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                                                                                                                        Pauta con nosotros en Cromos

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                                                                                                                                La Divina Comedia, de Dante: Infierno, canto I (Extractos literarios)

                                                                                                                                Presentamos el canto uno de la primera parte de la “Divina Comedia”, de Dante Alighieri: Infierno. Esta es una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista, además de ser considerada la obra maestra de la literatura italiana.

                                                                                                                                Dante Alighieri

                                                                                                                                La Divina comedia, también conocida como Comedia, es un poema escrito por Dante Alighieri, del que se desconoce la fecha exacta en que fue redactado.
                                                                                                                                Foto: Getty Images/iStockphoto - Getty Images
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Canto I

                                                                                                                                A mitad del camino de la vida,

                                                                                                                                en una selva oscura me encontraba

                                                                                                                                porque mi ruta había extraviado.

                                                                                                                                ¡Cuán dura cosa es decir cuál era

                                                                                                                                esta salvaje selva, áspera y fuerte

                                                                                                                                que me vuelve el temor al pensamiento!

                                                                                                                                Es tan amarga casi cual la muerte;

                                                                                                                                más por tratar del bien que allí encontré,

                                                                                                                                de otras cosas diré que me ocurrieron.

                                                                                                                                Yo no sé repetir cómo entré en ella

                                                                                                                                pues tan dormido me hallaba en el punto

                                                                                                                                que abandoné la senda verdadera.

                                                                                                                                Más cuando hube llegado al pie de un monte,

                                                                                                                                allí donde aquel valle terminaba

                                                                                                                                que el corazón habíame aterrado,

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ya vestían los rayos del planeta

                                                                                                                                que lleva recto por cualquier camino.

                                                                                                                                Entonces se calmó aquel miedo un poco,

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                que en el lago del alma había entrado

                                                                                                                                la noche que pasé con tanta angustia.

                                                                                                                                Y como con aliento anhelante

                                                                                                                                ya salido del piélago a la orilla

                                                                                                                                se vuelve y mira al agua peligrosa

                                                                                                                                tal mi ánimo, huyendo todavía,

                                                                                                                                se volvió por mirar de nuevo el sitio

                                                                                                                                que a los que viven traspasar no deja.

                                                                                                                                Repuesto un poco el cuerpo fatigado,

                                                                                                                                seguí el camino por la yerma loma,

                                                                                                                                siempre afirmando el pie de más abajo.

                                                                                                                                Y vi, casi al principio de la cuesta,

                                                                                                                                una onza ligera y muy veloz,

                                                                                                                                que de una piel con pintas se cubría;

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y de delante no se me apartaba,

                                                                                                                                más de tal modo me cortaba el paso,

                                                                                                                                que muchas veces quise dar la vuelta.

                                                                                                                                Entonces comenzaba un nuevo día,

                                                                                                                                y el sol se alzaba al par que las estrellas

                                                                                                                                que junto a él el gran amor divino

                                                                                                                                sus bellezas movió por vez primera;

                                                                                                                                así es que no auguraba nada malo

                                                                                                                                de aquella fiera de la piel manchada

                                                                                                                                la hora del día y la dulce estación;

                                                                                                                                más no tal que terror no produjese

                                                                                                                                la imagen de un león que luego vi.

                                                                                                                                Me pareció que contra mí venía,

                                                                                                                                con la cabeza erguida y hambre fiera,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y hasta temerle parecía el aire.

                                                                                                                                Y una loba que todo el apetito

                                                                                                                                parecía cargar en su flaqueza,

                                                                                                                                que ha hecho vivir a muchos en desgracia.

                                                                                                                                Tantos pesares esta me produjo, con

                                                                                                                                el pavor que verla me causaba que

                                                                                                                                perdí la esperanza de la cumbre.

                                                                                                                                Y como aquel que alegre se hace rico

                                                                                                                                y llega luego un tiempo en que se arruina,

                                                                                                                                y en todo pensamiento sufre y llora:

                                                                                                                                tal la bestia me hacía sin dar tregua,

                                                                                                                                pues, viniendo hacia mí muy lentamente,

                                                                                                                                me empujaba hacia allí donde el sol calla.

