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Empezó descentralizando la gestión en regiones como Cúcuta y abriendo diálogos locales con el lema “el cambio social es un cambio cultural”. ¿Cómo va en ese recorrido y a qué decisiones conducirá?
Ser ministra me ha permitido recorrer este país y reconocerlo en sus culturas y saberes. Y es asombroso, de verdad. Ahora vamos a hacer juntos, sociedad civil y Ministerio, un estallido cultural por la paz y la vida. Es una iniciativa ciudadana apoyada también por el Ministerio de Educación y por otras entidades: universidades, cajas de compensación, cooperativas, sindicatos, y por los propios artistas: teatreros, músicos, grafiteros, pintores, cirqueros, poetas, bailarinas... todas las artes estarán. Empezará a mediados de octubre y se extenderá por 200 municipios del país y varias ciudades del mundo, donde habita la Colombia extendida, donde está la gran diáspora de nuestro país. Va a ser un verdadero acontecimiento. Será una creación colectiva donde mostraremos desde la potencia de la cultura, lo que somos y lo que queremos ser. Y seguro que seremos mejores, viviremos mejor, porque tenemos que volver a creer en este país. Volveremos a Macondo y nos daremos una segunda oportunidad. En realidad, estamos en ella, construyéndola. (Recomendamos: Una semblanza de Patricia Ariza, la artista que ahora es ministra).
Nosotros decimos que el cambio social es un cambio cultural. La cultura hará que la paz se siembre en el alma colectiva, en el corazón de la gente, en los sentimientos. Y que logremos ser, por fin, como dice el presidente Gustavo Petro, una potencia de la vida. Comenzaremos por cambiar el nombre del Ministerio. Se llamará Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes (Micasa). Radicaremos el proyecto de ley hoy 12 de octubre, Día de la Diversidad Cultural. Haremos nuestro mayor esfuerzo para lograr que la paz tenga la dimensión cultural. Tenemos unos ejes estratégicos. Un eje es Cultura de Paz, que la paz, como la dignidad, se haga costumbre, como dice nuestra querida vicepresidenta Francia Márquez; hasta que amemos la vida, como dice la canción de César López. Construir la paz también es luchar contra la estigmatización, contra el racismo feroz, contra la homofobia, contra el odio, contra el patriarcado.
Otro eje es Colombia en el Planeta y el Mundo: reconoceremos que habitamos en el planeta, y que esta casa grande hay que cuidarla o nuestra especie desaparecerá, y ese reconocimiento significa un cambio cultural, un cambio en nuestras costumbres, nuestros hábitos de consumo y nuestra alimentación. Tenemos que volver a cultivar hasta ser autosuficientes y soberanos, y eso no es un asunto de los ambientalistas; es un asunto de sobrevivencia, es un cambio cultural. Otro eje es Arte para la Vida. En este eje está la atención a los artistas y creadores; la valoración del arte como ejercicio de la libertad: nuestro modo de habitar entre cielo y tierra, como dice el poeta; y la necesidad de la formación artística desde la primera infancia. El estímulo a la creatividad, a que seamos y nos reconozcamos como una sociedad de creadores, y abandonemos la idea colonial y peregrina de que la cultura y las artes vienen de afuera o del pasado. La cultura somos nosotros. Y a partir de ahí, de reconocernos en nuestros dones creativos y en nuestra necesidad de cuidar la casa grande, que venga el mundo entero: lo recibiremos desde lo que somos.
Había un programa nacional de concertación cultural y recién se había lanzado un Plan Nacional 2022-2032 titulado “Cultura para la protección de la diversidad de la vida y el territorio”, que había planteado la ministra Angélica María Mayolo Obregón. Ahora usted propone el “gran estallido cultural por la vida y la paz”. ¿Cómo replanteará un nuevo plan decenal?
El estallido es el principio, pero, por supuesto, el recorrido y el reconocimiento de las culturas y los saberes es el camino. Este país, como ningún otro, necesita reconocerse, necesita un relato de nación, una leyenda compartida, y esa leyenda, ese relato común, puede ser la paz; es la paz. De eso estoy segura. Los colombianos que viven en el exterior también harán parte del estallido cultural. Ellos han tenido que salir, algunos en contra de su voluntad, otros en busca de oportunidades; unos cuantos han querido irse a estudiar o trabajar, ellos se están uniendo a este estallido con un programa que hemos llamado la Colombia Extendida. Habrá estallidos en París, Nueva York, Suiza, Alemania, Londres, entre muchos otros lugares del mundo donde habita nuestra diáspora, la Colombia extendida. En el país los municipios se llenarán de estallidos para decirnos: aquí estamos y esto somos, y esto queremos ser y ofrecemos: porque también estos estallidos estarán atravesados por encuentros y foros para hablar sobre el papel del arte y las culturas en la construcción de la paz y en la defensa de la vida.
El estallido cultural -como todo nuestro trabajo por el cambio- será un diálogo polifónico en todos los lenguajes: el gran diálogo en los territorios de las artes, las culturas y los saberes por la paz y el cuidado de la vida. Acerca de las políticas de concertación, es importante reconocer que fueron, desde el comienzo del Ministerio, una propuesta que el movimiento cultural, en particular el movimiento teatral, le hizo a Ramiro Osorio, quien fue el primer ministro de Cultura.
