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Germinación
Le habían dicho muy enfáticamente que tuviera cuidado al comer frutas, no se fuera a pasar las semillitas, dizque le saldría una mata en el estómago. Cuando en Ciencias Naturales vio lo fundamental de la luz solar en el proceso de germinación, se encaprichó con abrir la boca todas las mañanas para que los rayos del sol pudiesen entrar y hacer lo suyo. Como no le salía ninguna planta en su barriguita, pensó que se trataba de otro cuento más de los adultos, como el del Ratón Pérez o el de Papá Noel.
Hasta que, en una visita a la finca de los abuelos, escuchó que allá las frutas, a diferencia de las que compraban en la ciudad, no eran transgénicas, y se le ocurrió que este había sido el problema. Entonces se propuso tragar unas cuantas semillas de estas pero, para su sorpresa, sus abuelos solo cosechaban duraznos, mangos y aguacates. Tuvo que esperar hasta las siguientes vacaciones, en las que visitaron la finca de los tíos, quienes cosechaban mandarinas, melones y papayas. Nunca olvidará la increíble sensación de las ramitas saliendo por su boca y nariz, ni de lo furiosos que se pusieron todos con él, por desobediente.
Nathaly Rodríguez Carranza
Soledad
De repente, Rafael quedó atrapado dentro del vidrio de la ventana de su habitación. Hacía tan solo unos minutos, observaba la violencia de los rayos del sol caer sobre una ciudad llena de laberintos, con personas como él, solitarias y perdidas. Pero lo hizo con vehemencia. Tanta, que no se percató de que su rostro y su cuerpo se fusionaban, poco a poco, con el cristal.
Su reflejo se había convertido en un recuerdo. El residuo del eco luminoso de su propia humanidad, atrapado entre dos láminas traslúcidas. Se asustó. Su existencia se difuminaba con facilidad. Era amenazada por la reverberación de las moléculas del escaso oxígeno, producida por el contacto con la luz. Sintió calor. Se sofocaba. «¡Auxilio!¡Alguien, ayúdeme!, gritó. Nadie lo escuchó. Su voz era un rechinido mínimo y fugaz. Un murmullo que se perdía en el minúsculo siseo de su abrumadora y acostumbrada soledad.
Julián Penagos Carreño
Le invitamos a leer: La esquina delirante XCIX
Mudez
El virus le quemó la garganta hasta volverla cenizas. En ese instante, un ave fénix nació de las páginas en blanco.
Angélica Villalba Cárdenas
El valor de los detalles.
Solo han pasado tres días desde que sucedió, pero me atosiga cada vez más el sentimiento de añoranza que en mí acrecienta. He pasado de la imagen vívida de mi esposa, mis niñas y mi perro, a simples retratos mal dibujados que relaciono con momentos felices junto a ellos. No quise aceptarlo, pero el impacto de haber perdido cosas tan pequeñas y específicas de mi vida, me está haciendo sentir desorientado, caminando por senderos hoy desconocidos y abandonado a mi suerte… ¡Maldita sea! La vida de un miope sin lentes es un constante drama.
Daniel Felipe Gómez
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Cafeinómano
El hombre murió. Quienes lo conocieron no podían desligarlo de su obsesión por el café. Cargado y sin azúcar y tomado a cada instante como si su brazo se configurara en el segundero del reloj. Durante la velación, la greca eléctrica mezcló el agua con el café y emitió el sonido de las burbujas que revotaban al interior de la máquina. El vapor escapó de sus adentros y con él, salió el aroma a tinto que se camufló con los murmullos de los rezos y sollozos. Ninguno de los asistentes se percató del olor que penetró por las rendijas del féretro, tocó y alertó la humanidad del cadáver y cuando llegó a las fosas nasales, empezó a arruinar el descanso eterno del difunto.
David Cabarcas Salas
Víctima
La culpa terminó cuando se preguntó de qué era culpable. Respiró profundamente y se fue a dormir, a otra nube, ubicada cinco centímetros por encima de las calvicies de sus jueces. Varias semanas después despertó y miró hacia abajo. Sintió tranquilidad al encontrar que la vida era una fosa común en la que todos los hoyos son el mismo.
G. Jaramillo Rojas