El surrealismo: 100 años buscando la libertad en los sueños
A propósito del centenario del movimiento artístico inaugurado por el manifiesto de André Breton, presentamos un repaso de la historia y las personas que dejaron su huella en este.
Andrea Jaramillo Caro
“Más allá de la realidad”, escapar de la racionalidad que el “Siglo de las luces” impuso y buscar la libertad a través del inconsciente y los sueños. Estos fueron los planteamientos que el movimiento artístico del surrealismo, creado por André Breton, impulsaba. El 15 de octubre de 1924, el poeta y escritor francés publicó la primera versión de su “Manifiesto surrealista” en respuesta a un primer texto escrito por Yvan Goll y publicado dos semanas antes.
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“Más allá de la realidad”, escapar de la racionalidad que el “Siglo de las luces” impuso y buscar la libertad a través del inconsciente y los sueños. Estos fueron los planteamientos que el movimiento artístico del surrealismo, creado por André Breton, impulsaba. El 15 de octubre de 1924, el poeta y escritor francés publicó la primera versión de su “Manifiesto surrealista” en respuesta a un primer texto escrito por Yvan Goll y publicado dos semanas antes.
“El surrealismo fue, desde sus inicios, una multiplicidad”, dijo. “El ‘Manifiesto’ de Breton se hizo famoso”, afirmó Patricia Allmer, profesora de historia del arte en la Universidad de Edimburgo a “The New York Times”, pero “no se puede reivindicar como un movimiento. Es una pluralidad, por eso es tan rico y maleable: puede ser utilizado por diferentes artistas en diferentes contextos”.
En su versión, Breton definió el surrealismo como “puro automatismo psíquico mediante el cual se propone expresar, ya sea verbalmente, por escrito o de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento en ausencia de todo control ejercido por la razón, al margen de toda preocupación estética y moral”.
Sin embargo, el poeta francés no fue el primero en acuñar esta palabra. De hecho, fue otro escritor llamado Guillaume Apollinaire el que dio origen al término que marcaría uno de los movimientos del arte moderno. El surrealismo, antes de mudarse al arte, hizo su debut en el mundo literario donde expresiones como “escritura automática” comenzaron a aparecer como una forma de dar rienda suelta a la imaginación.
Entre los muchos “ismos” que surgieron durante esas primeras décadas del siglo XX, como el expresionismo, el fauvismo, constructivismo, futurismo, entre otros, el surrealismo se desarrolló como un rechazo a las convenciones tradicionales. De hecho, este movimiento fue un derivado del dadaísmo, y por eso algunos de sus exponentes se unieron a la iniciativa de Breton.
Jon Mann, en un artículo para el portal Artsy, aseguró que el surrealismo y la interpretación que le dio Breton a este salió de la creencia de que “la Ilustración, el influyente movimiento intelectual de los siglos XVII y XVIII que defendió la razón y el individualismo, había suprimido las cualidades superiores de la mente irracional e inconsciente. El objetivo del surrealismo era liberar el pensamiento, el lenguaje y la experiencia humana de las fronteras opresivas del racionalismo”.
Es por esto por lo que Breton, en el Manifiesto que consolidó al movimiento en 1924, decía: “Creo en la futura armonización de estos dos estados, aparentemente tan contradictorios, que son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, en una sobrerrealidad o surrealidad, si así se le puede llamar”.
Aunque Breton era muy quisquilloso en cuanto a quienes admitía al movimiento, pues sacó a dos artistas con la publicación de la segunda versión del Manifiesto en 1929, entre los primeros miembros figuraron personajes como Louis Aragon, Robert Desnos, Paul Éluard, Joseph Delteil, Philippe Soupault y Roger Vitrac. La primera versión del Manifiesto incluía al círculo parisino de Breton. Sin embargo, cinco años más tarde, el movimiento había expandido sus fronteras.
El segundo manifiesto: Salvador Dalí, René Magritte y Max Ernst se unen al movimiento
Para 1929, con la publicación de la segunda edición del texto, la lista aumentó y se encontraron nombres como el de Salvador Dalí, Luis Buñuel, Max Ernst, Yves Tanguy, Tristan Tzara, Meret Oppenheim, Alberto Giacometti, entre otros.
