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Nicolás nació en Patara, un pueblo costero de Licia (ahora Demre, Turquía). A muy corta edad quedó huérfano y en vez de usar su herencia para su propio beneficio, la utilizaba para ayudar a los necesitados. Quizá una de las historias más antiguas que evidencian su generosidad ocurrió en la noche. En un pueblo, un padre y sus tres hijas luchaban contra la pobreza, ya que el patriarca de la familia no podía ofrecer una buena dote.
Durante la noche, un saco lleno de monedas entró por la ventana, cayendo sobre unas medias puestas a secar cerca de la chimenea. Aquella familia no logró identificar al benefactor, que salió huyendo en medio de la oscuridad. Con esta nueva riqueza, la hija mayor pudo casarse, y sorpresivamente, cuando necesitaban el dinero para la dote, aparecía el saco con dinero. Dio la casualidad de que, a la tercera vez, el padre descubrió a Nicolás, quien le rogó mantener el secreto.
Su vida estaba estrechamente ligada a la religión católica, siendo elegido como el obispo de Myra, luego fue encarcelado durante el reinado del emperador Diocleciano y posteriormente, atendió el Concilio de Nicea. Falleció en Myra, el 6 de diciembre de 343 d. C.
Las historias de su generosidad viajaron en los barcos mercantes, quienes le rezaban para que los protegiera en sus viajes, entre los niños que ponían sus medias en la chimenea esperando algún regalo, y hasta el año 1446, el papa Eugenio VI lo canonizó, convirtiéndolo en San Nicolás, el patrono de los marineros y los niños.
El viaje a las Américas
Según la doctora Amelia Brown de la Universidad de Queensland en Australia, la leyenda de la generosidad de San Nicolás llegó a Constantinopla y Roma, donde pasó de ser una historia local a una global. Este salto al reconocimiento internacional también popularizó la tradición de entregar regalos, pero en ese entonces se repartían el 6 de diciembre, en honor a su fecha de fallecimiento.
Lentamente, la fecha para honrar a San Nicolás empezó a acercarse al solsticio de invierno, combinándose con tradiciones como la Saturnalia romana, y llegando a los países del norte (como Bélgica y Países Bajos) donde lo representaban como un hombre delgado, de barba y cabello blanco, vestido de rojo que montaba un caballo volador que entregaba obsequios en la noche del 5 de diciembre.
De la mano del colonialismo europeo, Sinterklass —el nombre en neerlandés para San Nicolás— llegó a las costas americanas con los inmigrantes, mezclado con la figura del Padre Navidad del libro “Cuento de Navidad” del escritor británico Charles Dickens.
En Estados Unidos, la población de hijos descendientes de neerlandeses empezaron a celebrar sus costumbres, americanizando a Sinterklass con el nombre Santa Claus. Esta representación tuvo una de sus primeras apariciones en 1809, en el libro de humor de Washington Irving “Knickerbocker’s History of New York” (La historia de Nueva York de Knickerbocker), que satirizaba la inmigración neerlandesa a través del personaje de Diedrich Knickerbocker.
Luego, en 1821, apareció la primera representación de Santa Claus en el trineo tirado por renos, en el poema anónimo “Old Santeclaus With Much Delight” (Viejo Santa Claus con mucho gusto), dirigido a un público infantil que estaba ilustrado por Arthur J. Stansbury, siendo estas imágenes las primeras litografías que se imprimían en los Estados Unidos.
En el siglo XIX, las tiendas departamentales de Estados Unidos promocionaban la Navidad como una oportunidad de compra para los obsequios y continuar con la tradición de intercambiar regalos. Fue entonces cuando apareció uno de los poemas que solidificó la imagen de Santa Claus: “‘Twas the Night Before Christmas” (Una visita de Santa Claus) del escritor Clement Clarke Moore.
Este poema acuñó la imagen de Santa Claus: el hombre alegre, vestido de rojo, cuya barriga tiembla como un tazón de gelatina cuando ríe, con una barba blanca como la nieve que baja por las chimeneas a entregar los regalos a los niños que duermen. Clarke Moore escribió este poema para sus tres hijas, y definió para la historia los nombres de los ocho renos, y la tan conocida frase “Happy Christmas to all, and to all a good night!”(¡Feliz Navidad a todos, y a todos una buena noche!), como la manera en la que Papá Noel se despide para continuar con su ruta.