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La historia de una de las brujas de Germán Castro Caycedo

Desde su nacimiento, Margarita vive con su madre, quien decidió separarse de su marido tras enterarse de una infidelidad de la que resultarían otros hijos.

Camilo Rincón González*
26 de julio de 2016 - 01:12 a. m.
La historia de una de las brujas de Germán Castro Caycedo
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Desde las entrañas

Luego de varios días de no recibir alimento a través del cordón umbilical, Margarita Castañeda emitió un llanto cuando su madre, Débora, tenía seis meses de embarazo, justo mientras trabajaba recolectando café en el municipio de Fredonia, Antioquia, región conocida como la cuna del mejor café del mundo y ciudad de la que es oriundo Juan Valdés, el famoso ícono publicitario del café colombiano en todo el planeta. Ese extraño suceso, el llanto desde el vientre materno, sentenciaría irremediablemente a Margarita a ser alguien fuera de lo común.

Desde pequeña Margarita mostró ser diferente. Con el paso del tiempo llegaría a la conclusión de haber desarrollado un don gratuito de Dios que irónicamente la llevaría a estar estrechamente relacionada con la brujería, el ocultismo y todo un conjunto de conocimientos, prácticas y técnicas que se emplean para dominar de forma mágica el curso de los acontecimientos o la voluntad de las personas.

Desde su nacimiento, Margarita vive con su madre, quien decidió separarse de su marido tras enterarse de una infidelidad de la que resultarían otros hijos. Él las abandonó y por si fuera poco, ni el apellido le dio a Margarita, algo que según ella, tampoco es que haya hecho falta. Así, en medio de la adversidad y con la ayuda de su padre, Débora saldría adelante con su única hija.

Después de varios intentos, Débora dejó su hogar y junto con Margarita llegaron a la casa de Lucila, quien les daría techo y comida a cambio de que Débora trabajara como su criada en ese lugar en el que residían cerca de quince personas. Allí comenzaría a manifestarse el don que, según Margarita, Dios le había dado.

“Estábamos cerca de Semana Santa, Margarita tenía siete años y predijo la muerte de don Pedro Nel, el esposo de Lucila. Esos días don Pedro Nel no había estado en la casa porque estaba trabajando en otro lado, pero Margarita lo vio. Tres días después, el señor murió”, narra aún con asombro Débora.

Sin embargo, más allá de la ayuda desinteresada que Lucila había expresado a Débora y a Margarita, había un solo objetivo: vender a la niña y enviarla a los Estados Unidos. Tan pronto como Débora se enteró de las verdaderas intenciones de Lucila, escapó y tomó un tren rumbo a Medellín, donde viviría su niñez. Ella relata:

El día que Margarita iba a hacer la primera comunión, ella estaba toda arregladita, toda bonita, y la agarro y salgo corriendo con ella y me encuentro con la Lucila. Y sale esa mujer entaconada y me dice:

- ¿Me vas a quitar a la niña? Ve, préstame la niña.

Y ella detrás mío… Corrí hasta donde más pude y me encontré con un policía y le dije:

- ¡Señor agente, ayúdeme, me van a robar la niña!
- ¿Quién se la va a robar?
- Esa señora que viene allá me va a quitar la niña.

Él paró un taxi, se montó conmigo y llegamos la estación del ferrocarril. Esa señora casi me quita la niña, me la iba a robar porque sabía que ella tenía un don bonito.

Viaje a otro mundo

Actualmente Margarita vive en Bogotá, tiene 63 años y dos hijos: Carlos, el mayor y Camilo Zuleta, el menor. A los 16 conoció y se casó con el padre de sus hijos, quien murió tras salvar a uno de ellos de un espíritu que cuidaba una guaca en Medellín y que lo hizo ahogarse con su propia lengua.

Desde hace más de 56 años es consciente de su don y lo perfeccionó para comenzar a ayudar a la gente. Con el fin de profundizar los conocimientos sobre su poder y entender lo que a través de los sueños quería revelarle Dios, Margarita decidió convivir durante una semana con un chamán que vivía entre el cerro de Monserrate y el cerro de Guadalupe, los más notables cerros orientales de la capital colombiana, ubicados entre la ciudad y el páramo de Cruz Verde, con un clima promedio de cinco grados centígrados.

“Fue un viaje a otro mundo. Cuando viví en el monte una mano de piedras se escuchaba todas las noches. Ay, Virgen bendita, eso eran los demonios. También se escuchaban sapos y serpientes”, recuerda conmocionada Margarita.

El chamán tenía 86 años, vivía solo, comía plantas, tenía las uñas largas, duras; una barba muy bonita que le llegaba hasta las piernas y su pelo lo recogía para mantenerlo limpio. “Eso es un chamán, una persona que vive en el monte y que vive de él”, asegura Margarita.

Mircea Eliade, investigador rumano que realizó la primera recopilación sobre el chamanismo, sintetiza que el chamán se caracteriza por tener rigores como el ayuno, dietas estrictas, veladas interminables, abstinencia sexual, dominio de la caza, la pesca y las artes cotidianas, conocimiento de las plantas medicinales y consumo de plantas psicotrópicas.

“Allá me acuerdo que para ir al baño tenía que bajar por el monte, por el camino había muchas calaveras, con esas trabajábamos, se utilizaban para algunos rituales. Había una con el pelo largo, el número que tenía en la parte izquierda del cráneo era el 331. Todos los seres humanos tenemos un número de tres dígitos en el hemisferio izquierdo de la cabeza, ese es nuestro número, el que nos identifica antes Dios”, explica con certeza Margarita.