                                                                                                                                Mientras que yo bajaba por la cuesta,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                se me mostró delante de los ojos

                                                                                                                                alguien que, en su silencio, creí mudo.

                                                                                                                                Cuando vi a aquel en ese gran desierto

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                «Apiádate de mí -yo le grité-,

                                                                                                                                seas quien seas, sombra a hombre vivo.»

                                                                                                                                Me dijo: «Hombre no soy, más hombre fui,

                                                                                                                                y a mis padres dio cuna Lombardía

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Nací sub Julio César, aunque tarde,

                                                                                                                                y viví en Roma bajo el buen Augusto:

                                                                                                                                tiempos de falsos dioses mentirosos.

                                                                                                                                Poeta fui, y canté de aquel justo

                                                                                                                                hijo de Anquises que vino de Troya,

                                                                                                                                cuando Ilión la soberbia fue abrasada.

                                                                                                                                ¿Por qué retornas a tan grande pena,

                                                                                                                                y no subes al monte deleitoso

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                que es principio y razón de toda dicha?»

                                                                                                                                «¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente

                                                                                                                                de quien mana tal río de elocuencia?

                                                                                                                                -respondí yo con frente avergonzada-.

                                                                                                                                Oh luz y honor de todos los poetas,

                                                                                                                                válgame el gran amor y el gran trabajo

                                                                                                                                que me han hecho estudiar tu gran volumen.

                                                                                                                                Eres tú mi modelo y mi maestro;

                                                                                                                                el único eres tú de quien tomé

                                                                                                                                el bello estilo que me ha dado honra.

                                                                                                                                Mira la bestia por la cual me he vuelto:

                                                                                                                                sabio famoso, de ella ponme a salvo,

                                                                                                                                pues hace que me tiemblen pulso y venas.»

                                                                                                                                «Es menester que sigas otra ruta

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                -me repuso después que vio mi llanto-,

                                                                                                                                si quieres irte del lugar salvaje;

                                                                                                                                pues esta bestia, que gritar te hace,

                                                                                                                                no deja a nadie andar por su camino,

                                                                                                                                mas tanto se lo impide que los mata;

                                                                                                                                y es su instinto tan cruel y tan malvado,

                                                                                                                                que nunca sacia su ansia codiciosa

                                                                                                                                y después de comer más hambre aún tiene.

                                                                                                                                Con muchos animales se amanceba,

                                                                                                                                y serán muchos más hasta que venga

                                                                                                                                el Lebrel que la hará morir con duelo.

                                                                                                                                Este no comerá tierra ni peltre,

                                                                                                                                sino virtud, amor, sabiduría,

                                                                                                                                y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ha de salvar a aquella humilde Italia

                                                                                                                                por quien murió Camila, la doncella,

                                                                                                                                Turno, Euríalo y Niso con heridas.

                                                                                                                                Este la arrojará de pueblo en pueblo,

                                                                                                                                hasta que dé con ella en el abismo,

                                                                                                                                del que la hizo salir el Envidioso.

                                                                                                                                Por lo que, por tu bien, pienso y decido

                                                                                                                                que vengas tras de mí, y seré tu guía,

                                                                                                                                y he de llevarte por lugar eterno,

                                                                                                                                donde oirás el aullar desesperado,

                                                                                                                                verás, dolientes, las antiguas sombras,

                                                                                                                                gritando toda la segunda muerte;

                                                                                                                                y podrás ver a aquellas que contenta

                                                                                                                                el fuego, pues confían en llegar

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                a bienaventuras cualquier día;

                                                                                                                                y si ascender deseas junto a estas,

                                                                                                                                más digna que la mía allí hay un alma:

                                                                                                                                te dejaré con ella cuando marche;

                                                                                                                                que aquel Emperador que arriba reina,

                                                                                                                                puesto que yo a sus leyes fui rebelde,

                                                                                                                                no quiere que por mí a su reino subas.

                                                                                                                                En toda parte impera y allí rige;

                                                                                                                                allí está su ciudad y su alto trono.

                                                                                                                                iCuán feliz es quien él allí destina!»

                                                                                                                                Yo contesté: «Poeta, te requiero

                                                                                                                                por aquel Dios que tú no conociste,

                                                                                                                                para huir de este o de otro mal más grande,

                                                                                                                                que me lleves allí donde me has dicho,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y pueda ver la puerta de San Pedro

                                                                                                                                y aquellos infelices de que me hablas.»

