Las ideas de éxito y progreso en la era de lo mediático y lo digital
Nueve mujeres colombianas fueron rescatadas en México, luego de que fueran reportadas como desaparecidas y se descubriera que fueron secuestradas por una red de trata de personas. Se presume que estas jóvenes emigraron con la idea de conseguir mejores oportunidades, que aunque resultaron ser falsas, estuvieron ligadas a una percepción de éxito que mucho tiene que ver con la construcción de este concepto en los medios de comunicación y las redes sociales.
Samuel Sosa Velandia
Desde hace tiempo existe una tendencia: las personas deciden emigrar a otros países en búsqueda de mejores oportunidades. Esta decisión se ha visto influenciada por la narrativa que construyen algunos medios de comunicación y las redes sociales sobre lo que se entiende por éxito. Más allá de servir como canales de información, estas plataformas generan una proximidad a esas realidades, que se anhelan habitar y poseer.
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Desde hace tiempo existe una tendencia: las personas deciden emigrar a otros países en búsqueda de mejores oportunidades. Esta decisión se ha visto influenciada por la narrativa que construyen algunos medios de comunicación y las redes sociales sobre lo que se entiende por éxito. Más allá de servir como canales de información, estas plataformas generan una proximidad a esas realidades, que se anhelan habitar y poseer.
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Desde la psicología se ha defendido la idea de que el “éxito” es un concepto que depende de varios factores subjetivos y que resulta siendo una medida personal sobre la satisfacción de necesidades que van desde lo económico, hasta lo emocional. Sin embargo, esa noción de lo que es ser o no exitoso, también está determinada por un componente cultural, que se configura por ciertos parámetros que indican el “debe ser” de una persona en las distintas etapas de su vida.
La palabra “éxito” viene del latín exitus y significa “final” o “termino”, por lo que en el idioma inglés fue adoptada como exit, que traduce salida. Es así como toma una connotación positiva, pues se refiere al fin de una carencia o un sufrimiento. Dicho éxito lleva al progreso, que viene del nombre latino progressus, que en su sentido más puro figura como “avanzar, ir adelante”. Por tanto, son conceptos que han estado estrechamente ligados, pero que en su significado han transmutado con el orden social y económico de cada época.
Los medios de comunicación y las redes sociales han servido como una herramienta para amplificar estas visiones establecidas culturalmente sobre el éxito y también el progreso. Pero asimismo han constituido nuevas perspectivas y estándares sobre estos conceptos, que, aunque no están ligados netamente a un asunto cuantitativo, en la lógica capitalista que impera en gran parte del globo, han reducido sus significados a la capacidad de consumo y el reconocimiento que esto le otorga a una persona en la vida en sociedad.
Así lo asegura Jorge Palomino, periodista y doctor en Ciencias Sociales, quien ha dedicado gran parte de su trabajo investigativo al ecosistema de redes sociales, en el que ha evidenciado que las RRSS (acrónimo de redes sociales), en especial Instagram, han sido plataformas que ha potenciado la necesidad de consumir para satisfacer eso que ha sido nombrado como “éxito” y “progreso” a través del tiempo.
“En los últimos años, han ido circulando diferentes visiones sobre el éxito, varias de ellas asociadas con la capacidad de consumo. Los indicadores de éxito están basados en la ropa que usas, en la posibilidad de ir a ciertos lugares con cierto nivel de exclusividad, asistir a conciertos y otros cientos de vectores propios del consumo”, expresa Palomino, quien además agrega que las RRSS han creado cierta presión por mostrar eso que se considera exitoso, causando que sean los medios sociales un canal en el que en todo momento se estén resaltando los logros, con narrativas que los magnifican.
“Las personas tienen un interés en nombrar los éxitos, por más pequeños que sean, construyendo una gran narrativa en torno a ese acontecimiento para mostrarlo públicamente. Eso tiene que ver también con un modelo de formación de los individuos, que viene desde finales del siglo XX, con el impacto que tienen los discursos de autoayuda y ciertas vertientes de la psicología en la idea de: tú eres lo más importante, y como eres lo más importante, esto que te pasó, así sea íntimo, es el gran éxito”.
