“La importancia de la fotografía está en esa labor de hacer memoria”
Bogotart, que desde hace 10 años se especializa en narrar el arte urbano en la capital mediante la fotografía, realiza acciones de gestión cultural artística.
Andrea Jaramillo Caro
¿Cómo se inició Bogotart?
Fue un proyecto personal que creé en algún momento alrededor de la fotografía y específicamente hacer documentación de las intervenciones que se estaban haciendo en el espacio público: murales y grafitis, y teniendo eso como contexto, nació la comunidad. En muy poco tiempo, yo se lo abono al nombre y a la documentación que venía realizando, la comunidad tuvo bastantes seguidores, casi que desde el comienzo. De ahí el proyecto pasó de ser un proyecto personal de fotografía a ser una comunidad en torno a la fotografía de calle, a la fotografía, específicamente de intervenciones urbanas. Ya teníamos una comunidad que nos colaboraba, entonces lo que siguió fue empezar a hacer gestión cultural desde este proyecto. Lo primero que hicimos fue exposiciones que mezclaban arte y fotografía, arte con obras de artistas que pintaban en el espacio público acá en Bogotá, y fotografía con una convocatoria que hicimos en la comunidad. En ese momento la comunidad tenía alrededor de 10.000 a 15.000 personas. La comunidad nació en 2013, hace 10 años. Lo que siguió a la realización de exposiciones fue la publicación de tres libros, todos son fotolibros de fotografía, de arte urbano y grafiti. El primero era netamente Bogotá, se llamó “Más que muros”, lo hicimos en compañía de una editorial que hace libros de fotografía y los otros libros que hemos publicado los hemos hecho autogestionados. El último que publicamos y el más grande es un proyecto que se llama “Que no le falte calle”, que recoge el trabajo en calle de 150 artistas de todo el país y este libro lo lanzamos en 2021. Seguimos haciendo exposiciones en estos últimos años, por lo menos una vez al año. Intentamos generar un espacio cultural, un espacio de arte.
¿Cuál es la importancia de esta labor?
Creo que el principal objetivo que intentamos cumplir es el de hacer memoria de lo que pasa en las calles. Muchas veces por la naturaleza misma, el grafiti, el arte urbano, los muros pueden llegar a durar una semana, incluso un día, algunos meses, entonces digamos que la documentación que hemos realizado en todo este tiempo, cada uno de los proyectos le aportan ese ejercicio de memoria desde la calle. También desde el ejercicio artístico podemos ver cómo evoluciona la gráfica de un artista, hemos podido ver cómo algunos artistas que empezaron haciendo su arte en la calle hoy son superfamosos, superconocidos. Hoy la mayoría de artistas colombianos que ya tienen un buen recorrido circulan por el mundo, ya de hecho es muy difícil encontrárselos en un festival de arte urbano o de grafiti acá en el país, muchos de ellos están afuera, entonces haber documentado todo este proceso ayuda con ese objetivo de hacer memoria un poco, puntualmente desde lo que pasa en la calle.
Le sugerimos: “Que no le falte calle”, la exposición de arte urbano que se levanta en una obra gris
¿Qué recuerdos les han dejado estos 10 años con el proyecto?
El principal recuerdo del proyecto, de “Que no le falte calle”, el libro que publicamos en diciembre de 2020, fue que para el lanzamiento de este libro quisimos hacer una exposición que mezclara igual arte y fotografía, el arte con las obras de los mismos artistas que venían en el libro, y la particularidad de esto es que la exposición la hicimos en diciembre de 2020, que era el año de pandemia, no se habían vuelto a hacer exposiciones en Bogotá, y esta fue la primera exposición que hubo después de esos meses duros de confinamiento. Duró casi un mes, la hicimos en un espacio que ahora se llama Open House, era un espacio que estaba abandonado, un edificio nuevo que quedó a medias en el centro, también por la pandemia, pero cogimos este espacio para realizar esta exposición y tuvimos crisis de éxito un poco. En ese momento no estaban tan claros los protocolos de bioseguridad y teníamos filas de varias cuadras, fueron a la exposición más de 20.000 personas, nos tocaba hacer un registro y todo esto por el tema de bioseguridad. Para nosotros fue el principal hito y haber podido interactuar con las personas que fueron y ver sus reacciones fue muy importante para nosotros. Ha sido muy satisfactorio de ver cómo la misma escena ha evolucionado y ha producido mercado de arte para artistas que empezaron pintando en la calle.
¿Cuál es la reflexión que saca del ejercicio de haber fotografiado a Bogotá durante los últimos 10 años?
Uno es que la misma ciudad acogió esta práctica como patrimonio, el año pasado se renovó por primera vez en la historia de la ciudad un mural que es el de El beso de los invisibles, del colectivo Vértigo Graffiti, y este mural muestra la importancia que la práctica ha tenido para la ciudad, tanto que la misma ciudad a través de Idartes patrocinó la renovación de este mural. Creo que el mayor logro de la escena es haber convertido la práctica del mural, del grafiti, del arte urbano en un patrimonio de la ciudad.
