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Páginas quemadas, libro publicado de Miguel Torres bajo el sello Tusquets, narra la historia de Don Antonio, quien está a cargo de quemar todos los manuscritos que llegan a su oficina. Este trabajo llega a su vida luego de salir de la cárcel tras haber cometido un delito originado por los sentimientos intensos que solo el amor puede provocar. En su oficina se encuentra con novelas, poemas, proyectos teatrales y de danza, entre otros. Son pocos los que lee y una menor cantidad los que lo atrapa y lo llevan a terminar de leerlos en su casa, acción prohibida, pero que nadie nota, ya que está lejos de todos los empleados del centro de cultura de la ciudad.
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Empecemos hablando de aquellos textos que no se han publicado, que no han sido leídos por nadie más que su creador…
Tengo algunos libros inéditos: Palabras de mujer, una novela tan breve que me cupo en 65 páginas, un libro de cuentos; Ladrón durante el alba, y un libro titulado Poesía impublicable y otros poemas para la hoguera. Los tres son libros de juventud. También tengo inicios de novelas y cuentos abandonados en la mitad del camino que reposan en el fondo del mismo baúl del que rescaté La polvera.
¿Por qué considera que algunos textos no llegan a ser leídos por otras personas?
Porque hay que dejarlos. No pasan de la primera lectura, que es la que hace uno mismo.
¿Cómo nace el personaje de don Antonio? ¿Cómo fue su aparición y su construcción?
La novela que yo quería escribir necesitaba un fogonero. Lo saqué de una habitación donde tengo encerrados a varios personajes que están en lista de espera. Entre ellos había un hombre de cincuenta años. Lo envejecí a punta de fracasos, soledad y desgracia, y apareció don Antonio.
¿Cómo han sido sus encuentros o relación con la muerte?
He estado en peligro de morir más de una vez, y he visto morir a familiares y grandes amigos. Esas muertes me dolerán mientras viva.
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En sus palabras, podría decirme ¿qué es la memoria?, y ¿cómo la literatura hace parte de la construcción de la memoria, tanto personal como colectiva?
Para mí la memoria es como un viejo desván que guarda lo que va quedando de mis recuerdos propios y ajenos. Vivo saqueando ese desván y me ayudó con la imaginación para inventar ficciones condenadas al olvido.
De acuerdo con “Páginas quemadas”, ¿en qué momento, algo que ha tomado tiempo, como el de escribir un libro o proponer un proyecto teatral, se vuelve algo efímero?
Cuando los manuscritos quemados por don Antonio flotan sobre los tejados de la ciudad convertidos en humo.
Hablemos sobre los amores platónicos y sobre los que tuvimos alguna vez, pero ya no están…
A los 8 años, cuando cursaba en la Escuela del Padre Campoamor, segundo de primaria, me enamoré de mi profesora Mercedes Ardila. Yo le robaba a mi mamá los coloretes y los esmaltes y se los llevaba de regalo. Ella se los devolvía en las reuniones de padres de familia. Eso vine a saberlo mucho después. No la volví a ver, pero nunca dejé de amarla. Reviví su imagen tal como la he recordado siempre en un pasaje de mi novela El incendio de abril.
¿Cree que los vínculos están condenados a la traición?, o ¿por qué considera que la traición aparece en las relaciones?
No todos, por fortuna. Y no siempre la traición aparece en las relaciones. La he sufrido en carne propia. Un amor puede olvidarse. Pero una traición nunca se olvida. ¿Qué haríamos los escritores sin la traición? La traición es uno de los temas más apasionantes de la literatura y gracias a ella se han escrito grandes novelas.
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¿Para usted qué son los silencios y cuándo debe aparecer en la escritura?
Los silencios aparecen cuando tienen que aparecer y piden su espacio a gritos.
¿Cuál es el papel de la soledad en la vida de un escritor?
La soledad es una prisión cuyas rejas se mantienen cerradas mientras escribimos.
Según usted, ¿por qué los domingos se inundan de melancolía o desazón?
Responderé esa pregunta con una reflexión de Artunduaga, personaje de Fedora, un cuento de Ladrón durante el alba: él pensaba que si el mundo estallaba algún día, ese día tendría que ser un domingo, un día anodino, triste, interminable, un día en que todo podía desaparecer sin dejar rastro, como se esfuman las imágenes de un sueño al despertar.
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