“La infancia es el mejor momento de la vida porque estás a punto de florecer”
En esta entrega del especial “Fuera del papel”, la escritora italiana Anna Lavatelli habló para El Espectador a propósito de su libro “Todos eran hijos míos” y su personaje principal, Dirce.
Andrea Jaramillo Caro
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La escritora de literatura infantil y juvenil publicó en 2023 “Todos eran hijos míos” (Editorial Panameriacana). Este libro relata la historia de Dirce, una niña italiana habitante del pueblo Casale Monferrato, quien vive una cotidianidad apacible con sus padres. Sus días cambian con la llegada de la Segunda Guerra Mundial y las políticas antisemitas del momento. A través de la voz de la niña, la autora contó cómo Giuseppina, madre de la protagonista, se encargó de cuidar a otros niños que escapaban de las garras del Holocausto.
Lavatelli habló para El Espectador sobre su personaje principal y la historia que hay detrás de su libro.
Al final del libro usted decía que agradecía a Betty Massera, de la Comunidad Hebraica de Casale Monferrato. ¿Qué tanto hay de realidad en la historia contada en “Todos eran hijos míos”?
Desde que era joven, esta señora que mencionas se ocupó de la memoria de la Shoah y de los judíos que han vivido en esa parte de Piemonte, que es mi región. Durante siglos formaron esta comunidad que es real y existe en Casale Monferrato. No me adelanto más, pero ella, con su experiencia profesional y estudios, me ayudó muchísimo a crear el contexto correcto para la historia que quería contar. Lo importante era crear un fondo que estuviera bien investigado.
¿Podríamos asumir que Betty Massera es Dirce, el personaje principal?
No, Betty Massera es una estudiosa de la comunidad judía en Italia, pero vive cerca de Turín y es una profesora universitaria de historia de los judíos. Necesitaba unos datos muy específicos que debía verificar, no tanto sobre el asunto de la Shoah, sino obre la vida de este grupo de personas, porque Casale Monferrato era una ciudad secundaria con importancia económica. Ahí se reunían a veces los judíos que llegaban de Turín y Genoa para realizar los encuentros más importantes sobre su religión. Por eso tuvo una importancia durante siglos. Tanto es, que unas calles de la ciudad llevan el nombre judío. No buscaba hacer la historia de la ciudad, pero quería que las tres pequeñas cosas que ella podía decirme estuvieran en el texto, porque eran importantísimas para crear el ambiente.
¿Cómo construyó la historia que se cuenta en “Todos eran hijos míos”?
Llegué gracias a la misma Dirce: estuve en esta ciudad, en Casale, cuando publiqué “El violín de Auschwitz”, y la gente de la sinagoga se reunió y me invitó a ir allí a presentar mi cuento. Cuando estuve ahí, leí una parte del libro, conversamos, etcétera. Ese día estaba presente Dirce Preti. Me habló y me dijo que le pareció muy bello el cuento y que, si quería, me podía contar la historia de su familia. Me comentó que, en el otoño de 1943, cuando ella tenía ocho años estaba muy triste porque no tenía amigos o hermanos para jugar. Ese fue el comienzo de nuestra conversación, que terminó en su casa cuando me relató la historia de su mamá y su papá, estas dos personas maravillosas que arriesgaron muchísimo pensando que sus acciones eran normales. Pero eso, lo que ellos hicieron, se supo solo hasta que la guerra terminó. Ellos nunca lo contaron, no estaban interesados en el tema. Su lema era: “Hago las cosas cuando hace falta”. Cuando ella me contó, me ayudó muchísimo porque me dio todos los puntos focales con los cuales pude construir el cuento. Hay algunas cosas inventadas, pero son las secundarias. Tú imagínate transportar a 16 niños en una ciudad donde ya estaban los militares buscando a personas para llevárselas a Auschwitz. Un peligro increíble y un coraje insuperable.
Si Dirce es una persona real, y la conoció, ¿qué tanto se parece la mujer al personaje del libro?