Le peude interesar: “Pamela, a love story”, un ícono que también destila simpatía y vulnerabilidad
¿Cómo ve Bogotart en el futuro?
Bogotart, con todos los cambios que ha sufrido desde el inicio, hoy es un proyecto de gestión cultural y una plataforma de comunicación sobre cultura alternativa. Nos gustaría en el futuro poder gestionar recursos de una forma más fácil, ya que este es un proyecto totalmente autogestionado, tenemos una comunidad muy fuerte, pero monetizar una comunidad sobre cultura en Colombia no es difícil. De aquí a un futuro esperaríamos poder gestionar mejor recursos tanto para el mismo proyecto como para gestionar otros proyectos que ayuden a esa memoria y a la investigación sobre el arte de calle en el país y al mismo tiempo de la fotografía, que es el otro eje importante que ha tenido la comunidad durante estos años.
Para usted, ¿qué representa el arte urbano?
El arte urbano es una manera que tenemos como humanos de contar historias en la calle, en un espacio democrático, que la calle es, tal vez, el más democrático que existe, porque a la calle accedemos todos en las mismas condiciones, ya sea caminando o en el carro. La importancia son las historias que nos van narrando los artistas a través de esos murales, a través de esas intervenciones que nos cuentan tanto, que nos llegan a contar desde nuestro pasado. Una de las temáticas que más se pintan en la calle es lo ancestral, lo campesino, pero no porque haya dejado de existir, sino porque las comunidades indígenas están muy vivas todavía en nuestra sociedad, en las paredes de la ciudad aún se muestra, se le da validez. También se hace crítica política, se sensibiliza a la gente, a la población, sobre una determinada temática, por ejemplo, el asesinato y la desaparición de líderes sociales, es algo sobre lo que también se está hablando desde el arte urbano.
¿Y la fotografía?
La importancia de la fotografía está en esa labor de hacer memoria, sin el trabajo diario que hacen los fotógrafos, tal vez no sabríamos cómo era Bogotá en los años 40, 50, 60, y de aquí a unos 50 años, cuando alguien revise cómo era la ciudad, cómo era Bogotá a principios del siglo XXI, se va a encontrar con una ciudad que hablaba de esos muros, que tenía unas prácticas urbanas impredecibles y muy importantes. Siento que desde Bogotá se ha permeado mucho la cultura urbana al resto del país, en algunos lenguajes, y siento que tener registro, tener memoria de esto, es parte del valor de la fotografía.
¿Cómo se inició Bogotart?
Fue un proyecto personal que creé en algún momento alrededor de la fotografía y específicamente hacer documentación de las intervenciones que se estaban haciendo en el espacio público: murales y grafitis, y teniendo eso como contexto, nació la comunidad. En muy poco tiempo, yo se lo abono al nombre y a la documentación que venía realizando, la comunidad tuvo bastantes seguidores, casi que desde el comienzo. De ahí el proyecto pasó de ser un proyecto personal de fotografía a ser una comunidad en torno a la fotografía de calle, a la fotografía, específicamente de intervenciones urbanas. Ya teníamos una comunidad que nos colaboraba, entonces lo que siguió fue empezar a hacer gestión cultural desde este proyecto. Lo primero que hicimos fue exposiciones que mezclaban arte y fotografía, arte con obras de artistas que pintaban en el espacio público acá en Bogotá, y fotografía con una convocatoria que hicimos en la comunidad. En ese momento la comunidad tenía alrededor de 10.000 a 15.000 personas. La comunidad nació en 2013, hace 10 años. Lo que siguió a la realización de exposiciones fue la publicación de tres libros, todos son fotolibros de fotografía, de arte urbano y grafiti. El primero era netamente Bogotá, se llamó “Más que muros”, lo hicimos en compañía de una editorial que hace libros de fotografía y los otros libros que hemos publicado los hemos hecho autogestionados. El último que publicamos y el más grande es un proyecto que se llama “Que no le falte calle”, que recoge el trabajo en calle de 150 artistas de todo el país y este libro lo lanzamos en 2021. Seguimos haciendo exposiciones en estos últimos años, por lo menos una vez al año. Intentamos generar un espacio cultural, un espacio de arte.
¿Cuál es la importancia de esta labor?
Creo que el principal objetivo que intentamos cumplir es el de hacer memoria de lo que pasa en las calles. Muchas veces por la naturaleza misma, el grafiti, el arte urbano, los muros pueden llegar a durar una semana, incluso un día, algunos meses, entonces digamos que la documentación que hemos realizado en todo este tiempo, cada uno de los proyectos le aportan ese ejercicio de memoria desde la calle. También desde el ejercicio artístico podemos ver cómo evoluciona la gráfica de un artista, hemos podido ver cómo algunos artistas que empezaron haciendo su arte en la calle hoy son superfamosos, superconocidos. Hoy la mayoría de artistas colombianos que ya tienen un buen recorrido circulan por el mundo, ya de hecho es muy difícil encontrárselos en un festival de arte urbano o de grafiti acá en el país, muchos de ellos están afuera, entonces haber documentado todo este proceso ayuda con ese objetivo de hacer memoria un poco, puntualmente desde lo que pasa en la calle.
