Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El miércoles 6 de marzo de 2024, día del natalicio 97 de Gabriel García Márquez (1927-2014), será recordado como la fecha en que se presentó a nivel mundial En agosto nos vemos, la novela que no quiso publicar en vida el escritor colombiano a pesar de tener al menos cinco borradores. (Le recomendamos: videocharla sobre la historia de Gabriel García Márquez en el diario El Espectador).
Quienes tuvimos el honor de conocer y trabajar con el Premio Nobel de Literatura colombiano en la revista Cambio supimos de esa obra porque, a finales de los años 90, nos contó que estaba frente a tres proyectos literarios: Memoria de mis putas tristes, novela corta que cuenta la historia de un anciano que se enamora de una adolescente virgen; sus memorias Vivir para contarla y En agosto nos vemos. Esto mientras oficiaba como asesor editorial de Cambio hasta 1998 y luego como propietario desde 1999, año en el que leyó por primera vez un capítulo de En agosto nos vemos en la Casa de América de Madrid. Luego publicó otro avance en la revista Cambio, pero su autobiografía pasó a ser la prioridad porque recién se había recuperado de una operación de pulmón y cada vez era más consciente de que, por más que luchaba contra la herencia genética, el alzhéimer amenazaba los recuerdos de su vida, como ya lo había admitido a finales de 1996, cuando leyó el primer capítulo de las memorias en la Universidad de Guadalajara.
En el 2000 superó varias sesiones de quimioterapia contra un cáncer linfático y a finales de ese año supimos que había terminado el primer tomo de las memorias en 1.200 cuartillas. Llegó a comentar que serían tres volúmenes: como se sabe, el primero reconstruye sus años como periodista de El Espectador, el segundo abarcaría su vida como escritor hasta el boom de Cien años de soledad y el tercero sería su vida cercana al poder: “Recuerdos de mis relaciones personales con seis o siete presidentes de distintos países”, dijo para Cambio. En la lista tentativa estaban Fidel Castro, Omar Torrijos, Felipe González, Bill Clinton y Belisario Betancur.
Se supone que había empezado a escribir el segundo en enero de 2001, luego de “revisar a fondo” el primero, pues la única versión de Vivir para contarla salió a la venta el 9 de junio de 2002, fecha de la muerte de su amnésica madre, paradójicamente “el mismo día y casi la misma hora en que puse el punto final de estas memorias”.
Los efectos de la quimioterapia agravaron sus problemas de memoria, según me confirmó entonces su hermano Jaime García Márquez: “Estamos marcados por la demencia senil”. Dejó sus obligaciones de director, jefe de redacción (lo era en la práctica), cronista y columnista de Cambio y se concentró en recuperar su salud para terminar los citados proyectos. No hay que olvidar que, a pesar de sus afugias, García Márquez también le puso punto final a Memoria de mis putas tristes, novela corta publicada en 2004.
Los apuntes para los dos tomos restantes de sus memorias junto a las versiones de En agosto nos vemos, unos impresos y mecanografiados, otros grabados en nueve disquetes y algunos fechados en Los Ángeles (Estados Unidos), donde hizo el tratamiento contra el cáncer, quedaron engavetados en el archivo personal que custodiaba su esposa Mercedes Barcha (1932-2020) en su casa en Ciudad de México y que en 2015 fue vendido al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, en Austin. Allí han sido estudiados casi diez años por expertos, incluido el amigo y último editor personal del escritor colombiano, el español Cristóbal Pera, doctor en Literatura de esa universidad y editor de Penguin Random House en México, en cuyo concepto se apoyaron los hijos de García Márquez, Rodrigo y Gonzalo, para autorizar la publicación a ese poderoso grupo editorial.
Al revisar el archivo es evidente, por las fechas y correcciones sobre hojas mecanografiadas, que el autor trabajó intensamente en las versiones entre 2002 y 2004 hasta una “versión final” que envió a Carmen Balcells (1930-2015), su agente literaria en Barcelona, en julio de ese año para saber su concepto. Después, se registran archivos electrónicos hasta 2008.
El Harry Ransom Center advierte durante la consulta: “Estos textos, con gran cantidad de anotaciones, se encontraban originalmente en carpetas con ganchos de sujeción, y contenían secciones de las páginas dobladas y en algunos casos sujetados con clips. Para capturar el estado original de los textos, se tomaron imágenes de las secciones con las páginas dobladas. Las imágenes digitalizadas se imprimieron y fueron intercaladas con el texto para mostrar su estado original. Las páginas fueron desplegadas, se eliminaron los clips y las páginas se colocaron en sobres de papel dentro de las carpetas para mantener los grupos originales juntos. No se permiten fotografías o fotocopias de estos materiales inéditos. El acceso a este documento está restringido hasta su publicación”.
