La hazaña de Jemisin
Presentamos una columna a propósito del Premio Hugo y la escritora que durante tres años consecutivos fue la ganadora, N. K. Jemisin.
Fuad Gonzalo Chacón
No es casualidad que uno de los galardones editoriales más subestimados sea el mismo que reconoce el trabajo de los autores en uno de los géneros editoriales más subestimados. Estamos hablando, cómo no, del Premio Hugo, el cual a pesar de llevar más de 50 años coronando a lo mejor de la ciencia ficción, contando entre sus ganadores con títulos bien recordados que dieron el salto al cine y la televisión como “Harry Potter y el Caliz de Fuego” (2001), “American Gods” (2002) y “El Problema de los Tres Cuerpos” (2015), hoy sigue siendo una competición de nicho que no consigue la tracción entre el público que merece.
Una vez revelada la lista de finalistas que se medirán a duelo durante la próxima edición de estos premios que se celebrará en Glasgow a principios de agosto, es oportuno recordar una de las mayores hazañas de su historia reciente: el hat-trick alcanzado por N. K. Jemisin, “Nora” para los amigos, y su “Trilogía de la Tierra Fragmentada”. Que en tres años seguidos (2016, 2017 y 2018) el trofeo a la mejor novela fuera a parar a la misma estantería por un triplete de obras que integra una única saga habla por sí solo de la calidad de la propuesta literaria de esta autora de Iowa.
Mucha suerte tenemos, entonces, de que todos sus tomos estén traducidos al español y, por eso, aquellos que quieran sucumbir al placer culposo de la ficción especulativa (la más hardcore que existe) bien pueden introducirse en este universo jemisiano con “La Quinta Estación”, término utilizado para definir distintos fenómenos naturales de fuerza extintiva que durante siglos han azotado al mega continente de la Quietud, heredero distópico de nuestro planeta. Lo único que impide esta destrucción total es una raza de humanos, tan odiados como necesarios, conocidos como los Orogenes, dotados ellos con facultades para controlar las dinámicas sísmicas de la Tierra y quienes, tras ser entrenados en la escuela del Fulcro, son obligados a impedir terremotos con sus habilidades manipuladoras.
Nuestra historia transcurre, pues, en los albores de una nueva temporada catastrófica, mientras seguimos los viajes dispares de tres heroínas. Essun, quien vaga por la Quietud jurando venganza contra su marido por el asesinato de su hijo; Damaya, joven estudiante del Fulcro que busca dominar sus poderes de “orogenia”; y Sienita, la escolta aprendiz de Alabastro, uno de los Orogenes de mayor rango, perseguidos ambos por los Guardianes, funcionarios del Imperio Sanze quienes quieren darles caza por haberse rebelado contra la autoridad. Juntos tejerán alianzas y se embarcarán en una trepidante aventura por desvelar los secretos que se esconden tras la inminente Quinta Estación que está por comenzar.
Con este primer volumen, que madura en “El Portal de los Obeliscos” y desenlaza con “El Cielo de Piedra”, Jemisin nos entrega un fabuloso derroche de creatividad que va de menos a más en intensidad, no subestima la inteligencia del lector y donde nadie es lo que parece, mientras reflexionamos sobre el elitismo de castas, la fuerza de la fragilidad y la resistencia del no odiar al otro.
No es casualidad que uno de los galardones editoriales más subestimados sea el mismo que reconoce el trabajo de los autores en uno de los géneros editoriales más subestimados. Estamos hablando, cómo no, del Premio Hugo, el cual a pesar de llevar más de 50 años coronando a lo mejor de la ciencia ficción, contando entre sus ganadores con títulos bien recordados que dieron el salto al cine y la televisión como “Harry Potter y el Caliz de Fuego” (2001), “American Gods” (2002) y “El Problema de los Tres Cuerpos” (2015), hoy sigue siendo una competición de nicho que no consigue la tracción entre el público que merece.
Una vez revelada la lista de finalistas que se medirán a duelo durante la próxima edición de estos premios que se celebrará en Glasgow a principios de agosto, es oportuno recordar una de las mayores hazañas de su historia reciente: el hat-trick alcanzado por N. K. Jemisin, “Nora” para los amigos, y su “Trilogía de la Tierra Fragmentada”. Que en tres años seguidos (2016, 2017 y 2018) el trofeo a la mejor novela fuera a parar a la misma estantería por un triplete de obras que integra una única saga habla por sí solo de la calidad de la propuesta literaria de esta autora de Iowa.
Mucha suerte tenemos, entonces, de que todos sus tomos estén traducidos al español y, por eso, aquellos que quieran sucumbir al placer culposo de la ficción especulativa (la más hardcore que existe) bien pueden introducirse en este universo jemisiano con “La Quinta Estación”, término utilizado para definir distintos fenómenos naturales de fuerza extintiva que durante siglos han azotado al mega continente de la Quietud, heredero distópico de nuestro planeta. Lo único que impide esta destrucción total es una raza de humanos, tan odiados como necesarios, conocidos como los Orogenes, dotados ellos con facultades para controlar las dinámicas sísmicas de la Tierra y quienes, tras ser entrenados en la escuela del Fulcro, son obligados a impedir terremotos con sus habilidades manipuladoras.
Nuestra historia transcurre, pues, en los albores de una nueva temporada catastrófica, mientras seguimos los viajes dispares de tres heroínas. Essun, quien vaga por la Quietud jurando venganza contra su marido por el asesinato de su hijo; Damaya, joven estudiante del Fulcro que busca dominar sus poderes de “orogenia”; y Sienita, la escolta aprendiz de Alabastro, uno de los Orogenes de mayor rango, perseguidos ambos por los Guardianes, funcionarios del Imperio Sanze quienes quieren darles caza por haberse rebelado contra la autoridad. Juntos tejerán alianzas y se embarcarán en una trepidante aventura por desvelar los secretos que se esconden tras la inminente Quinta Estación que está por comenzar.
Con este primer volumen, que madura en “El Portal de los Obeliscos” y desenlaza con “El Cielo de Piedra”, Jemisin nos entrega un fabuloso derroche de creatividad que va de menos a más en intensidad, no subestima la inteligencia del lector y donde nadie es lo que parece, mientras reflexionamos sobre el elitismo de castas, la fuerza de la fragilidad y la resistencia del no odiar al otro.