Le sugerimos: “Que no le falte calle”, la exposición de arte urbano que se levanta en una obra gris
¿Qué recuerdos les han dejado estos 10 años con el proyecto?
El principal recuerdo del proyecto, de “Que no le falte calle”, el libro que publicamos en diciembre de 2020, fue que para el lanzamiento de este libro quisimos hacer una exposición que mezclara igual arte y fotografía, el arte con las obras de los mismos artistas que venían en el libro, y la particularidad de esto es que la exposición la hicimos en diciembre de 2020, que era el año de pandemia, no se habían vuelto a hacer exposiciones en Bogotá, y esta fue la primera exposición que hubo después de esos meses duros de confinamiento. Duró casi un mes, la hicimos en un espacio que ahora se llama Open House, era un espacio que estaba abandonado, un edificio nuevo que quedó a medias en el centro, también por la pandemia, pero cogimos este espacio para realizar esta exposición y tuvimos crisis de éxito un poco. En ese momento no estaban tan claros los protocolos de bioseguridad y teníamos filas de varias cuadras, fueron a la exposición más de 20.000 personas, nos tocaba hacer un registro y todo esto por el tema de bioseguridad. Para nosotros fue el principal hito y haber podido interactuar con las personas que fueron y ver sus reacciones fue muy importante para nosotros. Ha sido muy satisfactorio de ver cómo la misma escena ha evolucionado y ha producido mercado de arte para artistas que empezaron pintando en la calle.
¿Cuál es la reflexión que saca del ejercicio de haber fotografiado a Bogotá durante los últimos 10 años?
Uno es que la misma ciudad acogió esta práctica como patrimonio, el año pasado se renovó por primera vez en la historia de la ciudad un mural que es el de El beso de los invisibles, del colectivo Vértigo Graffiti, y este mural muestra la importancia que la práctica ha tenido para la ciudad, tanto que la misma ciudad a través de Idartes patrocinó la renovación de este mural. Creo que el mayor logro de la escena es haber convertido la práctica del mural, del grafiti, del arte urbano en un patrimonio de la ciudad.
Le peude interesar: “Pamela, a love story”, un ícono que también destila simpatía y vulnerabilidad
¿Cómo ve Bogotart en el futuro?
Bogotart, con todos los cambios que ha sufrido desde el inicio, hoy es un proyecto de gestión cultural y una plataforma de comunicación sobre cultura alternativa. Nos gustaría en el futuro poder gestionar recursos de una forma más fácil, ya que este es un proyecto totalmente autogestionado, tenemos una comunidad muy fuerte, pero monetizar una comunidad sobre cultura en Colombia no es difícil. De aquí a un futuro esperaríamos poder gestionar mejor recursos tanto para el mismo proyecto como para gestionar otros proyectos que ayuden a esa memoria y a la investigación sobre el arte de calle en el país y al mismo tiempo de la fotografía, que es el otro eje importante que ha tenido la comunidad durante estos años.
Para usted, ¿qué representa el arte urbano?
El arte urbano es una manera que tenemos como humanos de contar historias en la calle, en un espacio democrático, que la calle es, tal vez, el más democrático que existe, porque a la calle accedemos todos en las mismas condiciones, ya sea caminando o en el carro. La importancia son las historias que nos van narrando los artistas a través de esos murales, a través de esas intervenciones que nos cuentan tanto, que nos llegan a contar desde nuestro pasado. Una de las temáticas que más se pintan en la calle es lo ancestral, lo campesino, pero no porque haya dejado de existir, sino porque las comunidades indígenas están muy vivas todavía en nuestra sociedad, en las paredes de la ciudad aún se muestra, se le da validez. También se hace crítica política, se sensibiliza a la gente, a la población, sobre una determinada temática, por ejemplo, el asesinato y la desaparición de líderes sociales, es algo sobre lo que también se está hablando desde el arte urbano.
¿Y la fotografía?
La importancia de la fotografía está en esa labor de hacer memoria, sin el trabajo diario que hacen los fotógrafos, tal vez no sabríamos cómo era Bogotá en los años 40, 50, 60, y de aquí a unos 50 años, cuando alguien revise cómo era la ciudad, cómo era Bogotá a principios del siglo XXI, se va a encontrar con una ciudad que hablaba de esos muros, que tenía unas prácticas urbanas impredecibles y muy importantes. Siento que desde Bogotá se ha permeado mucho la cultura urbana al resto del país, en algunos lenguajes, y siento que tener registro, tener memoria de esto, es parte del valor de la fotografía.