“La cultura tiene valor, pero no precio”: Gonzalo Castellanos
Gonzalo Castellanos, escritor, catedrático y productor audiovisual, ha asesorado a la mayoría de los ministerios de Cultura en Colombia y ha participado en la construcción de las leyes con las que este sector ha venido evolucionando. Entrevista en la que responde sobre el progreso de la cultura y el balance de la economía naranja.
Laura Camila Arévalo Domínguez
¿Qué experiencias ha tenido con el sector cultural?
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¿Qué experiencias ha tenido con el sector cultural?
El privilegio de haber asesorado proyectos y políticas culturales en los recientes 22 años en Colombia y en buena parte de países latinoamericanos. Aquí he podido contribuir incluso en todas las regulaciones del audiovisual, las bibliotecas, el universo editorial, el patrimonio, la gestión comunitaria de la cultura y el acceso de los ciudadanos a esa oferta. El contexto de inequidad, pobreza, corrupción y violencia en nuestro país ha sido y sigue siendo extremo, y desde la vida y la movida cultural he comprobado las mejores posibilidades transgresoras y transformadoras. Antes, como consecuencia de la formación que antes recibíamos los adolescentes en una época, creía que el camino estaba en vías distintas, incluso en las armadas. Hoy solo me alienta la construcción de paz y entiendo la cultura como un camino.
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A partir de los 20 años en los que lleva trabajando en el sector ¿cuál cree que ha sido la evolución de la cultura?
En el peligroso ejercicio del resumen, podría decirle que antes de la década de los 90 las políticas culturales dependían de si al presidente le gustaba la poesía o la ópera, o si, por el contrario, le asustaba que el teatro, las artes y la literatura fueran amigos del comunismo, casos en los que no solo no había política y plata, sino más bien censura y días horribles en centros donde se podía ser torturado o desaparecido. Las políticas, por esa razón, eran pensadas en función de controlar el debate político y dar algunos incentivos al mecenazgo. Desde la Constitución del 91 (que ahora se quieren “tirar” los políticos para sanear culpas), se afianzaron nociones con respecto al territorio, libre desarrollo de la personalidad, equilibrio en el acceso ciudadano a la cultura, un patrimonio vivo no solo monumental o patriótico, participación en la planeación y en el control de los recursos públicos invertidos en el sector. La Ley de Cultura de 1997 y el primer ministerio del ramo fueron trascendentales en desarrollarlas. Y en los años siguientes se avanza en la idea de que la cultura no les pertenece al Estado ni a los gobiernos: es intersectorial.
A pesar de esa evolución que menciona, el sector sigue ubicado en el último lugar de las prioridades a la hora de hablar de presupuestos…
Lamentablemente, sí. En materia de asignación presupuestal anual la cultura sigue de últimas en la fila. Incluso, a nivel nacional o territorial no deja de existir funcionarios que piensan que lo que se invierte en cultura es un gasto. Desde luego los problemas del país son colosales y la tarea de disección de la hacienda pública es complicada; por eso da gusto comprobar que también hay funcionarios que defienden la plata de la cultura como una inversión más importante que las cosas de cemento o los tanques de guerra. Hay progreso en ese sentido.
¿La economía naranja es parte de ese progreso?
Entiendo la política de la economía naranja como un planteamiento sincero del Gobierno, sin embargo, no ajeno a discordias. No veo la economía naranja como un cisma, ni tampoco como un punto cero para crear algo nuevo. Pienso que el presidente y quienes lo han acompañado en ese postulado ven que la vida, la producción cultural y las cadenas de valor en estos sectores venían en alza. Ven que, además de réditos sociales, la cultura le aporta al PIB y plantean que esa contribución crezca, compita y aporte más. Eso, por sí mismo, no es negativo. También considero que el planteamiento inicial de lo que se propuso generó algunas rupturas.
¿A qué se deben esas rupturas? ¿Por qué ha sido tan difícil que, además de explicar el término, el Gobierno interactúe con el sector cultural?
