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Pasaron cerca de tres décadas desde aquella primera presentación de La Etnnia en la Media Torta de Bogotá. Entonces los hermanos Pimienta (Kaiser, Ata y Kanny) imitaban lo que veían en Beat Streat, una película de 1984 que se terminó convirtiendo en la primera mirada de una generación que hizo del hip hop su religión. En esa cinta, dirigida por Stan Lathan, los tres hermanos que vivían en la calle 2 con carrera 5, en el centro de Bogotá, hallaron el sentido de sus raíces.
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Hipnotizados por los movimientos de los bailarines y las frases en llamas de los MC’s del sur del Bronx, los Pimienta pasaron de la imitación a la experimentación y luego a la consagración. Kaiser tiene algún recuerdo de aquella primera vez en la Media Torta. “Nos anunciaron y yo no quería salir del camerino. Tenía nervios y mucho miedo”.
Desde entonces mucho rap ha pasado por debajo del puente o, mejor, por la pila de la plaza principal del barrio Las Cruces, la misma en la que se bautizaron simbólicamente en 1987 como los New Rapper Breakers, mientras se gestaba el movimiento del break dance en Bogotá con los sonidos de Afrika Bambaataa, DJ Kool Herc y Kurtis Blow. Posteriormente, en 1995, debutaron con El ataque del metano, el álbum que con los años se convirtió en la piedra angular del hip hop colombiano.
“El que es agradecido no olvida sus raíces / Nacidos en cuna humilde, orgullosos y felices / De haber combatido y quedar con cicatrices, sobrevivientes de duros tiempos grises”, canta Ata en Raíces, uno de los temas de 10, el álbum más reciente de la agrupación.
El próximo sábado 7 de agosto, en el Movistar Arena de Bogotá, La Etnnia vivirá una especie de segunda primera vez. Hace más de un año que, por cuenta del aterrizaje frenético de la pandemia, los decanos del rap bogotano no se presentan en público. Será un reencuentro. El miedo, dice Kaiser, no se ha ido, más bien se ha transformado. “Los miedos y los nervios siguen. El día que se dejen de sentir tendría que pensar que no estoy en el lugar correcto, pero ahora los nervios se manejan, se convierten en deseos, para que todo salga bien y para que la gente salga contenta del concierto”. Hay otro tipo de miedo. Este, al que Sigmund Freud denominó “histeria de angustia”, se manifiesta con reacciones desproporcionadas que surgen ante la presencia de un objeto específico o una situación determinada. Y en esas estamos. Haciendo esfuerzos por recordar que antes de que el virus chino apareciera en el aire, poco miedo se le tenía a un abrazo, a un apretón de manos o a una rima de La Etnnia cantada con la garganta azufrada.
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“El reto que ahora tiene la sociedad es retomar la confianza. El virus existe, no hay que negarlo, pero el miedo que nos han hecho creer es el enemigo más grande que tenemos actualmente”, dice Kaiser. Y es que el miedo en un país como Colombia no solo lo propicia el virus, lo generan las balas, las armas, la indiferencia, la corrupción. Por eso vale la pena recordar las palabras de Cristina Bautista, gobernadora indígena del resguardo de Tacueyó en Cauca: “Si nos quedamos callados nos matan y si hablamos también. Entonces hablamos”. Un año después Bautista fue asesinada.
Se me antoja pensar entonces que la vacuna contra ese miedo está en el arte. Me conviene decir, para darle fuerza a este texto y algo de sosiego a la vida misma, que las dosis contra el pánico viajan en forma de rima sobre una base de bombo y caja. La Etnnia la estrenó hace un año mientras todos nos escondíamos del bicho asiático. Despierta, una canción dedicada a nosotros, a los caminantes con espíritus muertos, a los occisos caminantes de ideales en hielo.
“Evado la corriente, donde vaya la gente / Los miedos hacen muros, la confianza son puentes / Almas que van buscando redención a sus culpas / Este que está en la cruz, te castiga te inculca / Occiso deambulante te quieren ver sumiso / Han vendido tu alma y sin ningún aviso”.
Y de ideales en hielo sí que sabemos. El paro nacional y el estallido social nos dejó ver la verdadera cara de algunos que se hacen llamar artistas. De aquellos que optaron por el silencio y que prefirieron pedir SOS para la casa del vecino, mientras su propia casa ardía en llamas. “Es muy triste. Antes de artista soy persona, y lo que está pasando no es una situación fácil de sobrellevar, y los artistas, de una u otra manera, somos voceros de la sociedad y hay que reflejarlo. Cuando pasan cosas buenas es que los artistas salen a celebrar y a manifestarse, pero cuando pasan cosas negativas también es bueno que pongamos nuestro punto de vista (…). No se trata de decir de qué partido somos, simplemente es mostrar una postura clara, porque no podemos callar ante muchas cosas que suceden”, dice Kaiser.
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En el evento del próximo sábado, que forma parte de la serie de conciertos denominada “En Tono Colombia”, creada para promover el regreso del público a los escenarios, La Etnnia se presentará junto al rapero y productor bogotano Ali A.K.A. Mind. Escucharemos Sueños sepultados, un homenaje a los jóvenes que no alcanzaron a cumplir sus metas porque les atraviesan un acero repleto de pólvora caliente. “Es una realidad en Colombia: los jóvenes no alcanzan sus metas por infortunios de la vida, porque la falta de oportunidades los lleva a tomar un arma o también muchas veces por la mano negra del mismo sistema. Son esos sueños que nacen en el barrio, pero se quedan en el camino y son sepultados”.
La dosis contra el miedo que se repartirá el próximo fin de semana está fabricada por los clásicos que La Etnnia nos ha venido inoculando desde hace cerca de tres décadas. “En estos años hemos publicado diez trabajos musicales y en cada uno hay canciones que la gente siempre nos pide en los conciertos, Ataque del metano, Malicia Indígena y Criminología. También tendremos un formato acústico con batería y guitarras, que suena muy bacano también. Allá nos vemos. Será una noche de buena música, de rap y hip hop”, finaliza Kaiser.