Y sobre el Plan Decenal de Cultura, te puedo decir que está en discusión. Tiene cosas buenas, por supuesto, porque recoge el acumulado, pero la gente de las artes, los saberes y las culturas del país quisieron que se abriera de nuevo la discusión; y, por supuesto, la abrimos. Estamos en el gobierno del cambio y este se hace con la gente. Hay quienes son muy impacientes y quieren resultados ya. Pero todo lo haremos con ayuda de la gente. Eso es más lento, pero más profundo y más democrático.
¿Cómo encontró el Ministerio y las entidades adscritas en presupuesto, burocracia y eficiencia?
Al considerar el Ministerio de Cultura es necesario reconocer que existe en él un acumulado muy importante, heredado del trabajo de los diversos ministros anteriores y de quienes han trabajado y trabajan en el Ministerio. Pero también de los artistas, de los movimientos que han reclamado la cultura y el arte como derechos. Hay verdaderas redes culturales creadas en estos años, como la red de bibliotecas, las escuelas taller y un número de programas muy valiosos: de concertación, de estímulos, de formación, el de las salas y los espacios de cultura independientes. Esas políticas son un ejemplo para América Latina.
Sin embargo, el Ministerio, con el tiempo, se fue burocratizando, y las artes, los saberes, el patrimonio y las poblaciones han perdido la centralidad que deben tener. Para eso se creó el Ministerio: para que sea el mediador de las artes, las culturas, los saberes y el patrimonio con la sociedad. Reconozco que en el Ministerio hay gente muy buena, que cree en lo que hace y lo hace bien, con amor e inteligencia; pero también, como se ha denunciado, y pasa hoy en casi todo el Estado, hay quienes hacen parte de lo que llaman nóminas paralelas, las “corbatas”. Estamos investigando y vamos a llamar a la Procuraduría General para que nos ayude a que estén solo los indispensables. Y para que en el futuro inmediato los recursos se inviertan como se debe, de la mejor manera. Que lleguen a los territorios.
Después de revisar la gestión del gobierno anterior, ¿qué balance hace de la “economía naranja”?
El gobierno anterior quiso reducir gran parte del Ministerio a las industrias culturales y creativas. Y claro que existen, y es deber del Ministerio contar con ellas. Pero no pueden ser el centro de la política cultural del Ministerio. La cultura ahora no será naranja; será multicolor. Reducir la cultura a la economía es un error, porque la cultura tiene que ver con los modos de ser, hacer y pensar de las personas y comunidades. La cultura no es lo que tenemos. Es lo que somos. Fíjese que, a la par de las guerras con armamento pesado, están las guerras culturales que traen otro armamento, de odio, resentimiento y deshumanización. Esas guerras trabajan para destituir personas, ideas y programas, para estigmatizar movimientos, buscar negar en nuestro corazón y en nuestro deseo el derecho a la paz. Ahora mismo esa disputa cultural la estamos viviendo aquí. Pero pronto los cambios sociales y culturales serán tan hondos que hablarán por sí mismos.
Algo más respecto a la política de la cultura del mercado o del mercado de la cultura: en nombre de la cultura o, mejor, de las políticas culturales, no se puede meter en el mismo saco a las culturas alternativas y a los saberes de los artistas y los territorios con los negocios de los grandes empresarios del espectáculo y con las plataformas de las series y la industria del entretenimiento. Es una verdadera paradoja que, a la vez que han querido convertir a los artistas en agentes, gestores y empresarios, lo que ha sucedido es la enorme precarización de los creadores. Este tema lo planteamos en Mondiacult, en el Encuentro de Ministros de Cultura del Mundo y fue tomado en cuenta, por supuesto. Dijimos allí que cada vez que digan cuánto producen las industrias culturales y se hable del lugar que ocupan en el PIB, se hable también de cuánto transforma la cultura y el conocimiento sensible a la sociedad, que se considere qué sería de la vida sin la cultura, qué habría hecho la gente en la pandemia sin la lectura, el cine, el uso creativo y alternativo y poético del internet.
¿Cuál fue el caso más eficiente y el más deficiente en esa política bandera de Iván Duque?
El caso más deficiente indudablemente fue la implementación de la paz. El gobierno anterior fue en contravía de la paz. Por eso tenemos que correr para recuperar el tiempo perdido. Lo mejor, quizá, fue la cultura de la vacunación; pero las vacunas se compraron a un costo asombroso.
¿Qué tan amarrada quedó su gestión con contratos de la anterior administración y qué medidas ha tomado contra la burocratización y privatización del sector?
Pues la ministra Mayolo no dejó las finanzas futuras empeñadas y eso se le agradece y reconoce. Pero, por supuesto, todos los contratos y convenios anteriores firmados había que respetarlos en tanto que fueran legales.
Habrá $200.000 millones para la cultura en el presupuesto nacional. ¿Qué puede hacer con eso?