Interpreto algunas razones: la vida cultural del país ha sido motor de paz, y eso no es un cliché. Si este país no hubiera tenido una dimensión de la vida cultural tan fuerte, se hubiera visto abocado, seguramente, a una guerra civil. En general, la comunidad cultural apoyó el Acuerdo de Paz. Lo que ocurrió entonces fue que el sector hizo una lectura inmediata: el Gobierno no es amigo de la paz. Por esa conclusión o esa lectura, a mí modo de ver, se comenzó a generar una especie de trinchera. Por otro lado, en las primeras exposiciones de la propuesta, el planteamiento economicista fue muy fuerte: pareció generarse una separación entre la vida cultural del país y los asuntos industriales que generaban aportes a la economía.
A dos años de Gobierno, hay quienes piensan que la economía naranja es solo un intento por dar resultados económicos positivos. Hay otros que aseguran que solo es un intento desesperado por encontrar nuevos modelos de negocio para dinamizar la economía, ¿qué cree?
No lo veo así. Pienso que el Gobierno tiene un interés sano que, si se concreta, puede ayudar a que muchos sectores culturales crezcan, pero es indispensable que a la vez se atienda el progreso de las bibliotecas, la lectura, la posibilidad de acceso ciudadano, la construcción de memoria histórica y tantos otros rubros que están en el ADN de la cultura. Uno tiene que partir de la base de que la cultura tiene valor, pero no tiene precio. Criticar la política del Gobierno porque habla de desarrollo económico a partir de la cultura me parece equivocado. La crítica válida, o posible, es que no podemos guiarnos por una política cultural que solo vea la importancia de la cultura cuando genere plata.
¿Cómo cree que le ha ido a la economía naranja en estos dos años del gobierno Duque?
Me parece que ha sido un tiempo de reformulación de muchos aspectos conceptuales de la propuesta de política inicial y de construcción de herramientas. Ya han transcurrido casi seis meses de una crisis y un miedo profundo. Pienso que vienen dos años para probar o demostrar lo que hay.
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Para usted, ¿cuáles son las herramientas más importantes que se han diseñado a partir de esta propuesta?
La extensión del incentivo tributario de la Ley de Cine de 2003 a todos los sectores culturales. El cine nacional creció exponencialmente con ese mecanismo. Esa, para mí, es la más importante. Lo que se hizo en el artículo 180 del Plan Nacional de Desarrollo (PND) permitirá que diferentes tipos de iniciativas culturales, que siempre se financian con patrocinios muy difíciles, ahora les den a los inversionistas o donantes el incentivo tributario más grande que existe en el país (deducción de un 165 %).
Otras muy importantes: la ampliación de incentivos para atraer más audiovisuales al país, también en el PND, bajo la condición de que contraten talento y servicios 100 % colombianos, y la exención de renta a todo tipo de empresas de economía creativa por siete años.
Felipe Buitrago, viceministro de la Creatividad y la Economía Naranja, dijo que su balance de este modelo de desarrollo era agridulce ¿está de acuerdo?
He visto a un equipo del Ministerio de Cultura trabajar sin descanso, con muy buena voluntad e ilusión, pero persisten fisuras en la relación con la comunidad cultural.
¿En dónde hay que fortalecer cosas?
Hacer más fácil, mucho más comprensible y con menos trámites, el sistema de créditos o facilidades para iniciativas culturales (Bancóldex, Impulsa, Findeter y Sena). También pienso que es importante generar incentivos y subsidios al acceso de los ciudadanos a la oferta cultural: la situación está muy difícil y la mayoría de la población tiene que atender lo más básico para subsistir. Sería muy valioso logar que los sectores de cultura y entretenimiento que han crecido exponencialmente contribuyan con recursos o le retribuyan a un sistema o fondo de financiación general de la cultura. Por supuesto: mejorar las apropiaciones del presupuesto nacional al Ministerio de Cultura, incluso reorientando presupuestos de otros sectores, como ciencia, tecnología o educación. Creo en la necesidad de ampliar diálogos.
¿Qué opina de la reforma que se hizo en el Ministerio de Cultura? ¿Crear un Viceministerio de Economía Naranja fue acertado?
Me parece que abrir los viceministerios generó la impresión de que hay dos tipos de vertientes de la cultura: las comunidades por un lado y las industrias por el otro. A mí me agrada más un ministerio fuerte con áreas programáticas muy actuantes, con un campo de acción regional sólido, con muchas líneas de gestión transversal. Desde luego las reformas institucionales son válidas en búsqueda de mejores resultados de gestión, y este podrá evaluarse mejor en los próximos dos años.