“La fortaleza es aprender a sentir hasta eso que nos incomoda”: Juliana Acosta
Juliana Acosta hizo la maestría en terapia familiar y de pareja de la Universidad de Salamanca, donde conoció la terapia EMDR, en la que se especializó.
Andrea Jaramillo Caro
¿En qué consiste la terapia EMDR?
Es una terapia que ayuda a sanar y a superar los traumas emocionales que tenemos. EMDR es la sigla en inglés, que al español traduce desensibilización y reprocesamiento por medio de movimientos oculares. Se empezó a usar con los veteranos de Vietnam cuando llegaron de la guerra con estrés postraumático. Es bueno aclarar que es de suma importancia que se haga con el acompañamiento de un profesional, porque cuando las personas empiezan a leer sobre esto quieren hacerlo solos y no debería ser así.
¿En qué se basa?
Debemos partir de que todos tenemos traumas, solemos pensar que solo los tienen quienes han sufrido eventos como catástrofes naturales o accidentes, pero todos tenemos una historia. Cualquier experiencia difícil puede convertirse en un trauma, porque el cerebro no tiene la capacidad para procesar la información. Este tipo de terapia se basa en la fase REM del sueño, que se conoce como movimientos oculares rápidos, en ese momento es cuando se procesa la información del día. Procesar eventos difíciles del día a día no se relaciona con la fortaleza o la capacidad de alguien para digerir esa información.
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¿Cómo funciona?
En un estado de conciencia, porque esto no es hipnosis ni es una regresión, vamos a imitar el movimiento que hacen los ojos en esa fase del sueño, que se llama movimientos oculares rápidos. Pensando en el evento traumático, el paciente mueve los ojos y estos movimientos generan una estimulación de los dos hemisferios del cerebro. Hay otras formas en las que se puede lograr mover los dos hemisferios, como la estimulación táctil y auditiva, cuando eso se hace la amígdala cerebral se calma y nos permite procesar la información.
¿Cómo conoció esta terapia y por qué se interesó en ella?
La conocí en España, mientras hacía una maestría. Esta terapia es muy fuerte en España y Estados Unidos también. Lo que me llamó la atención es que imita el mecanismo natural del cerebro para procesar la información. Eso es lo que hacemos. Por eso es tan efectiva.
En su experiencia, ¿por qué cree que es difícil expresar los sentimientos frente a esos episodios?
Pienso que, primero, hay una presión de la sociedad en tener que ser fuertes, en que tenemos que estar bien. Las generaciones anteriores no aceptaban la vulnerabilidad y se veía como una debilidad. Por otro lado, considero que se debe a que no contamos con las herramientas para lidiar con las emociones que son a veces incómodas.
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¿Qué significa la fortaleza?
La fortaleza es aprender a sentir hasta eso que nos incomoda para poderlo transitar. También tener la capacidad de pedir ayuda, de aceptar cuando estoy mal, abrazar mis emociones difíciles, buscar las formas de que los momentos duros se vuelvan un poco menos difíciles, tener compasión conmigo y no exigirme tanto.
¿Cómo cree que ha cambiado la percepción de la sociedad frente a la búsqueda de ayuda en términos de salud mental?
Creo que ha cambiado con las nuevas generaciones y la pandemia nos hizo darnos cuenta de que necesitamos ayuda en muchos momentos. Eso fue un momento clave donde pudimos ver que la ansiedad forma parte de la vida, que la soledad no es tan fácil y que las necesidades varían entre personas. Creo que eso nos dio un empujón, pero también veo que las nuevas generaciones hemos ido perdiendo el tabú con respecto a que está bien estar mal y que pedir ayuda es necesario.
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¿Cómo cree que se verá el mundo mientras seguimos avanzando hacia ese cambio en la percepción con respecto a la salud mental?
Creo que vamos a criar y educar hijos mucho más conscientes y fuertes. Yo creo que la fortaleza es a nivel emocional, porque estamos acostumbrados a pensar que la fortaleza es no sentir nada, pero, todo lo contrario. La fortaleza es aprender a sentir hasta eso que nos incomoda, para poderlo transitar. Entonces seguro va a ser un mundo más feliz, con menos problemas de salud mental, y con más conciencia y herramientas para abordarlo.
¿Cómo ha impactado su vida hablar con diferentes personas sobre traumas?
Lo primero es que los pacientes creen que me van a aprender de mí, pero tú no sabes cuánto aprendo de cada paciente. Es increíble ver que somos una especie absolutamente resiliente y ver cómo la gente tiene la capacidad de superar a veces cosas muy difíciles que les pasan, es muy motivador y esperanzador. Eso me ha llenado de admiración por las personas, me ha llenado de esperanza, me ha llenado de ganas de seguir estudiando para que cada vez sea más gente la que se pueda ver beneficiada, porque todos nos merecemos amar y ninguno es culpable de lo que nos ha pasado, pero sí somos responsables de hacer algo para cambiar.
