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Hace tres años, varios libros de autores que defienden la democracia ya fueron eliminados de las bibliotecas públicas, lo que alertó a Sung, que temía que se tratara de una corriente hacia la censura generalizada.
Desde entonces, se dedica a hacer listas con los títulos desaparecidos de los estantes, tendencia que ha ido creciendo a un ritmo pausado hasta que la semana pasada la prensa local dio cuenta de que las desapariciones se habían expandido repentinamente.
Todo comenzó cuando el periódico Hong Kong Ming Pao decidió eliminar las viñetas del caricaturista político “Zunzi” después de 40 años: funcionarios del Gobierno habían criticado la columna por ser “engañosa”, “ridícula” o “carente de hechos”.
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Así, varios medios locales descubrieron que sus viñetas han sido retiradas de las bibliotecas públicas, pero también que docenas de títulos de autores prodemocráticos también han desaparecido. “Es desastroso”, explica Sung.
“Las bibliotecas públicas tienen control sobre los recursos para escribir la historia en el futuro. Cuando estos recursos desaparezcan, los veredictos sobre los acontecimientos históricos pueden cambiar. Independientemente de su posición política, no se puede borrar lo que ha sucedido”, indica. Agrega que “al menos deberíamos saber qué es exactamente lo que ha desaparecido”. “Si no sabemos lo que falta, no hay manera de entender el pasado”, denuncia.
La desaparición de libros políticos de las bibliotecas públicas generó preocupación por primera vez a mediados de 2020, cuando Pekín impuso una dura ley de seguridad nacional para Hong Kong tras un prolongado movimiento de protesta antigubernamental.
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En ese momento, al menos nueve títulos escritos por el ahora encarcelado activista Joshua Wong, el académico Wan Chin y la legisladora Tanya Chan fueron retirados con el argumento de que estaban “bajo revisión”. Con el tiempo, se han añadido más títulos a esta lista, aunque no existen anuncios públicos sobre tales movimientos: hay que buscar en el catálogo para saber qué ha desaparecido.
En noviembre de 2022, Efe visitó la biblioteca más grande de la ciudad y constató que decenas de libros políticos aún estaban en las estanterías, pero hoy todos esos títulos han sido retirados.
Los autores incluyen al difunto periodista Lee Yee, al exlegislador Wong Yuk-man y al locutor de radio Ng Chi-sum, todos muy críticos con el Gobierno. Según la prensa local, algunos títulos eliminados no tienen relación alguna con la política, pero sí hay algo en común entre todos ellos: los autores son críticos con el Gobierno hongkonés o con Pekín.
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Un espacio cada vez más reducido
La ciudad semiautónoma era conocida por su mercado editorial vibrante y por ser un “un paraíso de libros prohibidos”, cuando los ciudadanos de la China continental cruzaban la frontera para comprar libros políticamente sensibles que no estaban disponibles al otro lado. Sin embargo, desde 2020, el espacio para publicar y hacer circular estos contenidos se ha reducido. “Siento que estamos en una época de decadencia cultural”, comenta el dueño de una librería que tiene décadas de antigüedad.
La preocupación por la libertad de publicación de la ciudad ha ido en aumento tras la promulgación de la mencionada ley de seguridad, a lo que hay que sumar el cierre de tres medios de comunicación prodemocráticos o el encarcelamiento durante 19 meses de cinco logopedas por publicar libros “sediciosos” para niños. Y además de la retirada de libros de las bibliotecas públicas, las librerías convencionales también han dejado de vender títulos que puedan considerarse políticamente incorrectos.
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Las imprentas, cautelosas, se niegan a imprimir libros con contenido sensible, varias editoriales han dejado de operar y las bibliotecas de algunas escuelas han retirado títulos sobre las protestas de Tiananmen de 1989, entre otros temas. “Nuestra pequeña biblioteca tiene que tirar libros todos los años. Aquellos sobre democracia y protestas tienen que salir”, señala una maestra de secundaria.
Por su parte, el Gobierno nunca ha mencionado expresamente qué títulos deberían ser prohibidos, ni tampoco las autoridades bibliotecarias han explicado sus criterios. La semana pasada, el jefe Ejecutivo de la ciudad, John Lee, se limitó a comentar que el Gobierno “tiene la responsabilidad de identificar libros con ideologías poco saludables, lo cual no recomendamos”.
Según un antiguo empleado de una librería local controlada por la Oficina de Enlace, la representación oficial de Pekín en Hong Kong, la falta de claridad en las directrices es “una práctica común en China continental”.
“Sin un criterio claro sobre qué libros están permitidos, la gente prefiere pecar de precavida”, asegura el ex empleado, ahora reconvertido en editor independiente especializado en literatura no política.
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