La confesión de las imágenes
La exposición ‘Las historias de un grito’ evidencia a través de 200 piezas las formas como se han retratado los héroes y los acontecimientos que marcaron la Independencia.
Angélica Gallón Salazar
Los grandes mamotretos donde se ha escrito la historia no son el lugar reservado para contarla. Una pintura, una estampita, una medalla, una moneda, las ilustraciones de los libros de la escuela, una telenovela, pueden ser lugares en donde se cuenta de forma vívida el pasado, pueden ser testigos valiosos de esos discursos imperantes que determinaron un momento en el tiempo. Cristina Lleras, la curadora de la exposición ‘Las historias de un grito. 200 años de ser colombianos’, quiso con estos principios bajo el brazo articular una exposición que recoge 130 imágenes, 14 videos y 10 audios de fragmentos de radio, cine y televisión para la conmemoración del Bicentenario en el Museo Nacional.
“Necesitábamos ver qué había pasado en materia de imágenes sobre la Independencia y cómo se habían divulgado. Queríamos pensar para qué y cómo se había conformado ese corpus inmenso de imágenes sobre la Independencia e interrogar las imágenes con preguntas como ¿cómo se crearon los primeros símbolos del país?, ¿los héroes nacen o se hacen?, ¿cuál fue el papel que se le asignó al pueblo en las historias que se contaron de la Independencia?”, explica Lleras.
Fue así como en la primera sala del museo ubicaron las imágenes que versaban sobre acontecimientos, personajes o conmemoraciones que tuvieron lugar entre 1794 y 1830. Es un período en el que los visitantes podrán ver cómo los actores políticos estaban creando los símbolos de la nación colombiana, es el momento en el que se empieza a ver la imagen de la mujer indígena como la alegoría de América, como imagen de la libertad. “ Los procesos políticos necesitan procesos simbólicos, la creación de imágenes tenía una función política, no hay sino que recordar cómo en 1812 la portada de la Constitución de Cartagena tiene una indígena que rompe sus cadenas, esas imágenes también eran parte del proyecto nacional”, añade la curadora.
En la segunda sala, lo que quisieron Cristina Lleras y el grupo de historiadores que trabajaron en el proyecto fue visibilizar cómo la historia de América Latina ha sido elaborada a partir de las biografías de los héroes y cómo eso ha tenido su desarrollo muy particular en las imágenes. “Los héroes sirven para ciertas cosas en los proyectos de nación. Hay un discurso pedagógico de valoración de los sacrificios de estos personajes: si Ricaurte se inmoló en San Mateo, usted como ciudadano tiene que sacrificarse igualmente por la patria. Esa reverencia frente al pasado nos va a marcar muchísimo y se va a ver sistemáticamente en lo que se representa y cómo se representa en las imágenes”.
Finalmente, la tercera sala es el lugar donde se despliegan las imágenes en donde se narra la participación popular en estos movimientos independentistas, que generalmente es contada como algo caótico. Sin embargo, nuevos estudios historiográficos muestran por ejemplo cómo en el caso de Cartagena la participación de mulatos y artesanos fue crucial. Sin embargo, las imágenes callan al respecto y esa ausencia de imágenes que representen al pueblo también dice cosas.
La decisión de no seguir un orden cronológico, sino de poner en las distintas salas pinturas del XIX que comparten temas con videos u obras contemporáneas, resulta una manera efectiva de evidenciar esos discursos que se ocultan en la forma en que se pinta un prócer o se retrata a un soldado, pero además permite que el espectador pueda articular preguntas al evidenciar contrastes o al notar, como seguramente lo hará, que una versión de la historia ha prevalecido.
Los grandes mamotretos donde se ha escrito la historia no son el lugar reservado para contarla. Una pintura, una estampita, una medalla, una moneda, las ilustraciones de los libros de la escuela, una telenovela, pueden ser lugares en donde se cuenta de forma vívida el pasado, pueden ser testigos valiosos de esos discursos imperantes que determinaron un momento en el tiempo. Cristina Lleras, la curadora de la exposición ‘Las historias de un grito. 200 años de ser colombianos’, quiso con estos principios bajo el brazo articular una exposición que recoge 130 imágenes, 14 videos y 10 audios de fragmentos de radio, cine y televisión para la conmemoración del Bicentenario en el Museo Nacional.
“Necesitábamos ver qué había pasado en materia de imágenes sobre la Independencia y cómo se habían divulgado. Queríamos pensar para qué y cómo se había conformado ese corpus inmenso de imágenes sobre la Independencia e interrogar las imágenes con preguntas como ¿cómo se crearon los primeros símbolos del país?, ¿los héroes nacen o se hacen?, ¿cuál fue el papel que se le asignó al pueblo en las historias que se contaron de la Independencia?”, explica Lleras.
Fue así como en la primera sala del museo ubicaron las imágenes que versaban sobre acontecimientos, personajes o conmemoraciones que tuvieron lugar entre 1794 y 1830. Es un período en el que los visitantes podrán ver cómo los actores políticos estaban creando los símbolos de la nación colombiana, es el momento en el que se empieza a ver la imagen de la mujer indígena como la alegoría de América, como imagen de la libertad. “ Los procesos políticos necesitan procesos simbólicos, la creación de imágenes tenía una función política, no hay sino que recordar cómo en 1812 la portada de la Constitución de Cartagena tiene una indígena que rompe sus cadenas, esas imágenes también eran parte del proyecto nacional”, añade la curadora.
En la segunda sala, lo que quisieron Cristina Lleras y el grupo de historiadores que trabajaron en el proyecto fue visibilizar cómo la historia de América Latina ha sido elaborada a partir de las biografías de los héroes y cómo eso ha tenido su desarrollo muy particular en las imágenes. “Los héroes sirven para ciertas cosas en los proyectos de nación. Hay un discurso pedagógico de valoración de los sacrificios de estos personajes: si Ricaurte se inmoló en San Mateo, usted como ciudadano tiene que sacrificarse igualmente por la patria. Esa reverencia frente al pasado nos va a marcar muchísimo y se va a ver sistemáticamente en lo que se representa y cómo se representa en las imágenes”.
Finalmente, la tercera sala es el lugar donde se despliegan las imágenes en donde se narra la participación popular en estos movimientos independentistas, que generalmente es contada como algo caótico. Sin embargo, nuevos estudios historiográficos muestran por ejemplo cómo en el caso de Cartagena la participación de mulatos y artesanos fue crucial. Sin embargo, las imágenes callan al respecto y esa ausencia de imágenes que representen al pueblo también dice cosas.
La decisión de no seguir un orden cronológico, sino de poner en las distintas salas pinturas del XIX que comparten temas con videos u obras contemporáneas, resulta una manera efectiva de evidenciar esos discursos que se ocultan en la forma en que se pinta un prócer o se retrata a un soldado, pero además permite que el espectador pueda articular preguntas al evidenciar contrastes o al notar, como seguramente lo hará, que una versión de la historia ha prevalecido.