Tanto Palomino, como Ana María Montaña, experta en temas de medios de comunicación y estudios culturales, identifican que estas concepciones en gran parte derivan en que las redes sociales son medios en los que la imagen prevalece, por lo que el mostrar lo que se obtiene se convierte en algo relevante para demostrar que se es exitoso.
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“Desde el punto de vista del análisis semiótico, la imagen tiene mucha más potencia, es directa, el mensaje llega claro a tu cerebro. Tienes la percepción más clara de cómo verte y actuar para ser exitoso. Por ejemplo, realities como el de las Kardashian, que son chicas guapas, millonarias que, si bien tienen un montón de problemas humanos, solo refuerzan la idea de que son guapas y millonarias, y eso es lo que se dice que tiene prevalecer o a lo que hay que aspirar”.
La construcción de modelos aspiracionales
Montaña asegura que la vinculación que genera el usuario o espectador con la imagen termina motivando a la comparación con el otro. “Desde que entras a esa socialización, tú empiezas a compararte para saber quién eres. Y esa comparación pasa también por querer ser como otro”.
El psicólogo Leon Festinger lo definió como “comparación social”, que señaló como un proceso natural en el que el humano tiende a contrastar sus capacidades y opiniones con otras personas. Según su estudio, esto se puede dar de manera ascendente cuando el sujeto se compara con individuos que considera mejor que sí mismo, y descendente, que ocurre cuando la comparación es con alguien que evalúa inferior en distintos ámbitos.
Para Festinger, estos procesos comparativos suelen motivar a una autoevaluación rigurosa, en especial, cuando son de manera ascendente, porque implica que la persona aspire a ser mejor de lo que es, entendiendo la subjetividad del asunto. Por tanto, se establecen personajes y estilos de vida que son tomados como una referencia.
Por ejemplo, Palomino asegura que la figura de los influencers ha propiciado cambios en lo relacionado con el éxito laboral y las expectativas del mercado. “Una persona de generaciones anteriores se consideraba exitosa cuando lograba insertarse al mercado laboral y permanecer en esa empresa toda su vida. El auge en las redes sociales ha generado que, por ejemplo, esa idea de permanecer en un solo lugar de trabajo ya no sea tan bien vista, sino que tiene que ver con la idea de competitividad, con la idea de poder tener un trabajo que me permita ciertas condiciones, como la flexibilidad en usos de la tecnología para poder disfrutar de estos elementos de consumo. Ahí es cuando vemos el surgimiento de lo que conocemos como los nómadas digitales, que es la idea de no estar trabajando en un mismo escenario, sino poder circular”.
Por eso, el teórico asegura que el concepto de éxito está ligado a la posibilidad de hacer cosas con el propio tiempo y no estar sometido a ordenamientos. Y es por esto que toman relevancia los discursos de innovación y emprendimiento, que, para él, ha llevado a la búsqueda constante por especializarse, pero también a la “sospecha sobre las instituciones educativas y sobre el futuro laboral. Los jóvenes hoy se preguntan: ‘¿Para qué voy a estudiar una carrera si me puedo convertir en un influencer?’ o ‘¿Para qué voy a invertir toda esa cantidad de recursos económicos en formación universitaria, si cuando salga al mercado laboral los salarios no compensan esa inversión´”.
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Esto es el resultado de un mundo contemporáneo altamente inestable, en el que se propagó la idea de poder obtener objetos en gran escala y de manera rápida. Es entonces cuando Montaña reflexiona sobre la narrativa del dinero fácil: “Lo que producen las plataformas de consumo tienen un gran componente de esos mismos marcos de interpretación sobre el éxito, y en el caso de la sociedad colombiana, el narcotráfico nos ha hecho creer que sin importar cómo, el que consiga plata es exitoso, por eso Pablo Escobar es una figura de éxito”.
Agrega que esto va más allá de lo moral y que “tiene que ver con nuestra propia narración como colombianos, con quiénes somos nosotros desde nuestra identidad y cómo asumimos esa idea del éxito, que parece validar el argumento de que no importa lo que haga, sino lo que tenga. Todo esto es reforzado por los medios de comunicación”.
“Las redes sociales y la producción se alimentan de esos repertorios estéticos. El narcotráfico permea necesariamente esa idea de éxito, pero la tendencia a mostrarlo todo convierte en héroes a estas figuras”, señala Palomino.
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