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                                                                                                                                La fragilidad por Hopkins y la impotencia por Colman

                                                                                                                                “The father” tiene seis nominaciones a los Premios Óscar. La película es la ópera prima de Florian Zeller, quien también escribió el guion. La fragilidad en los ojos de Hopkins y la impotencia dibujada en la espalda de Colman son algunas de las características más celebradas en este filme.

                                                                                                                                Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Editora de El Magazín cultural
                                                                                                                                The Fhater, la más reciente película de Anthony Hopkins.
                                                                                                                                Foto: SEAN GLEASON
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le invitamos a leer: Más allá de los Óscar: Pinocchio, volverse un niño en el mar

                                                                                                                                La película se enfoca en la relación de un padre y su hija: él, Anthony, ya tiene muchos años y, sin saber cómo, comienza a caer en una demencia que lo desorienta. Ella, Anne, dominada por la impotencia, hace hasta lo imposible para que la caída no sea tan fuerte, no solo para él, sino también para ella. Hay otra cosa que gobierna las decisiones y obstruye la voluntad de Anne: la culpa. Su padre la tiene a ella, y eso es todo. Ella se tiene a ella, a su pareja y al futuro. Su final, si tiene suerte y todo sale acorde al plan, se ve lejano, así que solo quiere encontrar la forma de que su padre no haga más escabroso su camino. Lo ama, pero necesita dejarlo en manos de alguien más. Quiere vivir, pero tampoco puede irse. Y él, que se resiste a la caída y a la dependencia, siente pánico al imaginarse solo: es consciente de que su final se aproxima y no soportaría atravesar ese vértigo sin su último amor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Hopkins es un actor engañoso que en algún momento nos hará aterrizar del sueño de la perpetuidad. Nació en Inglaterra, tiene 82 años y es uno de los nominados a los Premios Óscar en la categoría de Mejor actor. “Ser actor es sencillo”, dice, y así lo demuestra, por lo menos para él. Dice también que no tiene predilecciones y tampoco obstáculos con los papeles que le ofrecen: “No importa, desde que me paguen no importa”. Reconoce que le gustan los lujos con los que viene acompañado su prestigio: los viajes, hoteles, las atenciones. Dice que no tiene problemas en aceptar que su comodidad es un privilegio que agradece, y que también le ayuda a superar lo malo de su oficio: colegas insoportables, directores inexpertos y alfombras rojas. Su vida personal, que siempre los reflectores han enfocado hacia la fracturada relación que tiene con su única hija, Abgail Harrison, y el alcoholismo que superó, lo mantienen alejado de los ojos curiosos y “tóxicos” de Hollywood, como él mismo los ha descrito. Es un tipo solitario que ahora vive con una colombiana, Stella Arroyave, quien ha logrado que poco a poco regrese a las pasiones que había abandonado: el piano y la pintura.

                                                                                                                                Lo invitamos a leer la entrevista con Matteo Garrone: “Después de hacer ‘Gomorra’ pensé que ya no habría nada tan peligroso”

                                                                                                                                Ahora Hopkins, sin reparos y dueño de cada palabra y situación que lo confronta con su pasado, responde que sí, que cometió errores, que no habla con su hija porque “no tiene que gustarle su familia”, que eso no es malo, y que hizo daño porque en algún momento la fama lo convenció de que era el rey del mundo. Sus 83 años lo convirtieron en un hombre honesto, a veces demasiado (eso dicen muchos), que espera por un Óscar que no le importa mucho.

                                                                                                                                Para “El padre”, nombre en español de la película que nos ocupa, Hopkins suscitó una conclusión común: la vejez, que casi que es una aspiración para la mayoría de seres humanos, también es una ruleta que muchos ganan sin demasiados contratiempos. Para otros, como Anthony, es un enfrentamiento despiadado con la única certeza de los seres vivos, de los que ya nacimos: el cuerpo es finito, el cuerpo es débil, el cuerpo muere.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Por su parte, Olivia Colman puso a Anne a hablar con la mirada y la espalda reclinada y los labios arrugados: nada de lo que intentaba, servía. Su vida parecía una lista interminable de posibles soluciones, pero eran más bien ilusiones. Se veía sitiada. El amor también acorrala y ella, tan honesta en su intención de que su padre tuviese un desenlace de vida tranquilo y hasta feliz, se desgastaba en la lucha por alguna alternativa que la liberara. La impotencia en su máxima expresión en medio de una casa muy familiar y muy ordenada con algunos cuadros que se reconocían cuando Anthony no recaía.

                                                                                                                                El tiempo lo cura todo, dicen. Pero también el tiempo tiene la capacidad de enfermar, de destruir. El inevitable paso del tiempo y sus consecuencias y su aproximación al final es una de las pocas certezas de Anthony, que desesperadamente buscaba su reloj, y que inexplicablemente siempre lo perdía. Tal vez buscaba el control del paso de las horas, y se estrelló con su pretensión absurda: no hay control alguno en nada.

                                                                                                                                The Fhater, la más reciente película de Anthony Hopkins.
                                                                                                                                Foto: SEAN GLEASON
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le invitamos a leer: Más allá de los Óscar: Pinocchio, volverse un niño en el mar

                                                                                                                                La película se enfoca en la relación de un padre y su hija: él, Anthony, ya tiene muchos años y, sin saber cómo, comienza a caer en una demencia que lo desorienta. Ella, Anne, dominada por la impotencia, hace hasta lo imposible para que la caída no sea tan fuerte, no solo para él, sino también para ella. Hay otra cosa que gobierna las decisiones y obstruye la voluntad de Anne: la culpa. Su padre la tiene a ella, y eso es todo. Ella se tiene a ella, a su pareja y al futuro. Su final, si tiene suerte y todo sale acorde al plan, se ve lejano, así que solo quiere encontrar la forma de que su padre no haga más escabroso su camino. Lo ama, pero necesita dejarlo en manos de alguien más. Quiere vivir, pero tampoco puede irse. Y él, que se resiste a la caída y a la dependencia, siente pánico al imaginarse solo: es consciente de que su final se aproxima y no soportaría atravesar ese vértigo sin su último amor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Lo invitamos a leer la entrevista con Matteo Garrone: “Después de hacer ‘Gomorra’ pensé que ya no habría nada tan peligroso”

                                                                                                                                Ahora Hopkins, sin reparos y dueño de cada palabra y situación que lo confronta con su pasado, responde que sí, que cometió errores, que no habla con su hija porque “no tiene que gustarle su familia”, que eso no es malo, y que hizo daño porque en algún momento la fama lo convenció de que era el rey del mundo. Sus 83 años lo convirtieron en un hombre honesto, a veces demasiado (eso dicen muchos), que espera por un Óscar que no le importa mucho.

                                                                                                                                Para “El padre”, nombre en español de la película que nos ocupa, Hopkins suscitó una conclusión común: la vejez, que casi que es una aspiración para la mayoría de seres humanos, también es una ruleta que muchos ganan sin demasiados contratiempos. Para otros, como Anthony, es un enfrentamiento despiadado con la única certeza de los seres vivos, de los que ya nacimos: el cuerpo es finito, el cuerpo es débil, el cuerpo muere.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El tiempo lo cura todo, dicen. Pero también el tiempo tiene la capacidad de enfermar, de destruir. El inevitable paso del tiempo y sus consecuencias y su aproximación al final es una de las pocas certezas de Anthony, que desesperadamente buscaba su reloj, y que inexplicablemente siempre lo perdía. Tal vez buscaba el control del paso de las horas, y se estrelló con su pretensión absurda: no hay control alguno en nada.

                                                                                                                                Por Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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