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Entre miradas
A Valeria Zarama
Corrí a contarle a mi madre el sueño que acababa de tener. Preocupada, me advirtió que él suele manifestarse como esa fiesta secreta en la que una legión de hormigas, grillos, mariposas, liebres, zorros y cabras bailan en círculos y, de tantos giros, parecen conformar un solo ser. «Verlo a los ojos destruye», sentenció mi madre, mientras se aferraba a su crucifijo. Sentí tristeza por ella. Jamás sabría que el fulgor de aquellas pupilas se había clavado en mi memoria. Desde entonces, me convertí en un cazador ocular. Al principio, me fascinaron los iris de las mujeres albinas y los que daban visos de rubí o zafiro al ser tocados por la luz del sol. Años después, comprendí que lo que necesitaba no era coleccionar materia perecedera, sino capturar el rastro sutil de los ojos de quienes habían sido tocados por tan poderosa magia. Un brillo que es sombra, una sombra que es brillo. Ajusté mi catálogo a esta nueva consciencia y se transformó de un modo maravilloso. Me siento motivado. De hecho, recorro ahora mismo el estante de poetas, ¡y en verdad adoro esta cosecha! Aquí conservo las miradas brujas de AMOR, Pita… BARNES, Djuna… LISPECTOR, Clarice… SEXTON, Anne... Mi esperanza está renovada. Sé que pronto completaré las 666 piezas que me propuse, entonces, destaparé los recipientes de una sola vez y él volverá a mirarme como en aquel sueño de mi infancia.
Augusto Lozada Lince (Pasto, Colombia).
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Venta de muñecas
De navidad pedí una muñeca que hiciera de todo. Nació mi hermanita. Pensé que ésta si me la iban a dejar, pero pasó como con todas las muñecas; mi mamá solo me dejaba jugar con ella a raticos para que no la dañara como a las otras. El costo bajaba si les faltaba un brazo, o un ojo, tenían quemado el pelo o tenían rayado su cuerpo. Mi hermanita no sufrió ningún daño. “Hay que hacer una nueva muñeca” le dijo mi papá a mi mamá guardando dinero en el bolsillo.
¿Cuánto habrán pagado por mi hermanita?
Anayibe Paipilla Rios (Cali, Colombia).
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Poética del cuento
La taza para el café es una taza mediana, bien formada y con una pintura sobre cerámica de un pueblo típico alemán, en navidad, y con una leyenda que dice “Mercado navideño de Heidelberg” (en alemán, obvio). El hombre toma pequeños sorbos de un café con jengibre, para darle un poco de picante. Las manos descansan sobre la base del teclado del portátil, mientras los dedos buscan las letras para el cuento que se niega a salir. De pronto, un golpe en el techo. Pasos que se acercan. El cuento se asusta y se riega sobre la pantalla. El hombre sonríe.
Nicolás Dávila (Colombia).
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Errores pasionales
Terminaron de copular, estaban inquietos, no sabían cuál de los dos era el muñeco inflable.
Daniel Bonilla (Colombia).
*Recibimos sus obras al correo: laesquinadelirante@gmail.com. El microrrelato debe tener: Máximo 200 palabras, con el nombre el autor y la nacionalidad.
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