“La flauta mágica”: Mozart es invitado a Colombia
La última ópera del compositor austriaco se toma el escenario del teatro Colón durante tres días, entre el 20 y 22 de diciembre, con personajes de fantasía que relatan una historia enmarcada en elementos del Pacífico y el Caribe colombianos.
Andrea Jaramillo Caro
Desde la Sala Mallarino, en el quinto piso del teatro Colón, brota la melodía de un piano que sigue las notas de la última ópera de Mozart: La flauta mágica. El 14 de noviembre, y sin vestuario o escenografía, se llevó a cabo uno de los ensayos para la producción conjunta del Teatro Colón, Kitambo, y la Orquesta Filarmónica de Bogotá. El cuerpo de danza se reúne en torno al príncipe Tamino, interpretado por Christian Correa, con máscaras plateadas cubriendo sus rostros mientras interpretan una de las primeras escenas de esta obra.
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Desde la Sala Mallarino, en el quinto piso del teatro Colón, brota la melodía de un piano que sigue las notas de la última ópera de Mozart: La flauta mágica. El 14 de noviembre, y sin vestuario o escenografía, se llevó a cabo uno de los ensayos para la producción conjunta del Teatro Colón, Kitambo, y la Orquesta Filarmónica de Bogotá. El cuerpo de danza se reúne en torno al príncipe Tamino, interpretado por Christian Correa, con máscaras plateadas cubriendo sus rostros mientras interpretan una de las primeras escenas de esta obra.
Los solistas, los bailarines y el coro asumieron el rol que han preparado durante los últimos meses para la ópera, que se estrenó como cierre del festival Ópera Al Parque y que se configura como “una invitación a Mozart a Colombia”, con el objetivo de ser disruptiva como él lo fue en su momento.
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El clásico de Mozart comienza en medio de la acción con el príncipe egipcio Tamino siendo perseguido por una serpiente. Con la intención de huir, se adentra en el bosque y entra al dominio de la Reina de la Noche (Bárbara Santana), sin saberlo. La monarca lo intercepta y enlista su ayuda para rescatar a su hija Pamina (Daniela Fernández) de las garras del sacerdote de Isis y Osiris, Sarastro (Ernesto Angulo), quien la secuestró. Tamino recibe una flauta mágica de parte de la reina y la ayuda del cazador de pájaros Papageno (Camilo Mendoza), pero al llegar al templo de Sarastro, descubren que las intenciones del sacerdote son buenas y que está intentando protegerla de su madre. Durante los dos actos los personajes se embarcan en una aventura llena de giros y misterios para descubrir que nada es lo que parece.
Bárbara Santana entra en escena con su vestuario negro morado y plateado para entonar la que es, quizás, el aria más famosa de esta ópera: Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen (La venganza del infierno hierve en mi corazón). Con su voz canta las notas características de esta pieza, mientras que en su mano sostiene el puñal con el que le encarga a su hija asesinar a Sarastro.
Santana cuenta que intentó caminar en los zapatos de esta mujer, cuyo poderío le fue arrebatado luego de que su esposo falleciera y su lugar como alto sacerdote fuera tomado por Sarastro. “De la investigación que he hecho concluí que no hay muchos relatos sobre la Reina de la Noche, cuando debería haber una biografía de ella. Es una mujer inteligente, cuyo poder le es arrebatado tras la muerte de su esposo. Aunque la ópera está ambientada en un entorno fantástico, esta situación se ve reflejada en el presente”, afirma la soprano. “Aunque no fue la mejor madre y no está llena de bondad, no es un personaje del cual compadecerse, pero con el que se puede empatizar”.
“¡Que se destruyan para siempre / todos tus vínculos con la naturaleza / si Sarastro no palidece por tu mano! / ¡Oíd, dioses de la venganza! / ¡Oíd el juramento de una madre!”
El último verso del aria retumba en las paredes mientras que la reina se aleja. Para preparar este personaje, “Mozart hizo las arias de tal manera que su estilo fuera respetado, el reto está en llegar a las coloraturas con las notas que son y la velocidad indicada. Requiere tiempo, práctica y entrenamiento. La última aria, la más representativa, requiere una magia y que uno se sienta poderoso como cantante. En ese momento es cuando más es necesario buscar a la Reina de la Noche que vive dentro de la cantante”.
Para Santana, estamos frente a una mujer resiliente que inspira respeto desde las tinieblas, mientras emana destellos de preocupación por su reino y su hija, demostrando que “de la oscuridad surge la luz”.