De ahí surgió la edición de 150 páginas y cinco capítulos que los lectores podrán disfrutar desde este 6 de marzo, que incluye imágenes de los documentos originales y una explicación del editor Pera sobre el citado proceso de conservación y sobre la versión final que “se estructuró respetando cada palabra escrita por García Márquez”, según una fuente de la editorial.
Homenaje a Bach y Faulkner
Hay otros dos factores desconocidos detrás de En agosto nos vemos: uno era el deseo de García Márquez de hacerle un homenaje al compositor alemán Johann Sebastian Bach, uno de los clásicos de la música que prefirió toda la vida.
La protagonista de la novela se llama Anna Magdalena Bach, la mujer que cada agosto viaja a la isla donde está sepultada su madre, mientras va contando su vida sentimental. Ese es el mismo nombre de la segunda esposa de Bach, una recordada soprano alemana que también pasó a la historia por el Pequeño libro de Anna Magdalena Bach, dos cuadernos manuscritos sobre música que le dedicó Bach entre 1722 y 1725. García Márquez dijo que la Suite n.° 1 para cello solo, pieza clásica de Bach, era el disco que se llevaría a una isla desierta.
¿Por qué escogió agosto para el título de esta novela? Su hermano y también escritor Eligio García Márquez (1947-2001) alcanzó a contar en la revista Cambio que Gabito quería rendirle homenaje a Luz de agosto, novela del escritor estadounidense William Faulkner, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1949. En su autobiografía Vivir para contarla admite que esa lectura “truculenta” iluminó la formación del Nobel de Literatura colombiano y declaró a Faulkner “el más fiel de mis demonios tutelares”.
Además, agosto y los nacidos bajo el signo Leo le marcaron la vida: su madre, Luisa Santiaga Márquez, su amiga y agente literaria de toda la vida, Carmen Balcells, y su amigo más poderoso, Fidel Castro, eran nacidos ese mes. Su hijo Rodrigo García Barcha, el cineasta que autorizó publicar En agosto nos vemos, nació en agosto y fue a principios de agosto de 1966 cuando el autor de Cien años de soledad fue con su esposa Mercedes a la oficina de correos de México a enviar a Buenos Aires la versión final de la novela que le cambió la vida y la historia de la literatura.
Agosto se convirtió en una época ideal para desarrollar el realismo mágico. En El coronel no tiene quien le escriba la fecha en la que el coronel es incluido en el escalafón militar es el 12 de agosto de 1949. En Cien años de soledad Arcadio “pensaba en su hija de ocho meses, que aún no tenía nombre, y en el que iba a nacer en agosto”. Y “una tarde de agosto, agobiada por el peso insoportable de su propia obstinación, Amaranta se encerró en el dormitorio a llorar su soledad hasta la muerte”.
En El otoño del patriarca: “José Ignacio Sáenz de la Barra en traje de etiqueta que venía a recordarle que era una noche histórica, 12 de agosto, general, la fecha inmensa en que estábamos celebrando el primer centenario de su ascenso al poder”. Desde su novela La mala hora (1962) hasta la última la oscuridad, el brillo, la luminosidad, las siestas, los espantos o los sopores de agosto fueron la atmósfera escogida.
En sus cuentos abundan “remotas” o “tormentosas” tardes de ese mes, “el metálico sol de agosto”, “soñolientos domingos de agosto” y “hasta Dios se va de vacaciones en agosto”. En columnas y notas de prensa se puede hacer la misma búsqueda, empezando en La Jirafa que publicaba en El Heraldo (1951): “Yo estaba viviendo un poco de ese agosto nublado y triste que se me había sedimentado en el hígado”.
Con estas claves, podremos descifrar En agosto nos vemos, una oportunidad única de asistir como lectores al último taller de escritura de Gabriel García Márquez, a punto de cumplirse una década de su muerte, el próximo 17 de abril.
Me sumo a la invitación de los hijos del maestro, Rodrigo y Gonzalo, que presentarán el libro el martes 5 de marzo a las 10 a. m. en una rueda de prensa virtual: “Fue el fruto de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea. Leyéndolo una vez más, a casi diez años de su muerte, descubrimos que el texto tenía muchísimos y muy disfrutables méritos y nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor, posiblemente el tema principal de toda su obra”.