La historia detrás del poder de Angela Merkel (I)
Narrar la vida de Angela Merkel es contar la historia reciente de Alemania. En el libro Angela Merkel, la física del poder, las periodistas Patricia Salazar Figueroa y Christina Mendoza Weber ofrecen un viaje a través de la vida de quien se convirtió en la primera mujer en ser canciller de Alemania.
María José Noriega Ramírez
Hija de Horst y Herlind Kasner, pastor luterano y profesora, Angela Merkel creció en un ambiente en el que los valores religiosos y la disciplina fueron las bases de su educación. Su padre, justamente el año en el que se oficializó la primera ley que criminalizaba a todo aquel que huía de la República Democrática Alemana (RDA) hacia Occidente, tomó la decisión de emprender el viaje a contracorriente: la familia Kasner abandonó su casa en Hamburgo para instalarse en Quitzow y, tiempo después, en la región del Uckermark. El propósito: dedicar la vida a la evangelización y luchar contra el ateísmo del Estado. “Estaba claro que no iba a quedarme varado entre las ollas faraónicas de carne y abundancia. Regresar a Oriente significó estar donde se nos necesitaba”, afirmó años después el padre de quien sería la primera mujer en gobernar Alemania.
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Hija de Horst y Herlind Kasner, pastor luterano y profesora, Angela Merkel creció en un ambiente en el que los valores religiosos y la disciplina fueron las bases de su educación. Su padre, justamente el año en el que se oficializó la primera ley que criminalizaba a todo aquel que huía de la República Democrática Alemana (RDA) hacia Occidente, tomó la decisión de emprender el viaje a contracorriente: la familia Kasner abandonó su casa en Hamburgo para instalarse en Quitzow y, tiempo después, en la región del Uckermark. El propósito: dedicar la vida a la evangelización y luchar contra el ateísmo del Estado. “Estaba claro que no iba a quedarme varado entre las ollas faraónicas de carne y abundancia. Regresar a Oriente significó estar donde se nos necesitaba”, afirmó años después el padre de quien sería la primera mujer en gobernar Alemania.
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El municipio de Templin, Waldhof, uno de los resguardos donde se ofrecía refugio desde finales del siglo XIX y que incluso no fue declarado objetivo militar durante la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en el hogar de los Kasner. Allí, cuando el lugar albergaba niños en orfandad, el pastor luterano lideró un proyecto educativo y de formación de seminaristas. En el futuro, estos niños iban a difundir la iglesia en medio del comunismo. Sin embargo, Walter Ulbricht frenó estas aspiraciones. La educación de los jóvenes, al estar pensada para reproducir el orden social de la dictadura comunista, no podía estar fuera del alcance de los tentáculos del Estado. La educación era del sistema y para el sistema. De ahí se entiende que Angela Merkel haya descartado la pedagogía y se haya dedicado a la ciencia. Precisamente, una de las formas en la que demostró su inconformismo frente a la dictadura comunista, a pesar de no haber sido activista y de no haber participado en grupos clandestinos ni rebeldes, fue el de optar por no replicar el sistema de creencias y valores del régimen. Rehusarse a ser profesora, no porque no le gustara o porque no lo pudiera hacer, fue la forma en la que desafió al sistema comunista. Fue su forma de arrebatarle la posibilidad al régimen de, a través de ella, absorber una nueva generación. Además, también se negó a ser colaboradora no oficial de la STASI, el Servicio de Seguridad del Estado. “Creo que soy valiente en los tiempos definitivos (…). Creo que no soy valiente espontánea. Prefiero y necesito reflexionar previamente acerca de lo que puede acaecer en consecuencia”, dice Merkel. “No fui parte de ningún grupo de resistencia ni fui activista. Pero sí me encontraba en un proceso constante y progresivo de debate crítico interiorizado con la RDA (…). El repudio hacia ella hacía parte de mi formación”, añade.
