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Bajo palabras rutinarias, pausadas y litúrgicas del padre y de las miradas, discursos y gestos de afrenta de un pueblo que no tiene idea de lo que el destino traerá, nacen Gabriel y Rafael, los siameses monstruosos de la isla de Santa María de los dos mares, lugar donde se desarrolla la novela Acuérdate de los monstruos. La madre de los siameses, por una extraña vergüenza o un terrible sentimiento de culpa, se aleja de los recién nacidos y su hija Sofía es quien se encarga de cuidar a sus hermanos. A pesar de las implicaciones sociales que se relacionan con la traición o la corrupción, existe la magia, la sorpresa y la belleza.
La primera publicación de la obra fue realizada por Panamericana Editorial, con una portada que evoca cartografías medievales por sus tonos amarillentos. La aventura sirve como un preámbulo adecuado para un libro que, en apariencia extenso, resulta corto debido al estilo de su narrativa. A través del trabajo de traducción a cargo de Juan Fernando Merino y Felipe Botero Quintana, se nos presenta una obra que ha demandado una continuación que amplíe su universo, ya que su final cierra interrogantes y abre otros al mismo tiempo.
La trama se desarrolla gradualmente, introduciendo nombres que reaparecen esporádicamente y tienen relevancia significativa. Los siameses son presentados como seres humanos bondadosos y hermosos según Sofía, pero también como engendros según las habladurías del pueblo. La obra presenta una doble implicación que resulta interesante por su potencial reflexivo y su relación con los acontecimientos y su desarrollo.
Durante un periodo de nieve interminable que daña las cosechas y destruye los mercados, Gabriel y Rafael entonan un canto que proporciona comida al pueblo, contrarrestando dificultades sociales con soluciones fantásticas. La dualidad de los hermanos refleja su conexión y al mismo tiempo sus diferencias: el canto de Gabriel evoca las profundidades y el cosmos de los muertos, y el canto de Rafael se dirige a la energía vital del mundo y el amor hacia todos. Y al mismo tiempo, Gabriel representa las energías de la culpa y el señalamiento de los que ya no están, mientras que Rafael encarna el perdón y la reconciliación en un entorno cambiante.
Los hermanos Gabriel y Rafael no están solos, acompañados por Sofía, también se encuentran con amigos cuyas vidas se entrelazan con las suyas. Entre ellos, un padre de iglesia con culpas que lo atormentan, su hijo Giovannito, un joven noble y estudioso, y los hermanos mayores, inicialmente marineros y luego contrabandistas, cuyas acciones influencian el dilema central de la obra. Estos incluyen a Salvo, aspirante a dictador; Viviano, hombre de familia; un guardaespaldas homosexual; y Agrippa, noble pero manipulable por Salvo. La isla de Santa María de los dos mares está dividida entre los pueblos de San Ceferino y Matto-Matta, dos lugares que están envueltos en conflictos políticos y sociales alimentados por la avaricia, el terror y las armas, financiados por el contrabando y la traición. En este contexto, se revela un inframundo conectado por canales donde reside un rabino autoexiliado y su demonio mascota, Rasputín.
Para Jean-Luc A. D’Asciano, todo está interconectado con un mundo subterráneo que influye en el mundo superior y viceversa, con Gabriel y Rafael como el símbolo de la dualidad central. La ambición por el poder lleva a Salvo y Agrippa a buscar el control absoluto sobre la isla, sin importar el costo humano. Gabriel y Rafael, carismáticos y benevolentes, representan la esperanza de paz en medio de la guerra y la barbarie. Acuérdate de los monstruos ofrece una narrativa rica en descripciones profundas, desde oscuros pasados hasta la adaptación de los siameses en un mundo hostil, pasando por la tristeza de la muerte y la traición familiar. Finalmente, Gabriel y Rafael desafían la percepción de ser monstruos, siendo la verdadera esperanza de su pueblo.