Este movimiento se regía por un sistema de conocimiento cuyo fin último era alcanzar la libertad. Más allá de los relojes derretidos de Dalí en “La persistencia de la memoria”; la manzana verde frente a un rostro en “Hijo del hombre”, de Magritte; la figura onírica en “Mujer saliendo del psicoanalista”, de Remedios Varo, o el retrato colectivo de 1928, en el que figuran las fotografías de varios surrealistas con los ojos cerrados haciendo alusión al mundo interior, el grupo de Breton estaba motivado por unos ideales basados en el pensamiento de Sigmund Freud y Karl Marx.
Breton no solo era poeta, también había estudiado medicina y psiquiatría, por lo que conocía los planteamientos de Freud sobre la mente inconsciente y creía que era esta, como la productora de sueños, la que podía desatar la creatividad y la imaginación en el ser humano y liberar la mente de las cadenas del racionalismo. Para lograr esta meta, muchos de los artistas asociados al movimiento utilizaban la práctica del automatismo, la cual, según Mann, “es similar a la libre asociación o una corriente de conciencia, y dio a los surrealistas los medios para producir obras de arte inconscientes”.
La libertad como concepto relevante dentro del movimiento también fue un acercamiento político, pues el surrealismo se consolidó como un movimiento antifascista que se oponía al surgimiento de esta ideología en Europa y como respuesta frente a las angustias y problemáticas que dejó la Primera Guerra Mundial. Los surrealistas se negaban al autoritarismo, el colonialismo y, en sus inicios, abrazaban el comunismo. A esta ideología se resistieron miembros como Robert Desnos y André Masson, lo que les valió el rechazo de Breton.
Las mujeres en el surrealismo: Leonora Carrington y Remedios Varo
No obstante, no fueron solo los opositores de la ideología comunista quienes se quedaron por fuera del grupo curado por Breton. Así lo señaló la historiadora de arte Katy Hessel en su libro “La historia del arte sin hombres”: “El movimiento surrealista atrajo, en un principio, a las mujeres por el espíritu de igualdad de pensamiento radial y progresista que proyectaba. Aunque esto no se confirmó del todo en la práctica y muchas mujeres acabaron rechazando a Breton por su profunda misoginia”.
Esto significó que las mujeres que adoptaran los valores de este movimiento, aunque su fundador no quisiera ver más allá del papel que se les asignó como musas o “femmes enfants” (mujer niña) en el Manifiesto de 1929, tuvieron que labrar su propio camino. En el caso de la británica Leonora Carrington, fue a través de Max Ernst, quien fue su pareja cuando ella tenía 21 y él 47, que encontró su espacio en un movimiento que rechazaba. Sobre el papel de la musa surrealista solía decir: “Eran paparruchas. No tenía tiempo para ser la musa de nadie... Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser artista”.
Carrington se nacionalizó como mexicana durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que su contemporánea española Remedios Varo. Breton solía llamarla “La hechicera”, por las figuras mágicas y alquímicas que creaba. Aunque estas dos artistas fueron parte lo que se conoció como el “surrealismo mexicano”, a Frida Kahlo también se le ha incluido en este grupo, a pesar de que la misma artista rechazó el movimiento en 1939.
El principio del fin de una vanguardia
El movimiento que inició Breton con una idea subversiva como pilar central fue perdiendo su impulso con el paso de los años. Aunque se hicieron múltiples exhibiciones en Europa y América, y los artistas que se unieron al surrealismo llegaron de diferentes latitudes y con experiencia en varios medios artísticos, pero con la llegada de la Segunda Guerra Mundial el movimiento comenzó a resquebrajarse.
La muerte de Breton en 1966 fue el inicio del fin de una era del surrealismo. Sin embargo, el curador francés Didier Ottinger dijo a “The New York Time”s que eso no fue lo último que el mundo vería de ese movimiento. Tres años más tarde, en 1969, uno de los nuevos líderes del surrealismo pos-Breton, Jean Schuster, anunció la disolución del grupo en el periódico “Le Monde”. “Llegaron cartas de todo el mundo de artistas que decían: ‘No, estamos vivos’”, señaló Ottinger al diario estadounidense. “Entonces, mientras hubiera más artistas, no podría morir”.
Para Allmer, la relevancia que el surrealismo sostiene tras 100 años de su consolidación radica en su naturaleza transformativa y en lo político del movimiento. “Comenzó como un movimiento de protesta y una forma de contrarrestar el fascismo y el autoritarismo, por eso todavía puede ser un arma política muy poderosa hoy en día. Siempre será relevante. Diría que es un movimiento futuro”, aseguró.