Los rituales no siempre se hacen en consultorios o cementerios como piensa la gente, a veces se hacen dónde está el hechizo o el conjuro. Así lo explica Daan van Kampenhout, un profesor de bellas artes holandés en su libro “La sanación viene desde afuera, chamanismo y constelaciones familiares”.

“Un sábado a las tres de la tarde estaba tomando con los compañeros del trabajo en ‘Las verdes’, una tiendita que quedaba a dos cuadras de la fábrica. La bautizamos así porque todo era verde: las mesas, las sillas, las paredes, las vitrinas, el piso, etc., cuando llegó asustada y apurada Margarita diciendo que había tenido una visión de una foto satánica de Camilo Zuleta, su hijo menor. Yo siempre fui muy escéptico respecto a la brujería, pero tuve que vivir una experiencia para saber que la maldad existe”, -detalla todavía con sorpresa Joselito Beltrán-. Margarita nos pidió que la acompañáramos a un ritual porque necesitaba de nuestra energía. Fuimos al Cementerio Central y cuando llegamos, ella sacó una brújula con la que se orientaba, siempre le pedía a cuatro espíritus malos y a tres buenos ayuda para llegar al lugar exacto donde hallaría la foto, me atemorizaba ver cómo se movía la brújula cuando hablaba con los espíritus. Llegamos hasta un callejón muy oscuro por la parte trasera del cementerio, se sentía un frío muy intenso. Cuando llegamos al lugar, Margarita empezó a hacer sus rezos y sentíamos esa fuerza que expulsaba. Ella dijo: “¡Es aquí!”, y sacó una bolsa donde estaba la foto de Camilo Zuleta con cuatro alfileres, dos en la nariz y dos el cuello, y un papel con una leyenda satánica. Ella empezó a hablar con los siete espíritus para saber quién había sido el autor de la maldición y le revelaron que era la exnovia. Margarita empezó a hacer su ritual para contrarrestar la maldición, hasta que con la ayuda de los espíritus, limpiaron a su hijo”.

La Bruja

“Magola -una de tantas, de tantísimas brujas que he conocido y que suman casi 26-, me había enseñado acerca de la Cruz de Caravaca, sobre La Pirámide con sus respectivas oraciones y sahumerios…”, escribió Germán Castro Caycedo en su libro ‘La Bruja’”.

Caycedo se refiere a Margarita Castañeda como “Magola”, una bruja silenciosa de perfil olvidado, gorda, con el pelo corto, los ojos hundidos llenos de súplica y los dedos de las manos cargados de anillos en todos los dedos, quien se hizo famosa por “Amanda”, la bruja más reconocida de todo Antioquia. Margarita llegó a trabajar con Víctor Manuel Carranza, alias “el zar de las esmeraldas” haciéndole rezos y conjuros para que no fuera vencido en las guerra con los Molina, “los nuevos zares de las esmeraldas”.

Margarita ha trabajado con muchas personas que se mueven en el ocultismo y en la brujería, uno de ellos es Omar Hejeile, experto en ocultismo. Él afirma que quienes realizan magia blanca, terminan recibiendo los beneficios que esta produce.

Santa Cruz de Caravaca

La mujer ha realizado varias limpiezas y ha sanado a muchas personas con ayuda del libro de la Santa Cruz de Caravaca y el don que Dios le brindó. Los rezos y oraciones que usa en sus rituales, en su mayoría, son de este libro; en pocas ocasiones ha utilizado la biblia negra para limpiar a una persona.

“En el entierro de Consuelo, pariente de la familia Castañeda, Margarita fue poseída por un espíritu -narra Carlos Rincón-. Yo me encontraba con Carlos Zuleta en el cementerio de Chapinero cuando vimos que ella estaba convulsionado, escupiendo saliva y torciendo su cuerpo. Corrimos por un taxi, Margarita había quedado tan tiesa y fría que me fue imposible doblar su cuerpo, tuvimos que ir al hospital con las puertas abiertas del carro” -cierra los ojos impaciente y continúa-. Al llegar al hospital Lorencita Villegas De Santos, que actualmente es el Hospital Infantil Universitario de San José, el cuerpo de Margarita fue puesto en una camilla donde tuvo que esperar a que Carlos Zuleta, su hijo mayor, fuera hasta la casa que se encontraba en el barrio Los Cerezos, por el libro de la Santa Cruz de Caravaca. Carlos llegó lo más rápido posible y de inmediato empezó a orar y a rezar la oración para exorcizar de San Cipriano. En cuestión de segundos, Margarita volvió en sí”.

Hace un año, después de salvar a muchas personas, Margarita vivió un duro momento. Un gran allegado viajó hasta Bogotá para visitarla en compañía de su familia. Ella pudo ver en los ojos de su amigo el sufrimiento y la agonía de su vejez, por lo que inmediatamente mandó comprar un hígado para sanarlo. Hizo un rezo de la Cruz de Caravaca, invocó a sus siete espíritus y pasó el hígado -metido en una bolsa- cuidadosamente por todo el cuerpo del sujeto que estaba sufriendo el peso de los años. No pasó más de un minuto cuando destapó la bolsa que contenía el hígado y estaba llena de gusanos.

- Esos desgraciados te estaban matando y no era brujería esta vez, esos gusanos simbolizaban las enfermedades que te están matando.
- Gracias, la amo.

Después de esas palabras, el llanto nubló los ojos de todos los habitantes de la casa, esa fue la primera vez que un paciente de Margarita cerró los ojos para montarse en el sueño eterno de la muerte.

*Estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

 

Por Camilo Rincón González*

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