*Si le interesan los temas culturales y quiere opinar sobre nuestro contenido y recibir más información, escríbanos al correo de la editora Laura Camila Arévalo Domínguez (larevalo@elespectador.com) o al de Andrés Osorio (aosorio@elespectador.com).*
¿En qué consiste la terapia EMDR?
Es una terapia que ayuda a sanar y a superar los traumas emocionales que tenemos. EMDR es la sigla en inglés, que al español traduce desensibilización y reprocesamiento por medio de movimientos oculares. Se empezó a usar con los veteranos de Vietnam cuando llegaron de la guerra con estrés postraumático. Es bueno aclarar que es de suma importancia que se haga con el acompañamiento de un profesional, porque cuando las personas empiezan a leer sobre esto quieren hacerlo solos y no debería ser así.
¿En qué se basa?
Debemos partir de que todos tenemos traumas, solemos pensar que solo los tienen quienes han sufrido eventos como catástrofes naturales o accidentes, pero todos tenemos una historia. Cualquier experiencia difícil puede convertirse en un trauma, porque el cerebro no tiene la capacidad para procesar la información. Este tipo de terapia se basa en la fase REM del sueño, que se conoce como movimientos oculares rápidos, en ese momento es cuando se procesa la información del día. Procesar eventos difíciles del día a día no se relaciona con la fortaleza o la capacidad de alguien para digerir esa información.
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¿Cómo funciona?
En un estado de conciencia, porque esto no es hipnosis ni es una regresión, vamos a imitar el movimiento que hacen los ojos en esa fase del sueño, que se llama movimientos oculares rápidos. Pensando en el evento traumático, el paciente mueve los ojos y estos movimientos generan una estimulación de los dos hemisferios del cerebro. Hay otras formas en las que se puede lograr mover los dos hemisferios, como la estimulación táctil y auditiva, cuando eso se hace la amígdala cerebral se calma y nos permite procesar la información.
¿Cómo conoció esta terapia y por qué se interesó en ella?
La conocí en España, mientras hacía una maestría. Esta terapia es muy fuerte en España y Estados Unidos también. Lo que me llamó la atención es que imita el mecanismo natural del cerebro para procesar la información. Eso es lo que hacemos. Por eso es tan efectiva.
En su experiencia, ¿por qué cree que es difícil expresar los sentimientos frente a esos episodios?
Pienso que, primero, hay una presión de la sociedad en tener que ser fuertes, en que tenemos que estar bien. Las generaciones anteriores no aceptaban la vulnerabilidad y se veía como una debilidad. Por otro lado, considero que se debe a que no contamos con las herramientas para lidiar con las emociones que son a veces incómodas.
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La fortaleza es aprender a sentir hasta eso que nos incomoda para poderlo transitar. También tener la capacidad de pedir ayuda, de aceptar cuando estoy mal, abrazar mis emociones difíciles, buscar las formas de que los momentos duros se vuelvan un poco menos difíciles, tener compasión conmigo y no exigirme tanto.
¿Cómo cree que ha cambiado la percepción de la sociedad frente a la búsqueda de ayuda en términos de salud mental?
Creo que ha cambiado con las nuevas generaciones y la pandemia nos hizo darnos cuenta de que necesitamos ayuda en muchos momentos. Eso fue un momento clave donde pudimos ver que la ansiedad forma parte de la vida, que la soledad no es tan fácil y que las necesidades varían entre personas. Creo que eso nos dio un empujón, pero también veo que las nuevas generaciones hemos ido perdiendo el tabú con respecto a que está bien estar mal y que pedir ayuda es necesario.
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¿Cómo cree que se verá el mundo mientras seguimos avanzando hacia ese cambio en la percepción con respecto a la salud mental?
Creo que vamos a criar y educar hijos mucho más conscientes y fuertes. Yo creo que la fortaleza es a nivel emocional, porque estamos acostumbrados a pensar que la fortaleza es no sentir nada, pero, todo lo contrario. La fortaleza es aprender a sentir hasta eso que nos incomoda, para poderlo transitar. Entonces seguro va a ser un mundo más feliz, con menos problemas de salud mental, y con más conciencia y herramientas para abordarlo.
¿Cómo ha impactado su vida hablar con diferentes personas sobre traumas?
Lo primero es que los pacientes creen que me van a aprender de mí, pero tú no sabes cuánto aprendo de cada paciente. Es increíble ver que somos una especie absolutamente resiliente y ver cómo la gente tiene la capacidad de superar a veces cosas muy difíciles que les pasan, es muy motivador y esperanzador. Eso me ha llenado de admiración por las personas, me ha llenado de esperanza, me ha llenado de ganas de seguir estudiando para que cada vez sea más gente la que se pueda ver beneficiada, porque todos nos merecemos amar y ninguno es culpable de lo que nos ha pasado, pero sí somos responsables de hacer algo para cambiar.
*Si le interesan los temas culturales y quiere opinar sobre nuestro contenido y recibir más información, escríbanos al correo de la editora Laura Camila Arévalo Domínguez (larevalo@elespectador.com) o al de Andrés Osorio (aosorio@elespectador.com).*