De su padre heredó el carácter enérgico, cerebral y minucioso. Desde niña, se desenvolvió con fluidez y facilidad en las ciencias, las matemáticas, el alemán y el ruso; y su forma de pensar, así como de actuar, se consolidó a partir del método y del cálculo frente al riesgo. Para entonces, su temperamento introvertido y silencioso ya se avizoraba y su timidez lo complementaba. “Angela era una de aquellas personas que persisten en esconderse siempre. Se sentaba desgarbada y jamás tomaba la iniciativa. Y lo peor era que no podía o no quería mirar a los ojos. Sostener la mirada le era imposible (…). En ocasiones fui dura con ella. Le hablaba así: ‘Angela, repite el texto, ¡mira a los ojos! ¡Sostén la mirada, no la bajes!’ (…). Le repetí la instrucción hasta que aprendió a levantar el rostro y sostener la mirada ante su interlocutor. Costó trabajo”, cuenta Erika Benn, quien fue su profesora de ruso durante cinco años en el Politécnico Superior de Templin. Décadas después, esa niña tímida, a quien le costaba mantener firme la mirada ante los demás, se convirtió en una líder mundial clave en la estabilidad de la Unión Europea, partiendo de dos principios esenciales: integración y protección. El rombo dibujado por los dedos de sus manos y que sitúa entre su pecho y su vientre es la marca de identidad de ello, es su sello político.
Tras su formación como física, Merkel alcanzó la cumbre científica del régimen. Allí no era una amenaza para la estabilidad de la dictadura. En palabras propias, “desde la perspectiva del Partido Comunista era inofensiva en ese trabajo porque no podía propagar mi creciente resistencia al sistema de la RDA”. Y sí, la ciencia era considerada como un área en el que las visiones políticas no tenían campo de acción. Incluso Helmut Kohl, con quien Merkel dio sus primeros pasos en la política, tras la reunificación alemana, dijo que “el sistema de la RDA fomentó el adelanto de las ciencias naturales, así que mucha gente joven y talentosa pudo dedicarse a su estudio y se estructuró al servicio de la investigación y no del comunismo. Muy diferente era el asunto en las carreras de ciencias sociales, donde casi todos estaban contaminados ideológicamente”. Sin embargo, Merkel se valió de su fluidez y desarrollo en el mundo de la ciencia para catapultarse como un referente político en la Alemania que iba a surgir de las cenizas.
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“Dos semanas después de la caída del Muro de Berlín, la precisión y objetividad implícitas en la metodología científica permitieron a la joven investigadora prever que su país experimentaría una fase de transformación, equiparable a un fenómeno de la fisicoquímica conocido con el nombre de intercambios iónicos (…). Al trasladar el análisis a las circunstancias de las dos Alemanias, la teoría dictaba que su unión implicaría la desintegración de la RDA y la consecutiva descontaminación del comunismo de su sociedad. Además, tal como en el universo físico, la fase de engranaje de los dos países en una sola nación necesitaría de la acción de suficientes enlaces de coordinación que apoyaran la transición. Merkel, de 35 años, creía reunir las características para hacer uno de aquellos enlaces esenciales. Con objeto de comunicarlo, ejecutó un salto desde la ciencia hacia la política”, afirman las periodistas Patricia Salazar Figueroa y Christina Mendoza Weber, autoras de Angela Merkel, la física del poder.
El primer recuerdo político de Merkel es la construcción del Muro de Berlín y cada mañana que salía a trabajar, cuando ya era profesional, veía en la estación Friedrichstraße, uno de los pasos fronterizos más relevantes hacia Berlín occidental y donde se encontraba el palacio de las lágrimas, el llanto de las familias que se tenían que separar. Aunque de niña, y de la mano de su abuela, Merkel había conocido a algunos refugiados, fue durante su cancillería que se enfrentó al éxodo de la población migrante. Las lágrimas de Reem Sawhil, quien con su familia buscaba asilo en Alemania, luego de haber huido de un campo de refugiados palestino, la pusieron en jaque. La dirigente política, pero sobre todo la científica, no anticipó este hecho y no supo cómo reaccionar. Tiempo después, el hallazgo de un camión con 71 personas (de Siria, Afganistán, Irak e Irán) que murieron asfixiadas mientras intentaban encontrar una nueva vida en Europa y el cuerpo sin vida del niño Aylan Kurdi en una playa turca la guiaron a tomar una de las decisiones más importantes de su mandato: abrir las fronteras de Alemania. Las críticas llegaron y con ello se esfumó parte del apoyo nacional e internacional. A ellos les respondió: “Viví mucho tiempo detrás de un muro como para desearlo de vuelta. Si ahora tenemos que ofrecer disculpas por ayudar en situaciones de emergencia, este ya no es más mi país”.