                                                                                                                                Entonces se echó a andar, y yo tras él.

                                                                                                                                La Divina comedia, también conocida como Comedia, es un poema escrito por Dante Alighieri, del que se desconoce la fecha exacta en que fue redactado.
                                                                                                                                Foto: Getty Images/iStockphoto - Getty Images
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Canto I

                                                                                                                                A mitad del camino de la vida,

                                                                                                                                en una selva oscura me encontraba

                                                                                                                                porque mi ruta había extraviado.

                                                                                                                                ¡Cuán dura cosa es decir cuál era

                                                                                                                                esta salvaje selva, áspera y fuerte

                                                                                                                                que me vuelve el temor al pensamiento!

                                                                                                                                Es tan amarga casi cual la muerte;

                                                                                                                                más por tratar del bien que allí encontré,

                                                                                                                                de otras cosas diré que me ocurrieron.

                                                                                                                                Yo no sé repetir cómo entré en ella

                                                                                                                                pues tan dormido me hallaba en el punto

                                                                                                                                que abandoné la senda verdadera.

                                                                                                                                Más cuando hube llegado al pie de un monte,

                                                                                                                                allí donde aquel valle terminaba

                                                                                                                                que el corazón habíame aterrado,

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ya vestían los rayos del planeta

                                                                                                                                que lleva recto por cualquier camino.

                                                                                                                                Entonces se calmó aquel miedo un poco,

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                que en el lago del alma había entrado

                                                                                                                                la noche que pasé con tanta angustia.

                                                                                                                                Y como con aliento anhelante

                                                                                                                                ya salido del piélago a la orilla

                                                                                                                                se vuelve y mira al agua peligrosa

                                                                                                                                tal mi ánimo, huyendo todavía,

                                                                                                                                se volvió por mirar de nuevo el sitio

                                                                                                                                que a los que viven traspasar no deja.

                                                                                                                                Repuesto un poco el cuerpo fatigado,

                                                                                                                                seguí el camino por la yerma loma,

                                                                                                                                siempre afirmando el pie de más abajo.

                                                                                                                                Y vi, casi al principio de la cuesta,

                                                                                                                                una onza ligera y muy veloz,

                                                                                                                                que de una piel con pintas se cubría;

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y de delante no se me apartaba,

                                                                                                                                más de tal modo me cortaba el paso,

                                                                                                                                que muchas veces quise dar la vuelta.

                                                                                                                                Entonces comenzaba un nuevo día,

                                                                                                                                y el sol se alzaba al par que las estrellas

                                                                                                                                que junto a él el gran amor divino

                                                                                                                                sus bellezas movió por vez primera;

                                                                                                                                así es que no auguraba nada malo

                                                                                                                                de aquella fiera de la piel manchada

                                                                                                                                la hora del día y la dulce estación;

                                                                                                                                más no tal que terror no produjese

                                                                                                                                la imagen de un león que luego vi.

                                                                                                                                Me pareció que contra mí venía,

                                                                                                                                con la cabeza erguida y hambre fiera,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y hasta temerle parecía el aire.

                                                                                                                                Y una loba que todo el apetito

                                                                                                                                parecía cargar en su flaqueza,

                                                                                                                                que ha hecho vivir a muchos en desgracia.

                                                                                                                                Tantos pesares esta me produjo, con

                                                                                                                                el pavor que verla me causaba que

                                                                                                                                perdí la esperanza de la cumbre.

                                                                                                                                Y como aquel que alegre se hace rico

                                                                                                                                y llega luego un tiempo en que se arruina,

                                                                                                                                y en todo pensamiento sufre y llora:

                                                                                                                                tal la bestia me hacía sin dar tregua,

                                                                                                                                pues, viniendo hacia mí muy lentamente,

                                                                                                                                me empujaba hacia allí donde el sol calla.

                                                                                                                                Mientras que yo bajaba por la cuesta,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                se me mostró delante de los ojos

                                                                                                                                alguien que, en su silencio, creí mudo.

                                                                                                                                Cuando vi a aquel en ese gran desierto

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                «Apiádate de mí -yo le grité-,

                                                                                                                                seas quien seas, sombra a hombre vivo.»

