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¿Qué la llevó a interesarse en la danza?
Mi camino en la danza fue desde que tenía unos cinco años. Siento que mi mayor inspiración fue mi abuelita, Ramona García; es una mujer estupenda, fue una mujer estupenda, quien frecuentaba los bailes de pellejo, en un lugar de encuentro, con los amigos y esto se hace con chirimía, con música tradicional en vivo. Yo era muy apegada a ella, y me tenía que llevar hasta donde ella estaba. Iba con mi madre, quien mecuidaba mientras ella gozaba de ese encuentro. Creo que lo que me hizo ilusión, o lo que me inspiró, fue eso, verla a ella. Una mujer tan poderosa, danzar tan hermoso, tan sutil, pero a la vez tan fuerte y esa música tradicional que está conmigo siempre. Es algo que llevo en mi mochilita para cualquier lugar. Es mi esencia, es lo que me hace ser lo que soy ahora, porque de ahí parto para crear otras múltiples maneras de moverme, de expresarme. Fue fundamental para mí el tener a mi abuelita en ese momento.
¿Qué otras cosas han sido fundamentales en su carrera artística?
Siento que, por supuesto, el apoyo de la familia. Verme rodeada de mujeres tan poderosas, mis hermanas, mis hermanas de vida, mis hermanas de la danza, de la cultura, y, por supuesto, el maestro Rafael, quien me ha enseñado todo lo que tengo. He sido una mujer disciplinada y eso me hace ser también lo que soy ahora. Pero también, cuando llego a Sankofa pasa algo muy especial y es que, claro, hay un estudio de la técnica de danza afrocontemporánea, pero también es un espacio reflexivo, que es también lo que hacemos ahorita en Wangari. Es un espacio reflexivo frente a todos los temas que nos atañen. Estas cosas que nos incomodan de la sociedad, eso que nos oprime, eso que, de alguna manera, no nos permite estar en equidad o en igualdad de condiciones.
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Fue alumna de Rafael Palacios y ahora dirige su propia compañía, ¿cómo fue pasar de ser alumna a liderar un grupo?
Bueno, no es fácil, porque en principio yo me negaba a esto, a ser directora y coreógrafa porque solo quería danzar. Siento que en ese momento quizá no sentía que pudiera lograr hacer algo como esto; pero creo que, de hecho, me encanta mucho compartir los saberes. Poder interactuar con otras personas y, sobre todo estos chicos y chicas que lo llenan a uno de tanta energía, de tanta alegría, aprendo muchísimo de ellos. Y también el maestro; en ese sentido, siento que ha sido algo muy de parte y parte, muy horizontal, donde todos aprendemos de cada uno y las puestas en escena son iguales, es una construcción en comunidad.
¿Qué emociones le trae danzar, dirigir y coreografiar una obra?
Son dos cosas como fuertes. Porque danzar, claro, estoy danzando mis propias historias, estoy danzando mi propia vida y eso me hace ponerme en el escenario de una manera honesta. Y ser directora y coreógrafa, yo siento que para mí es más difícil porque sufro, sufro doble, creo yo. Entonces, son ambas experiencias muy bonitas, pero, sin lugar a duda, yo quiero seguir danzando para toda la vida, ojalá.
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¿Para usted qué representa poder explorar e investigar cosas que no nos permiten estar en equidad de condiciones a través de un medio físico como la danza?
Siento que esas son las luchas que tenemos como comunidad afrodescendiente, desde nuestros puntos de acciones, desde nuestro hacer. Y desde este que es mi lugar de denunciación, que es la danza, poder generar este espacio para crear y alzar nuestras voces frente a lo que está sucediendo en el territorio. Creo que es importante. Y tengo mucho que decir como mujer, pero mujer afrodescendiente, que sobre mí también recaen distintas agresiones y racializaciones, estereotipos, exotizaciones. Siento que hay mucho por decir y no puedo desperdiciar el espacio que tengo. Tengo que fortalecer este espacio, porque es un espacio también de resistencia. La danza es resistencia para mí.
¿Podría describir su proceso creativo para crear coreografías?
Lo primero es qué tema vamos a abordar, la investigación sobre el tema. Exploraciones, improvisaciones y todo esto que nos arroja, con eso vamos determinando qué sirve y qué no. La pregunta es ¿qué es lo que queremos contar en la escena? Que haya de verdad un diálogo entre eso.
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¿Cuál es la lección más grande que le ha dado bailar con Sankofa?
Despertar un sentido crítico. En esa mirada crítica frente a lo que sucede con nosotros, porque, claro, estamos en una sociedad que nos encasilla y que nos dice cómo debemos actuar, pero cuando llego a Sankofa y el maestro Rafael empieza a conversar con nosotros, nos damos cuenta de las microagresiones y como nos utilizan para ciertas cosas. Creo que ahí desperté la mirada crítica y la potencialicé en mi danza. Se crearon otros lenguajes corporales que el maestro Rafael nos permitió investigar.
¿Para usted qué representa la palabra crítica?
No podemos seguir en la sociedad como borregos. De alguna manera tenemos que sentar nuestra posición también como comunidad. ¿Y qué es? Cómo queremos que nos vean. Queremos que sepan de nosotros, pero de nosotros mismos, que nosotros tengamos nuestras propias representaciones, que podamos contar nuestras propias historias porque como se están contando no son verídicas.
¿Y a usted cómo le gustaría ser representada y recordada?
Como una mujer de la danza, una mujer digna, una mujer que crea espacios protectores y una mujer que ha dado todo por la danza y por la comunidad.