Es poco. Pero ha sido un trabajo muy intenso de reuniones con la gente del cine y de las plataformas, del libro y la literatura, del teatro, con los liderazgos de los pueblos indígenas, e, internamente, con el equipo de gobierno y con el señor ministro de Hacienda para que se amplíe el presupuesto de la cultura, conseguir que crezca en esa cifra que usted menciona. Si bien el nuevo presupuesto con esa adición es el más alto que ha tenido el Ministerio de Cultura en toda su historia, sigue siendo bajo en relación con las necesidades. Pero comprendemos que, por encima de todo, está mitigar el hambre en este país y lograr la paz total. Sin embargo, confiamos en que se incremente el presupuesto para la cultura. Cada departamento y ciudad debe reconocer con orgullo las culturas, las artes y los saberes de su región. Estamos seguros de que el cambio social es un cambio cultural. Necesitamos que toda la sociedad comprenda, lo que representan las culturas, las artes y los saberes, que las reconozca y se reconozca en ellas. Si eso sucede, los presupuestos aparecerán. Estoy segura.
¿Cómo será su trabajo coordinado con el Ministerio de Educación, al que le aumentaron el presupuesto a un récord de $45 billones?
Estamos construyendo una sinergia con Mineducación. La cultura no puede estar separada de la educación. Hay muy buenas noticias. Regresa a los colegios la enseñanza de la historia y también la enseñanza artística. En el corazón del presidente Petro está la necesidad de la formación artística en los colegios y escuelas; y yo le agrego también en las comunidades. El arte y la cultura recorrerán a pie los municipios, los colegios y la vida de las personas. Y los artistas y sabedores populares también han de venir a las escuelas y colegios de sus regiones a compartir sus artes y saberes con la niñez y la juventud.
Hay territorios donde no hay luz, pero hay bullerengue, que es otra luz. Reconoceremos esos saberes para que los sabedores puedan ser maestros. Hemos también propuesto el voluntariado y el servicio social cultural y artístico de los estudiantes de las facultades de artes y de otras facultades para la educación artística y sensible y la lectura y la escritura críticas, personales, de niños, adolescentes y jóvenes de escuelas y colegios, un programa que puede iniciarse como un piloto con módulos o talleres en la perspectiva de convertirse en condición de grado.
Usted recibió, entre otros, el premio vida y obra por su dedicación al teatro. ¿Qué hará como ministra por ese sector cultural tan golpeado durante la pandemia?
Trabajaremos por el Estatuto del Artista, que no solo ha de cuidar de los teatreros, es para los artistas de todas las artes. También vamos a trabajar en la defensa de los grupos, los combos, los parches, por la organización de los artistas alternativos, comunitarios y de barrio. El trabajo creativo de los grupos guarda una riqueza de la que tenemos mucho que aprender. Y también nos entrega mucho para compartir o enseñar. En particular, como dije, el trabajo de la creación colectiva. Pero también hay mucho para aprender de la juntanza, de la olla comunitaria, como de la fraternidad y sororidad de las mujeres. Tenemos que aprender del movimiento social de mujeres, que en este país es formidable. Ellas nos enseñan a cuidar la vida, a veces a costa de la suya propia. Si queremos ser una potencia de la vida, las mujeres tenemos que estar ahí, enseñando cómo se cuida el mundo. Por ello también en el Ministerio cuidaremos a las mujeres, tendremos política de género, por supuesto.
Qué propuestas tiene para los siguientes sectores que le enumero:
Música:
Yo diría más bien, músicas. Que terminemos por construir una ley consensuada; y que las músicas suenen en todas las esquinas. Y que podamos comenzar a construir un sistema de formación de orquestas.
Lectura:
Que la lectura no sea solo leer libros de literatura, sino que aprendamos a leer el país; que se fortalezcan las bibliotecas públicas y que el programa nacional de lectura, escritura y oralidad fortalezca las escrituras creativas. A leer se aprende escribiendo. Y necesitamos aprender a leer y escribir escribiendo el relato de nación en todas las voces.
Cine:
Que se incremente el fondo para el cine y que las producciones colombianas tengan las mismas posibilidades que las co-producciones. Darle cámaras a los y las jóvenes y adolescentes para que nos enseñen a mirar la realidad con otros lentes y con otros ojos.
Literatura:
Que se trabaje el relato, que tejamos las historias del paso de la guerra a una era de paz. Veo en lo que ahora mismo se escribe que crece una epopeya mayor, una leyenda que nos devela las tragedias y los heroísmos del pasado sobre los cuales construir esa era de paz. Una literatura que nos muestra igualmente que lo más íntimo y personal revela nuestro entramado político y cultural y nuestras ilusiones y deseos.
Artes Plásticas:
Que el país se llene de murales. Con la alcaldesa de Bogotá estamos planeando juntar un pintor o una pintora con 20 jóvenes grafiteros para que salgan a hacer murales por la paz y por la vida.
Teatro:
El teatro colombiano constituye un movimiento formidable y diverso que ha contribuido como ningún otro al relato de nación. Yo soy teatrera. Y un gran legado del movimiento teatral colombiano es la creación colectiva, que Bogotá declaró patrimonio suyo, del Distrito capital, y va así camino de ser patrimonio intangible.