Entre lo oscuro y lo brillante se encuentra la Orquesta Filarmónica de Mujeres, encargada de interpretar las piezas musicales del austriaco, bajo la dirección de Paola Ávila. Junto a clarinetes, oboes y flautas, esta adaptación cuenta con una marimba de chonta y tambores de percusión, propios de la región del Pacífico colombiano. El arreglista Gustavo Parra es la mente detrás de la inclusión del “tumbao” colombiano en la obra de Mozart, tanto en la música como en los diálogos. “Tratamos de encontrar esos puntos de conexión entre cosas que se nos han mostrado como lejanas. Desde mi punto de vista, la música termina siendo una, y la música de Mozart cabe dentro de la misma categoría que un porro colombiano o una cumbia. Ese fue el punto de partida que también ayuda a acercar al público a este género, del cual se aleja a veces. Al usar música de nuestras raíces, explorar esa identidad musical que tenemos en Colombia, Latinoamérica y África, unimos esos puntos que siempre han estado ahí”, afirma la directora.
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Cuando empezó el proceso de producción de esta obra, Ávila, directora de la Orquesta Filarmónica de Mujeres, cuenta que “pretendían que fuera una ópera disruptiva desde muchos frentes, y uno de ellos es la presencia de la mujer en la parte musical”. Desde Kitambo pensaron en la Orquesta Filarmónica de Mujeres, y así Ávila se convirtió en la primera mujer en dirigir una ópera en Colombia con el estreno de La flauta mágica.
Integrar una marimba de chonta a una pieza de orquesta es para Ávila algo innovador y una forma de descubrir esos sonidos que se producen como resultado. “Hemos tenido que buscar distintos timbres y colores en la orquesta para acomodar estos sonidos y que se mezclen muy bien y homogeneizar algo, en el principio podía sonar muy separado”. Para Santana, esta “es una oportunidad para resaltarlos, combinan muy bien con la idea de Mozart. Siempre fue un transgresor y daba de qué hablar desde lo bien hecho, creo que esta ópera está bien hecha y da protagonismo a estos instrumentos que le dan un color muy lindo”.
La directora, al igual que la soprano, considera que lo más desafiante de interpretar esta ópera de Mozart es seguir el estilo de la música, ya que “es muy particular para interpretarlo de la forma más cercana posible a la que él se la imaginó, porque cuando Mozart vivió algunos instrumentos de la orquesta actual eran distintos en cuanto a su construcción y características, esto hace que haya que ajustar algunas cosas para que suene como él se lo imaginó”.
Desde el centro de la Sala Mallarino, Ramiro Gutiérrez Castro dirige al elenco como si fuera su orquesta. Dando indicaciones para que unos se muevan hacia un lado o para profundizar en una interpretación, el director escénico observa atento todas las escenas que se desenvuelven frente a él. Gutiérrez recuerda que el inicio de este proyecto se dio a partir de una convocatoria realizada en todo el país para descubrir nuevos talentos, y al ver la cantidad de solistas que esto arrojó, se decidieron por poner en escena el clásico de Mozart, ya que “vimos que se podían adaptar eficientemente a la música de Mozart, contamos con el recurso humano para poder hacer La flauta mágica”.
Además de la música y la decisión de enriquecerla con los sonidos del Pacífico y el Caribe, el director resalta que otra de las decisiones importantes tomadas para esta adaptación fue la inclusión de la compañía de baile Sankofa, dirigida por Rafael Palacios, como un personaje más de la ópera. “Ellos van a actuar como guía en la obertura, y es realmente darnos cuenta de que tenemos un material artístico y humano con el cual se puede potenciar una obra”.
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La invitación de Mozart a Colombia se refleja también en el vestuario diseñado por Lía Samantha, Carolina Loaiza y Carolina Herrera. Entre colores y estampados que inundan el escenario, Samantha cuenta que comenzó por estudiar y leer sobre los diferentes elementos culturales consultando libros sobre etnias colombianas y telas africanas. “Hablar de La flauta mágica de Mozart es, en cierto sentido, hablar de la cosmogonía de nuestros pueblos indígenas, porque hay aves, hay una serpiente que representa partes importantes de la cultura y encontré muchos rasgos en común con nuestras comunidades afros e indígenas, y conectar con ellas”.
Las telas que las diseñadoras usaron para vestir a los personajes también cuentan una historia, pues están cargadas de simbolismos, ya que “no son solo el lenguaje del pueblo afro, sino también del pueblo indígena, porque estos mismos símbolos que forman parte de la geometría sagrada están tejidos en las artesanías tradicionales colombianas”.
Para Ramiro Gutiérrez, montar esta ópera, con el mensaje que carga esta producción de diversidad e innovación, ha sido un desafío con el que espera que su audiencia “potencie su imaginación y que se vaya con dudas, y que si tiene la oportunidad, las resuelvan. Estamos intentando romper paradigmas y el más grande es que todos podemos. Aunque el enfoque que le estamos dando en esta oportunidad es hacia lo femenino, espero que quede el mensaje de que todos podemos entrar en el perdón y pasar por muchos estados emocionales para superar las dificultades. Estamos en un momento en Colombia en el que debemos romper con muchos esquemas, y esta puede ser una oportunidad, para quien lo quiera aceptar, de romper paradigmas y pensar diferente”.