agua que ahora mismo es un tema súper importante y crítico, y que se volvió mediático hace algunos meses por la enorme sequía en Ciudad de México. Ese es el detonante de la trama de Este vacío que hierve porque de no haber sido por la falta extrema de agua, los bomberos habrían podido apagar el incendio del bosque de Chapultepec antes de que se saliera de control. Ese futuro está pasando ahora mismo: los incendios forestales están agobiando ciudades grandes; el año pasado en Guadalajara, hace unos meses en Bogotá. Es tan cercano que algunas personas en círculos de lectura me preguntan: ¿por qué el futuro, si esto está pasando ahora mismo? Y bueno, veremos dónde estamos en 2030, pero la realidad de la novela está ahí.
¿Cómo desarrolló la investigación sobre un tema tan complejo para llevarlo a la ficción narrativa?
Llevo años preocupado por este asunto que atraviesa mis intereses personales. Me interesa investigarlo y difundirlo, y con ello, tratar de evitar el pánico, que me parece que paraliza en vez de permitir movilizarnos. A la hora de plantearme una historia de búsqueda personal y familiar en la historia de Karina y su abuela Rebeca, ocurrió que un día, mientras buscaba una tumba en el Panteón Civil de Dolores, vi que todas las condiciones estaban puestas para el fuego: había muchísima hierba seca, montones de hojarasca, fosas repletas de desechos inflamables, árboles secos muertos por la enfermedad y la sequía. En ese contexto, el fuego se impuso como un reflejo de lo que estaba pasando a mi alrededor en ese momento. De hecho, cuando ya tenía el primer borrador de la novela, hubo un incendio de unas cuantas hectáreas en el Panteón Dolores que, por fortuna, se pudo contener. Ahí está la distancia entre la realidad y la ficción: en esa realidad concreta del año 2021, el desastre era contenible, mientras que en mi futuro cercano no lo es. Y fue así como ese hecho atravesó la historia durante una ola de calor.
Además hay un contraste entre fenómenos climáticos extremos...
También me interesaba mucho retratar ese contraste, porque no se trata solamente de calor y resequedad. En la trama de la novela, unos meses después, ocurre una tormenta torrencial que atrapa a Karina, Rebeca y Silverio en el cementerio, volviendo las calles del Panteón en ríos de lodo con ceniza. Es un recordatorio de que el cambio climático favorece los extremos: precipitaciones torrenciales por un lado y sequía prolongada por el otro. Quería mostrar esa paradoja climática del exceso y la falta de agua en una misma temporada.
¿En qué momento y dónde nació su interés por estos temas de corte científico y ambiental, y cómo creó con ellos esta historia?
Te lo cuento, por ejemplo, a partir de la escena de la novela en la que Karina está batallando por levantar a su abuela para acostarla en la cama, pues bebió tanto que no se puede poner de pie por sí misma. Esa lucha contra la gravedad me hizo saber que Karina estudiaba física y entendía la gravedad mejor que cualquiera de nosotros -por supuesto, mejor que yo como escritor, que solamente tengo un conocimiento apasionado por la ciencia, pero no profesional ni especializado-. Me siento profundamente intrigado por esta brecha que existe entre la gravedad y las otras fuerzas fundamentales: el electromagnetismo, la fuerza débil y la fuerza fuerte, que es como ese enorme cañón que separa la mecánica cuántica de la teoría de la relatividad. Muchos físicos, y todos los que buscamos una comprensión plena del cosmos, queremos ver cómo están conectadas. Sin embargo, sigue habiendo un enorme misterio, un vacío en nuestro conocimiento y nuestra comprensión del mundo.
Y es lo que Karina trata de comprender...
Karina está tratando de tender un puente sobre esa separación y entender la gravedad en combinación con las demás fuerzas fundamentales. A mí, en cambio, me tocó vivir personalmente el derrumbe de un relato cósmico en mi vida personal: el estudio de la Biblia y el adoctrinamiento infantil. Luego descubrí que hay otra forma de entender el universo, una que realmente me parece tan fabulosa, épica y maravillosa como un discurso creacionista. El entusiasmo y la satisfacción estética e intelectual que sentí al entender el mundo de esta manera me hizo querer plasmarlo también en mi literatura.
¿Qué representa el cementerio (Panteón de Dolores) como espacio físico y simbólico para la historia?
Desde su casa, a través de la pantalla, Karina hace un recorrido por ese camino fatal, por la carretera donde presuntamente se accidentaron sus padres. Al alejarse y ver satelitalmente ese entorno descubre los rasgos volcánicos de la zona sur de la ciudad. Eso permite tener otra panorámica del entorno, y eso fue lo que hice con el cementerio, desde la entrada principal a las barrancas que lo separan de la zona más pudiente de la ciudad, por Chapultepec. Lo caminé muchas veces y siempre fui consciente de que ese lugar es un símbolo del país entero e incluso de Latinoamérica, porque ahí está la extrema desigualdad, la historia que compartimos nuestros países de luchas intestinas entre liberales y conservadores, entre Iglesia y Estado, esas tensiones y contrastes chocantes entre los próceres reconocidos y las multitudes anónimas que están enterradas en la zona civil.
La trama alrededor del secreto es esencial para la historia. ¿Cómo realizo este trabajo?
Justamente, partí del símbolo de la tumba, ese hueco subterráneo que representa el pasado que con frecuencia ignoramos, ya sea por olvido o por ocultamiento intencional. En la novela, planteo la idea de que el pasado no se ha ido ni ha desaparecido, sino que es una parte sustancial y nuclear del presente. Si no entendemos el pasado, no sabemos quiénes somos ni cómo llegamos a donde estamos. Karina se enfrenta a esta realidad al descubrir que su abuela le ha ocultado algo toda su vida, lo que la lleva a una búsqueda intensa y obsesiva. Este vacío que siente por no saber qué sucedió en su infancia también refleja un problema de nuestra sociedad: al perder el contacto con nuestras raíces y la verdadera historia, nos desorientamos y nos extraviamos. En su proceso de descubrimiento, Karina busca una reconciliación con su presente, en el que se siente emocionalmente desconectada y atrapada en una situación familiar complicada. La única forma en que siente control es a través del intelecto, de manera racional y cientificista. Sin embargo, la aparición de los fantasmas con el incendio pone en crisis todas sus certezas y certidumbres.