La cultura en el gobierno Petro: expectativas, desencanto y nombramientos
Aunque el sector cultural esperaba mucho de este Gobierno, ha decepcionado a la mayoría. Los liderazgos que ha tenido el Ministerio de Cultura han preocupado: se cuestiona la legitimidad de algunas de las personas que Gustavo Petro ha nombrado.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Juan David Correa, nuevo ministro de Cultura, recibe una institución atravesada por rumores: que hay crisis interna, que las decisiones que se toman en torno a ella responden a cuotas políticas, que sigue siendo un ministerio infravalorado... Más allá de que las percepciones tengan fundamento, hay una lista larga de pendientes: actualización de leyes, revisión de procesos que se quedaron estancados, regreso al diálogo con el sector, liderazgos confusos, etc. El primer año del Ministerio de la Cultura, las Artes y los Saberes (hasta de nombre cambió) ha sido turbulento y de su estabilidad dependen muchos proyectos para el fortalecimiento del sector.
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Juan David Correa, nuevo ministro de Cultura, recibe una institución atravesada por rumores: que hay crisis interna, que las decisiones que se toman en torno a ella responden a cuotas políticas, que sigue siendo un ministerio infravalorado... Más allá de que las percepciones tengan fundamento, hay una lista larga de pendientes: actualización de leyes, revisión de procesos que se quedaron estancados, regreso al diálogo con el sector, liderazgos confusos, etc. El primer año del Ministerio de la Cultura, las Artes y los Saberes (hasta de nombre cambió) ha sido turbulento y de su estabilidad dependen muchos proyectos para el fortalecimiento del sector.
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Antes de que se conociera la noticia de su nombramiento, la preocupación por una institución a la deriva crecía con los días. Al presidente Gustavo Petro le enviaron 16 cartas pidiéndole que nombrara a una persona en propiedad o ratificara a Jorge Zorro como ministro, quien en muchas ocasiones defendió su labor asegurando que, a pesar de que su figura fuera interina, su liderazgo era claro, tanto interna como externamente, pero el sector no pensaba lo mismo.
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Zorro pareció ser elegido para cuidar “el nido donde nacerá el sistema orquestal colombiano”, según opinó el artista plástico Lucas Ospina, quien pensó que Zorro se quedaría de ministro, al analizar la respuesta que dio el presidente en una entrevista reciente: “Hay un ministro de Cultura (…) siempre ha habido un ministro de Cultura en este gobierno, él es el ministro de Cultura hoy”.
“Se veía débil y apocado para liderar los procesos de todas las otras áreas o siquiera inspirar una escaramuza dentro de la revolución cultural que este gobierno publicitó en sus comienzos, cuando asoció la posesión presidencial a un estallido cultural”.
A pesar de que a muchos les bastaba con la ratificación de este nombre como ministro en propiedad o, mejor dicho, como ministro en serio, otros nunca se sintieron representados por Zorro.
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Clarisa Ruiz, gestora cultural, docente y exsecretaria de Cultura de Bogotá, lo percibía como un hombre culto, conocedor del ámbito musical europeo y con manejo de los medios, pero, para ella, su aceptación de ser un interino no tenía presentación. La gestora fue una de las que opinaron que la capacidad para atender los temas concernientes al ministerio se limitó a acciones dispersas que revivieron programas superados y reflejaron un debilitamiento de los retos de la política cultural.
“Considero que la lamentable situación que vive el sistema cultural en nuestro país tiene repercusiones muy graves, que además se han venido gestando. La ciudadanía debe tener claro cuáles son los objetivos del Ministerio y el sistema descentralizado de cultura, ¿para qué existen? Eso se está diluyendo o sigue diluyéndose. Lamentablemente, volvimos al siglo pasado, con políticas superadas por muchos países, como el establecimiento de un sistema sinfónico en el país”.
Según Ruiz, el ministro de Cultura tiene la función de dirigir las acciones de un sector con las orientaciones del gobierno y en el marco del plan de desarrollo, pero también el rol constitucional de liderazgo e interlocución con sus actores.
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Patricia Ariza fue la primera líder cultural del gobierno de Gustavo Petro. Recién nombrada, la noticia se recibió con agrado, pero también con desconfianza: no tenía experiencia en el sector público. A pesar de que es reconocida como una interlocutora permanente entre el sector y cualquier gobierno, su rol administrando los recursos para la cultura no se entendía en términos más prácticos: cómo haría con los asuntos más técnicos o legales. Cómo abordaría procesos tan largos y complicados como el del galeón San José y tomaría las decisiones relacionadas con disciplinas ajenas a su experiencia (el teatro) como el cine, la música y las artes plásticas.
