El flamenco: la simbiosis de la voz, la música y el cuerpo
En el marco del Festival de Flamenco de Bogotá, que se realiza hasta el 3 de agosto, exploramos los orígenes y las características de este género que expandió sus fronteras más allá de su natal España.
Andrea Jaramillo Caro
Sobre el piso de la sala de ensayo, en Casa Valhalla, repiquetean los zapatos de una mujer que alza su falda lo suficiente para que en el espejo su reflejo muestre el movimiento de sus pies. “Tap, tap, tap” suenan, en una secuencia rápida que demanda agilidad de la bailaora Stefany Vivas, quien se mueve al ritmo y compás que dicta la guitarra a sus espaldas. Sus movimientos se debaten entre la fluidez y la fuerza, lo etéreo de la música que la acompaña y la emoción que este palo flamenco expresa. Es un baile por taranto, uno de los muchos palos o ritmos que componen el género flamenco.
Este en particular “es uno de los bailes que tiene cierto dramatismo, no tiene nada que ver con fiesta. Es originario de la zona oriental de Andalucía, musicalmente de la parte de Almería. El baile es una atribución que se hace a Carmen Amaya, por un lado, y a Rosario, por otro”, explica Francisco Jiménez, investigador de flamenco. A ambas bailaoras del siglo XX, unas de las más representativas del flamenco, se les acredita el desarrollo de este baile que, según Jiménez, no es de los más antiguos.
Pero si de la historia del flamenco se trata, para Jiménez hay que devolverse al siglo XVIII, hacia 1750, a lo que él llama la “Prehistoria del flamenco”. Durante este período, que duró hasta 1850, se dio una suerte de amalgama entre ritmos y culturas que desembocaron en una nueva expresión cultural y que va más allá del movimiento con el cuerpo e incluye un acompañamiento musical y vocal.
Le sugerimos: Efrén Isaza: “En el cuerpo se manifiesta todo lo que ocurre en la vida”
De acuerdo con el Ministerio de Cultura y Deporte de España, “el flamenco es una expresión artística resultante de la fusión de la música vocal, el arte de la danza y el acompañamiento musical, denominados respectivamente cante, baile y toque. El cante es la expresión vocal del flamenco enmarcada en unas formas y estructuras aceptadas por los individuos y comunidades que participan de él. Se canta en primera persona y en solitario, preferentemente sentado, sin acompañantes ni refuerzos corales, salvo la guitarra. El baile flamenco, danza del apasionamiento y la seducción, expresa también toda una serie de emociones, que van desde el cortejo hasta la pasión, desde la tristeza hasta la alegría… Su técnica es compleja y la interpretación es diferente, según quien lo interprete. El toque nace como acompañamiento instrumental del cante y del baile. Con el tiempo se libera de su rol secundario”.
El traje y el baile flamenco
Estos tres pilares: el baile, el cante y el toque continuaron su curso y su desarrollo en una suerte de hibridación o una relación simbiótica entre los tres que comenzó a expandirse más allá de las academias y salones de baile sevillanos, donde indica Jiménez que se originaron. “Quizá para la etapa que se está tratando estos bailes no fueran aún tan flamencos, pero lo cierto es que en estos lugares se debió bailar y aprender a bailar viendo”, escribió el investigador en un documento inédito, en el que se refiere a los bailes de candil como la primera semilla de lo que se convertiría en las fiestas flamencas.
Para el también bailaor, el flamenco “es un híbrido formado por diferentes influencias dancísticas y musicales: los bailes regionales españoles a su vez influenciados por otros ritmos, como los bailes africanos o afroamericanos, el ballet clásico, la escuela bolera. Amén de esto está el aporte gitano, no de bailes gitanos, sino de una especial forma de ejecutar los bailes”. De acuerdo con Gerhard Steingress, parte de esa influencia proviene del ballet d’action francés que se fusionó con los bailes españoles durante la ocupación francesa en Sevilla.
Podría interesarle: Jesucristo, según los evangelios
El flamenco salió de los salones y academias en Sevilla para abrirse paso a unos lugares llamados Cafés Cantantes. “Allí es donde se desarrolla ese nuevo género. El baile flamenco no entró en estos sitios desde su nacimiento, pero allí creció, porque los cafés cantantes estaban presentes por toda Europa y se presentaban espectáculos a los que se referían como varietés, con un poco de todo. Algunos autores los denominan como ‘sitios de mala muerte’, donde se reunía toda clase de gente y habían bailes, operetas, canto, todo tipo de divertimentos. En estos sitios poco a poco, seguramente al darse cuenta del éxito que tenía este nuevo género, se fue metiendo el flamenco”, explica. Mientras que estos lugares existieron desde la década de 1840, Steingress afirma que “el arte flamenco ni apareció en los cafés cantantes ni entró en ellos antes del comienzo de los años ochenta”, y Jiménez describe que para 1856 ya se hablaba de bailes flamencos como alegrías, tangos, soleares y zapateados, a los que poco a poco se irían uniendo otros: garrotín, farruca, tientos y milongas.
