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Spam
Jerónimo Rivera
Doña Lourdes recibe un correo. Lo lee con detenimiento y su cara se llena de emoción. No puede creer su suerte al descubrir que acaba de ser elegida, al azar, por un jeque árabe de nombre Abdallah Majarah para otorgarle una millonaria cantidad de dinero como parte de una obra filantrópica virtual. Muy contenta, doña Lourdes llama a su hija para contarle la buena noticia. Con cariño, pero algo de impaciencia, Cecilia le comenta que no se puede creer en todo lo que llega por correo, que el tal jeque no existe y que todo es una estafa bastante común en la red. Muy decepcionada, doña Lourdes decide escribirle al “jeque” para regañarlo por su engaño: es el colmo, ilusionarlo a uno, que con ochenta años toca por primera vez un computador” …
En Riad, a muchos kilómetros de distancia, Abdallah se sorprende al traducir, gracias a Google, el correo de una destinataria desconocida y enfadada. Muy desilusionado, escribe un nuevo mensaje a un usuario al azar con la esperanza de que alguien, por fin, quiera recibir su generosa donación.
El paquete
Francisco Arias
Como cada mañana, Ricardo llegó puntualmente a la cafetería. Pidió un tinto, se sentó en su mesa preferida y encendió el primero de los dos cigarrillos que solía fumar. Era un rito. Compró el periódico, que siempre le guardaban, lo ojeó y empezó a hacer el crucigrama. Después seguiría con un sudoku que lo ponía a renegar cuando estaba muy difícil, como hoy.
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En la mesa del frente un hombre, más joven que él, terminó su café, se levantó y salió apresurado. Olvidó un morral pequeño que había puesto sobre el asiento desocupado. Ricardo se percató del olvido, pero no dijo nada. Lo miró salir y esperó a que volteara la esquina, agarró el morral, pagó y salió caminando a paso largo.
Caminó en dirección contraria a la del olvidadizo, y de cuando en cuando miraba hacia atrás. Pensó en tomar un taxi para alejarse de allí lo más pronto posible, pero recordó que con la plata que le quedaba no podría pagarlo.
No había caminado cuatro cuadras cuando la policía le pidió sus documentos y revisó el morral. No pudo convencerlos de que la droga, el revólver y el dinero falso que encontraron no eran suyos.
Verano
Maureen
El verano no había sido perfecto, éramos una familia recompuesta con pedazos de nada, la fragilidad se nos veía en la mirada y aun así jugábamos a sentirnos fuertes, recuerdo pensar que estábamos en el lugar más hermoso del mundo, nunca había visto tanta belleza: el cielo, el mar y la arena imponentes con su combinación de color se mezclaban uno entre otro como quien pertenece a un todo sin perderse a sí mismo. Creía que la vida nunca había sido tan buena y sentía que en medio de tanta belleza podría esconderme de la realidad; a lo lejos escuché a mi hermana menor caer de la cama y vi como mi mamá la llevó en brazos a la terraza, puso hielo en su frente mientras intentaba calmarla. Un viento frío, casi agresivo, entró con él, se paró frente a ella y la abofeteo, “¿quién deja caer a una niña de la cama?”. Vi una lágrima, sentí vergüenza y rabia: entendí que nada nos salvaría del dolor. Se mezcló el cielo, el mar, el sol, la brisa fría, la tristeza y la angustia, pasaron minutos para comprender que ya no éramos nada, habíamos sucumbido a nuestra fragilidad.
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RPG
Yeni Zulena Millán Velásquez
Después de la debida vuelta, el Samsara volvió a ponerles en el escenario. El perro de Pavlov y el gato de Schrödinger, ahora reputados empresarios, invierten exitosamente en el campo de las redes sociales.
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