La imprenta moderna y el arte de la escritura artificial que transformó el mundo
En una nueva entrega del Teatro de la historia presentamos un acercamiento a la influencia de la imprenta. Al cierre del siglo XX se abrió el debate sobre quién podría ser el personaje más influyente de los últimos mil años y algunos medios de comunicación, como la revista Times, concluyeron, con buenas razones, que Johannes Gutenberg merecía ese reconocimiento.
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Para finales del siglo XVI ya era evidente que la imprenta era una innovación que estaba transformando el mundo, pero tal vez entonces era imposible prever el sostenido impacto de la industria del libro por más de 500 años. Este grabado de Johannes Stradamus, que nos presenta un taller de impresión en acción, hace parte de la serie de imágenes titulada Nova Reperta, en la cual el artista hace un recuento de grandes innovaciones que marcaron el inicio de una nueva era cerca de 1600.
La imagen muestra las diversas labores que requería la manufactura de un libro en una imprenta moderna. A la izquierda se ven personas sentadas y ocupadas en la composición tipográfica, responsables de ensamblar las distintas letras en el orden correcto de un texto que se quiere imprimir. A su lado está un hombre de pie con anteojos que revisa una hoja impresa que sostiene en sus manos, seguramente con la tarea de verificar que no hubiera errores antes de imprimir múltiples copias de un texto. A la derecha hay una persona encargada de esparcir la tinta sobre los textos ensamblados y otra que acciona la prensa con una barra. En la parte de atrás se pueden ver personas a cargo de apilar o ensamblar las páginas impresas. Es evidente que la manufactura de un libro supone la coordinación de diversos oficios, posiblemente bajo la dirección del hombre barbado a la derecha de la imagen. En la parte inferior se lee en latín una frase que en castellano diría algo como: “Así como una voz puede ser escuchada por muchos oídos, un mismo texto puede aparecer en mil folios”, una afirmación que nos recuerda el punto clave del impacto que tuvo sobre la cultura y el conocimiento la multiplicación de imágenes o textos idénticos.
Para entender el impacto de la imprenta moderna podríamos empezar por imaginar el arduo trabajo que supone la copia y transcripción manual de textos. Recordar los scriptoria (lugares para escribir), generalmente parte de los monasterios medievales, dónde los escribas, diligentes monjes especializados en la escritura, tenían la penosa tarea de copiar a mano textos de diversa índole. En su mayoría textos sagrados o teológicos, pero también tratados de filosofía natural sobre astronomía, medicina, plantas, animales y algunas veces obras literarias seculares.
La importancia de Johannes Gutenberg no radica en haber sido el inventor de la imprenta, la cual tiene antecedentes muy remotos en Oriente. En apariencia simple, su innovación fue crear múltiples letras metálicas individuales que se podían intercambiar y reensamblar para crear nuevos textos sin necesidad de tallar cada página por separado, lo cual facilitó el proceso de impresión, haciéndolo mucho más rápido y económico. El códice, los libros manuscritos y el libro moderno impreso sobre papel tienen una estructura material similar; la diferencia radica más en la fidelidad de las copias, la cantidad de ejemplares y la velocidad de reproducción de un mismo texto o imagen que se ponen en circulación.
La consolidación de las primeras universidades en el siglo XIII, propició un sostenido crecimiento en el número de lectores de textos académicos, de manera que la imprenta llegó para suplir las demandas de un creciente mercado e hizo del oficio de la impresión un negocio rentable. La posesión de libros, fueran ediciones de lujo o no, se convirtió en una necesidad y en una forma de ser parte de una sociedad virtuosa y educada.
Desde Alemania, la imprenta se difundió rápidamente al resto de Europa y, para el año 1500, ya había más de 250 imprentas funcionando en el continente, un buen número de ellas en Italia. Para esta fecha, cerca de 30 mil obras pasaron por la imprenta y había en circulación unos trece millones de libros, en una Europa que tendría unos cien millones de habitantes. Entre 1500 y 1600, la población se había duplicado, mientras que el número de publicaciones había crecido unas quince veces.
Si durante la Edad Media los libros eran escasos, costosos y difíciles de adquirir, en el siglo XVI el problema fue su proliferación. No muy distinto a lo que vivimos hoy, hace 500 años ya se conoció la sensación de agobio en un mar de información. No había tiempo para leer la cantidad de libros en circulación, y como hoy frente al mundo digital, algunos señalaron los riesgos que podría tener para la educación la proliferación sin control de ideas e información. A medida que se multiplicaron los libros, crecieron las bibliotecas, incluso particulares, surgieron nuevos lectores y nuevas formas de lectura.
La imprenta puso en marcha procesos de estandarización, preservación y acumulación del conocimiento que, en formas de comunicación oral o manuscrita, resultan mucho más fluidos e inestables. La circulación de centenares y en ocasiones miles de copias de un mismo texto tuvo un efecto definitivo sobre el conocimiento. No es una exageración afirmar que lo que hoy entendemos como ciencia moderna fue una consecuencia de la imprenta. El punto central reside en la difusión de datos idénticos, presentados de la misma manera a un público hasta entonces aislado cultural y geográficamente. La anatomía, por ejemplo, como la entendemos hoy, solo es posible en la medida en que los estudiantes y profesores de medicina comparten un mismo lenguaje y una forma de entender y representar el cuerpo humano.
Algo similar ocurre con otros campos del conocimiento como la historia natural, la astronomía o la geografía. Múltiples copias de un tratado, la consecuente lectura de un mismo texto por muchos lectores y la proliferación de opiniones sobre un autor o tema particular, facilitan el debate y el desarrollo de una cultura crítica dentro de comunidades cada vez más amplias.
Con estos nuevos empresarios de la información y del conocimiento también apareció la noción de copyright y de los derechos de publicación. En estrecha relación con lo anterior, también se consolidó la idea de autor, puesto que gracias a la circulación de obras filosóficas, científicas o literarias fue posible alcanzar la fama individual de una manera que no se había visto durante la Edad Media.
La imprenta favoreció la circulación de información y conocimientos a un número creciente de personas, pero también es necesario recordar que la mayoría de las imprentas en la temprana modernidad tuvieron un carácter oficial, y desde un comienzo existió censura y personas con la autoridad para decidir qué materiales podían circular. La imprenta fue también un instrumento poderoso de control al permitir la difusión masiva de doctrinas, normas, leyes y edictos, lo cual la convierte en un importante actor en la historia política moderna.
Los códices, los manuscritos y el libro moderno han desempeñado un papel fundamental en la cultura moderna que se ha mantenido por siglos. Solo hasta el XXI, con la irrupción de Internet, vemos un cambio en las formas tradicionales de difusión de la información y del conocimiento. Muy seguramente el libro impreso no se rendirá tan fácilmente ante el mundo digital, pero estamos aprendiendo a convivir con formas de comunicación tan disruptivas como la imprenta. Herramientas que ya dejan ver sus efectos, transformaciones mayores en nuestra cultura, inesperadas formas de entender la comunicación, la política y la ciencia misma.
Lecturas recomendadas
Para seguir leyendo sobre la historia, el origen y los efectos de la imprenta, sugiero leer De Gutemberg a Internet: Una historia social de los medios de comunicación, de Asa Briggs y Peter Burke. También The Printing Revolution in Early modern Europe, de Elizabeth Eisenstein.