A pesar de que los cafés cantantes no presentaban exclusivamente flamenco, fue aquí donde floreció y adquirió varias de sus características representativas, como “la zapatilla para escuela bolera cambió por los zapatos, el uso de la castañuela disminuyó y se cambió por la mano”, cuenta Jiménez. Si durante estos años y aproximadamente hasta 1920 el flamenco tuvo este nivel de desarrollo, fue durante el siglo XX que conquistó nuevas fronteras.
De lo antiguo a lo moderno, algunos intérpretes del cante
Más allá de lo técnico, el flamenco cuenta historias a través de sus movimientos, sus cantes y sus instrumentos. Con obras como El amor brujo, de Manuel de Falla, y otras puestas en escena, se cimentó la idea de que “el flamenco es un lenguaje. Es una danza como cualquier otra, que no solamente hace unos bailes, sino que sirve para contar una historia.
Le recomendamos: A propósito de Malcolm Deas
“El lenguaje está en el cuerpo, en las distintas formas en que las manos se mueven y cómo se lleva el cuerpo, el pecho, la pelvis, los codos. Ese lenguaje es lo que es flamenco. Si está eso, con el flamenco se puede hacer cualquier cosa”. El flamenco es mucho más que los bailes, pero carga consigo un bagaje cultural e histórico que se refleja en los tres elementos que, usualmente, son más destacados: el baile, el cante y el toque. Estos tres se unen constantemente en una suerte de simbiosis, no solo en su origen, sino también en la interpretación. “Uno debe tener clara la melodía de la letra, porque así uno sabe cómo reaccionar a la par con el cante. Uno debe saber reaccionar a lo que los otros músicos dan, para hacer algún remate u otra cosa. Es fundamental conocer el compás del baile y lo demás lo da la música”. El sentimiento y la emoción que se expresan en cada baile se relacionan directamente con aquello que dicta la música.
Sobre el piso de la sala de ensayo, en Casa Valhalla, repiquetean los zapatos de una mujer que alza su falda lo suficiente para que en el espejo su reflejo muestre el movimiento de sus pies. “Tap, tap, tap” suenan, en una secuencia rápida que demanda agilidad de la bailaora Stefany Vivas, quien se mueve al ritmo y compás que dicta la guitarra a sus espaldas. Sus movimientos se debaten entre la fluidez y la fuerza, lo etéreo de la música que la acompaña y la emoción que este palo flamenco expresa. Es un baile por taranto, uno de los muchos palos o ritmos que componen el género flamenco.
Este en particular “es uno de los bailes que tiene cierto dramatismo, no tiene nada que ver con fiesta. Es originario de la zona oriental de Andalucía, musicalmente de la parte de Almería. El baile es una atribución que se hace a Carmen Amaya, por un lado, y a Rosario, por otro”, explica Francisco Jiménez, investigador de flamenco. A ambas bailaoras del siglo XX, unas de las más representativas del flamenco, se les acredita el desarrollo de este baile que, según Jiménez, no es de los más antiguos.
Pero si de la historia del flamenco se trata, para Jiménez hay que devolverse al siglo XVIII, hacia 1750, a lo que él llama la “Prehistoria del flamenco”. Durante este período, que duró hasta 1850, se dio una suerte de amalgama entre ritmos y culturas que desembocaron en una nueva expresión cultural y que va más allá del movimiento con el cuerpo e incluye un acompañamiento musical y vocal.
Le sugerimos: Efrén Isaza: “En el cuerpo se manifiesta todo lo que ocurre en la vida”
De acuerdo con el Ministerio de Cultura y Deporte de España, “el flamenco es una expresión artística resultante de la fusión de la música vocal, el arte de la danza y el acompañamiento musical, denominados respectivamente cante, baile y toque. El cante es la expresión vocal del flamenco enmarcada en unas formas y estructuras aceptadas por los individuos y comunidades que participan de él. Se canta en primera persona y en solitario, preferentemente sentado, sin acompañantes ni refuerzos corales, salvo la guitarra. El baile flamenco, danza del apasionamiento y la seducción, expresa también toda una serie de emociones, que van desde el cortejo hasta la pasión, desde la tristeza hasta la alegría… Su técnica es compleja y la interpretación es diferente, según quien lo interprete. El toque nace como acompañamiento instrumental del cante y del baile. Con el tiempo se libera de su rol secundario”.