                                                                                                                                Me dijo: «Hombre no soy, más hombre fui,

                                                                                                                                y a mis padres dio cuna Lombardía

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Nací sub Julio César, aunque tarde,

                                                                                                                                y viví en Roma bajo el buen Augusto:

                                                                                                                                tiempos de falsos dioses mentirosos.

                                                                                                                                Poeta fui, y canté de aquel justo

                                                                                                                                hijo de Anquises que vino de Troya,

                                                                                                                                cuando Ilión la soberbia fue abrasada.

                                                                                                                                ¿Por qué retornas a tan grande pena,

                                                                                                                                y no subes al monte deleitoso

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                que es principio y razón de toda dicha?»

                                                                                                                                «¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente

                                                                                                                                de quien mana tal río de elocuencia?

                                                                                                                                -respondí yo con frente avergonzada-.

                                                                                                                                Oh luz y honor de todos los poetas,

                                                                                                                                válgame el gran amor y el gran trabajo

                                                                                                                                que me han hecho estudiar tu gran volumen.

                                                                                                                                Eres tú mi modelo y mi maestro;

                                                                                                                                el único eres tú de quien tomé

                                                                                                                                el bello estilo que me ha dado honra.

                                                                                                                                Mira la bestia por la cual me he vuelto:

                                                                                                                                sabio famoso, de ella ponme a salvo,

                                                                                                                                pues hace que me tiemblen pulso y venas.»

                                                                                                                                «Es menester que sigas otra ruta

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                -me repuso después que vio mi llanto-,

                                                                                                                                si quieres irte del lugar salvaje;

                                                                                                                                pues esta bestia, que gritar te hace,

                                                                                                                                no deja a nadie andar por su camino,

                                                                                                                                mas tanto se lo impide que los mata;

                                                                                                                                y es su instinto tan cruel y tan malvado,

                                                                                                                                que nunca sacia su ansia codiciosa

                                                                                                                                y después de comer más hambre aún tiene.

                                                                                                                                Con muchos animales se amanceba,

                                                                                                                                y serán muchos más hasta que venga

                                                                                                                                el Lebrel que la hará morir con duelo.

                                                                                                                                Este no comerá tierra ni peltre,

                                                                                                                                sino virtud, amor, sabiduría,

                                                                                                                                y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ha de salvar a aquella humilde Italia

                                                                                                                                por quien murió Camila, la doncella,

                                                                                                                                Turno, Euríalo y Niso con heridas.

                                                                                                                                Este la arrojará de pueblo en pueblo,

                                                                                                                                hasta que dé con ella en el abismo,

                                                                                                                                del que la hizo salir el Envidioso.

                                                                                                                                Por lo que, por tu bien, pienso y decido

                                                                                                                                que vengas tras de mí, y seré tu guía,

                                                                                                                                y he de llevarte por lugar eterno,

                                                                                                                                donde oirás el aullar desesperado,

                                                                                                                                verás, dolientes, las antiguas sombras,

                                                                                                                                gritando toda la segunda muerte;

                                                                                                                                y podrás ver a aquellas que contenta

                                                                                                                                el fuego, pues confían en llegar

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                a bienaventuras cualquier día;

                                                                                                                                y si ascender deseas junto a estas,

                                                                                                                                más digna que la mía allí hay un alma:

                                                                                                                                te dejaré con ella cuando marche;

                                                                                                                                que aquel Emperador que arriba reina,

                                                                                                                                puesto que yo a sus leyes fui rebelde,

                                                                                                                                no quiere que por mí a su reino subas.

                                                                                                                                En toda parte impera y allí rige;

                                                                                                                                allí está su ciudad y su alto trono.

                                                                                                                                iCuán feliz es quien él allí destina!»

                                                                                                                                Yo contesté: «Poeta, te requiero

                                                                                                                                por aquel Dios que tú no conociste,

                                                                                                                                para huir de este o de otro mal más grande,

                                                                                                                                que me lleves allí donde me has dicho,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y pueda ver la puerta de San Pedro

                                                                                                                                y aquellos infelices de que me hablas.»

                                                                                                                                Entonces se echó a andar, y yo tras él.

                                                                                                                                Por Dante Alighieri

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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