Un caso similar, pero más reciente, es el de William Ospina, escritor recién postulado a la Gobernación del Tolima. Según él, su inexperiencia como funcionario público no sería un obstáculo al administrar los recursos del departamento porque, como lo dijo para una entrevista con el periódico El Espectador, “ya es hora de que dejemos de creer que la verdadera experiencia en política consiste en saber solamente administrar presupuestos y manejar la filigrana jurídica. Por supuesto que es muy importante el respeto de las instituciones y el cumplimiento de la ley, además de la administración sabia de los recursos, que son bien escasos, pero también entender que un gobierno no se limita a la administración de un presupuesto y menos si es tan menguado por la propia práctica de los políticos. Creo que gobernar también significa potencializar las riquezas de una sociedad, que no son solamente los bienes materiales”.
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Pero sigamos con Ariza.
“El proceso de aprendizaje de la exministra se vio truncado por su abrupto despido y nunca llegaremos a saber si ella y las personas de confianza que nombró en varias divisiones del Ministerio habrían podido llegar al horizonte cultural que plantearon al cambiarle el nombre al Ministerio de Cultura por Mi CASA (Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes). Ese cambio de nombre resumió la ejecución cultural más recordada de la exministra, pero la apertura al plural de “culturas, artes y saberes” parece ir en contravía del singular del único programa que el presidente Petro parece estar decidido a ejecutar. En enero de este año, en su cuenta de Twitter, el presidente Petro publicitó el viaje a Venezuela de la primera dama y el entonces apenas funcionario Zorro para “ver el sistema orquestal venezolano en música clásica, que tiene 45 años de existencia y es reconocido en el mundo”. El trino cerraba con un designio voluntarioso de música por decreto: “Despegaremos en este año el sistema orquestal colombiano ligado a todo el sistema educativo”, le dijo Ospina a este diario sobre el desempeño de Ariza.
La directora del Teatro La Candelaria está convencida de que sus ejes, que se establecieron con el objetivo de no convertir “el ministerio en un activismo cultural”, fueron efectivos para el cambio social que está viviendo el país y adelantaron un trabajo sobre los pendientes que tiene la institución: una cultura de paz (cambio de mentalidad de las personas frente al conflicto), la relación de Colombia con el resto del planeta (crisis climática), los acercamientos entre arte y educación para la vida, la profundización en la memoria viva y la creación de centros de pensamiento y acción para las artes.
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Según Juan Carlos Losada, representante a la Cámara, formular la política pública de uno de los sectores más frágiles de la sociedad es una tarea urgente. Su percepción es que hay una inestabilidad administrativa y una política titubeante. Mencionó que, a pesar de que a esta cartera se le adjudicaron más recursos, se terminó beneficiando el mismo número de salas concertadas: no hubo un crecimiento en términos de inversión. Denunció que, por tramitología, muchos de estos lugares se quedaron por fuera de estos beneficios. Para él, la noticia de que ya haya una persona en propiedad es muy positiva para una institución que considera fundamental, pero percibe muy debilitada.
La mayoría de las fuentes aquí citadas estuvieron de acuerdo con Clarisa Ruiz en que, a pesar de que ya se sabe quién liderará el ministerio, la interinidad por un periodo tan prolongado fue muy negativa: generó la percepción de desinterés del Gobierno en formular y activar políticas públicas para el sector. “Si pensamos que en Colombia muchos departamentos y municipios carecen de institucionalidad pública para la cultura, esta situación solo afianzó ese vacío en el sistema”, dijo.
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La gestora agregó que en una institucionalidad en interinidad se trabaja sin seguridad ni liderazgos. Para ella, hubo una situación ambigua que se extendió a otros cargos y desgastó el trabajo de implementar las políticas: la mediación y la representación ante otros estamentos.
El director de Humanidades y Estudios Literarios de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Elkin Rubiano, resumió lo que muchos opinan del nombramiento de Juan David Correa en el Ministerio de Cultura: “Es una buena decisión, aunque tardía (esto se pudo hacer hace varios meses). Juan David Correa construyó un liderazgo junto con Santiago Trujillo con un grupo de representantes del sector y el movimiento cultural que buscó la interlocución de Petro con respecto a la crisis del ministerio. Este nombramiento da algo de esperanza, pues el nuevo ministro es una persona con legitimidad en el sector y puede articular su diversidad y la gestión cultural que se hace en los territorios. Es una buena noticia”.