El traje y el baile flamenco
Estos tres pilares: el baile, el cante y el toque continuaron su curso y su desarrollo en una suerte de hibridación o una relación simbiótica entre los tres que comenzó a expandirse más allá de las academias y salones de baile sevillanos, donde indica Jiménez que se originaron. “Quizá para la etapa que se está tratando estos bailes no fueran aún tan flamencos, pero lo cierto es que en estos lugares se debió bailar y aprender a bailar viendo”, escribió el investigador en un documento inédito, en el que se refiere a los bailes de candil como la primera semilla de lo que se convertiría en las fiestas flamencas.
Para el también bailaor, el flamenco “es un híbrido formado por diferentes influencias dancísticas y musicales: los bailes regionales españoles a su vez influenciados por otros ritmos, como los bailes africanos o afroamericanos, el ballet clásico, la escuela bolera. Amén de esto está el aporte gitano, no de bailes gitanos, sino de una especial forma de ejecutar los bailes”. De acuerdo con Gerhard Steingress, parte de esa influencia proviene del ballet d’action francés que se fusionó con los bailes españoles durante la ocupación francesa en Sevilla.
Podría interesarle: Jesucristo, según los evangelios
El flamenco salió de los salones y academias en Sevilla para abrirse paso a unos lugares llamados Cafés Cantantes. “Allí es donde se desarrolla ese nuevo género. El baile flamenco no entró en estos sitios desde su nacimiento, pero allí creció, porque los cafés cantantes estaban presentes por toda Europa y se presentaban espectáculos a los que se referían como varietés, con un poco de todo. Algunos autores los denominan como ‘sitios de mala muerte’, donde se reunía toda clase de gente y habían bailes, operetas, canto, todo tipo de divertimentos. En estos sitios poco a poco, seguramente al darse cuenta del éxito que tenía este nuevo género, se fue metiendo el flamenco”, explica. Mientras que estos lugares existieron desde la década de 1840, Steingress afirma que “el arte flamenco ni apareció en los cafés cantantes ni entró en ellos antes del comienzo de los años ochenta”, y Jiménez describe que para 1856 ya se hablaba de bailes flamencos como alegrías, tangos, soleares y zapateados, a los que poco a poco se irían uniendo otros: garrotín, farruca, tientos y milongas.
A pesar de que los cafés cantantes no presentaban exclusivamente flamenco, fue aquí donde floreció y adquirió varias de sus características representativas, como “la zapatilla para escuela bolera cambió por los zapatos, el uso de la castañuela disminuyó y se cambió por la mano”, cuenta Jiménez. Si durante estos años y aproximadamente hasta 1920 el flamenco tuvo este nivel de desarrollo, fue durante el siglo XX que conquistó nuevas fronteras.
De lo antiguo a lo moderno, algunos intérpretes del cante
Más allá de lo técnico, el flamenco cuenta historias a través de sus movimientos, sus cantes y sus instrumentos. Con obras como El amor brujo, de Manuel de Falla, y otras puestas en escena, se cimentó la idea de que “el flamenco es un lenguaje. Es una danza como cualquier otra, que no solamente hace unos bailes, sino que sirve para contar una historia.
Le recomendamos: A propósito de Malcolm Deas
“El lenguaje está en el cuerpo, en las distintas formas en que las manos se mueven y cómo se lleva el cuerpo, el pecho, la pelvis, los codos. Ese lenguaje es lo que es flamenco. Si está eso, con el flamenco se puede hacer cualquier cosa”. El flamenco es mucho más que los bailes, pero carga consigo un bagaje cultural e histórico que se refleja en los tres elementos que, usualmente, son más destacados: el baile, el cante y el toque. Estos tres se unen constantemente en una suerte de simbiosis, no solo en su origen, sino también en la interpretación. “Uno debe tener clara la melodía de la letra, porque así uno sabe cómo reaccionar a la par con el cante. Uno debe saber reaccionar a lo que los otros músicos dan, para hacer algún remate u otra cosa. Es fundamental conocer el compás del baile y lo demás lo da la música”. El sentimiento y la emoción que se expresan en cada baile se relacionan directamente con aquello que dicta la música.