La foto de ese atardecer (Cuentos de sábado en la tarde)
Era un 23 de agosto el día que te tiraste al agua desde ese puente. Llevabas un vestido gris ceñido al cuerpo y los tacones rojos que tanto te gustaban.
Isabel C. Salas
Hiciste un clavado para enmarcar, como los que hacías cuando entrenabas en la universidad. Yo grité y reí, estaba nerviosa aunque para ti era el más divertido de los juegos, te seguí con los ojos y descansé cuando empezaste a flotar. Los curiosos no se hicieron esperar, temían ver a alguien muerto, pero ahí estabas tú, con esos ojos grandes abiertos de par de par, la sonrisa intacta y los brazos y piernas abiertas como remos. Llegó la policía, la guardia civil y los primeros auxilios. Que si te ibas a suicidar me preguntaron, yo mentí, como me dijiste: “fue un accidente, oficial, no sé cómo de un momento a otro fue a dar allá”.
Siempre que le cuento esa historia se estalla de risa, me hace preguntas, quiere saber cómo se veía en el agua desde allá arriba, qué murmuraba la gente y cómo la sacaron de ahí.
Le sugerimos leer “El sonido del dolor es muy parecido al deleite”
Elegí ese cuadro porque me pareció el más práctico para contar historias. La primera vez que lo vio se quedó 32 minutos detallándolo. Desde entonces, la foto de ese atardecer con el cielo teñido de sangre es el lienzo para las historias que le invento, esas fantasías que cada noche le repito, pero que para ella, son siempre una aventura nueva.
En ese cuadro ella es heroína, está joven, energética y feliz. En ese cuadro la vida es otra, para ella y para mí. Pero la verdad es que ya estamos muy viejas, cansadas y débiles. Y ella, sigue perdiendo la memoria en un dos por tres. De un tiempo para acá me preocupa morir primero, sé que nadie vendrá a contarle historias, a hacerla vivir la vida que quiso tener a través de las palabras. Por eso me tomé el atrevimiento de buscarlo a usted, el dueño de la imagen y el que más historias debe tener del momento aquel en el que tomó esa foto. Ya sé que suena extraño, pero tómelo como una obra de caridad: si yo me muero, y lo sabrá, venga al menos una vez a la semana y cuéntele una historia, puede ser la misma, no importa, para ella siempre será una novedad.
Hiciste un clavado para enmarcar, como los que hacías cuando entrenabas en la universidad. Yo grité y reí, estaba nerviosa aunque para ti era el más divertido de los juegos, te seguí con los ojos y descansé cuando empezaste a flotar. Los curiosos no se hicieron esperar, temían ver a alguien muerto, pero ahí estabas tú, con esos ojos grandes abiertos de par de par, la sonrisa intacta y los brazos y piernas abiertas como remos. Llegó la policía, la guardia civil y los primeros auxilios. Que si te ibas a suicidar me preguntaron, yo mentí, como me dijiste: “fue un accidente, oficial, no sé cómo de un momento a otro fue a dar allá”.
Siempre que le cuento esa historia se estalla de risa, me hace preguntas, quiere saber cómo se veía en el agua desde allá arriba, qué murmuraba la gente y cómo la sacaron de ahí.
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Elegí ese cuadro porque me pareció el más práctico para contar historias. La primera vez que lo vio se quedó 32 minutos detallándolo. Desde entonces, la foto de ese atardecer con el cielo teñido de sangre es el lienzo para las historias que le invento, esas fantasías que cada noche le repito, pero que para ella, son siempre una aventura nueva.
En ese cuadro ella es heroína, está joven, energética y feliz. En ese cuadro la vida es otra, para ella y para mí. Pero la verdad es que ya estamos muy viejas, cansadas y débiles. Y ella, sigue perdiendo la memoria en un dos por tres. De un tiempo para acá me preocupa morir primero, sé que nadie vendrá a contarle historias, a hacerla vivir la vida que quiso tener a través de las palabras. Por eso me tomé el atrevimiento de buscarlo a usted, el dueño de la imagen y el que más historias debe tener del momento aquel en el que tomó esa foto. Ya sé que suena extraño, pero tómelo como una obra de caridad: si yo me muero, y lo sabrá, venga al menos una vez a la semana y cuéntele una historia, puede ser la misma, no importa, para ella siempre será una novedad.