La mujer que conocí era muy anciana, tenía más de 75 años, creo, en el momento en que la conocí. Una persona muy correcta que, aparte de su trabajo, se relacionó con la Shoah. Siempre se presentó voluntariamente en los colegios para contar la historia de su familia, pero el personaje de ella, cuando fue niña, es una invención mía. Me imaginé a una hija así, un poco triste porque no tenía en casa un hermano o una hermana con quién jugar. De todas formas, y aunque fueron invenciones, tienen un inserto de verdad que tienes que poner para humanizar la situación que estás contando. Así fue como ella y algunos chicos desarrollaron una amistad más importante. No podía solamente pararme a contar la salvación. Tenía que crear algo que fuese una vida cotidiana dentro de esta casita pequeñita, con tantas personas adentro. Los padres de Dirce hicieron esta locura y corrieron el riesgo de terminar mal. Eso sí es real.
Si las características de la Dirce joven son una ficción, ¿quién o qué inspiró la personalidad que le otorgó a su protagonista?
Necesitaba una chica un poco distinta del resto. Algunas cosas no las imaginé, sino que tienen que ver con el carácter de su mamá: no es invención mía que la madre de Dirce haya sido una persona muy seria que no seguía el movimiento fascista porque lo odiaba. En su casa todos eran socialistas. Ella hacía un trabajo bastante simple en la sinagoga y a veces se ocupaba de los chicos que estaban ahí. Había estudiado, tenía un criterio personal y no pensaba que Mussolini fuese una buena idea. Entonces, la hija no podía ser muy libre. Y por esto pensé que con una mamá así, muy severa, la niña tenía que estar un poco preocupada por las reacciones de su madre cuando hacía algo.
¿Qué la sorprendió de Dirce?
Yo diría que el gusto, el placer de abrirse al mundo. Me contó que ella, cuando encontró a estos chicos, los invitó a su casa y les contó su propia historia. No solamente lo que pasó en la guerra, sino antes: cómo vivían sus familias y cómo eran sus experiencias. Me sorprendió la curiosidad para ver qué había más allá de su ciudad. Pero también su cercanía con la lectura. Me comentó Dirce que, cuando no tenían nada qué hacer, se ponían a leer un libro.
¿Qué similitudes y diferencias encuentra entre usted y su personaje?
La gran diferencia es que yo hubiera sido mucho más divertida. Incluso les habría inventado juegos para hacer actividades juntos, porque mi infancia estuvo llena de alegría, a pesar de la guerra. Me habría gustado hacer una suerte de teatro en casa. Era lo que hacía cuando era joven con mis amigos a los siete u ocho años. Vivía cerca de un condominio en la casita de mi papá, los llamaba y les decía: “hora de la fiesta”. Entonces hacíamos una historia nueva. Yo la preparaba. Construí con mi madre unos títeres para los espectáculos. Creo que eso se lo habría dado a Dirce, la habría puesto a hacer estos espectáculos.
¿Qué desafíos enfrentó durante la escritura de este libro?
El más grande fue no crear un drama exagerando las relaciones de los niños. Creo que es más importante resaltar que estos chicos no siempre tuvieron miedo ni siempre necesitaron a sus mamás, ni siempre pensaron que iban a morir. Tuve que idear una situación donde fuese peligroso el momento, pero en el que también los niños encontraran momentos de juego y de alegría. No se trataba de exagerar sus momentos buenos o malos: eso no nos ayuda a reflexionar sobre lo que pasó.
¿Cuál fue la lección más grande que le dejó este libro?
Que, a pesar de todo, contar la Historia, a través de historias pequeñas, es la mejor manera de empezar a conocer el relato del país en el que vivimos. Porque son cosas más concretas, personales y detalladas.
¿Cómo entró en la mente de una niña de 8 años?
No es tan difícil porque recuerdo mi niñez con mis amigos, también la de mis hijas y mis nietos. Además, en mi pueblo todavía se puede ver a los niños jugar, aunque tienen mucha más tecnología a la mano, pero siempre son lo mismo. Los niños no cambian mucho desde el punto de vista humano.
¿Qué valores que son imperativos en su vida aplican en su obra?
Lo más importante para mí es la sinceridad cuando escribo. Por ejemplo, si hago un cuento es porque realmente me interesa. Sé que uno no debe a juzgar a los demás por el vestido o carro que tengan, pero sí por cómo se portan contigo y con el resto de las personas. Hay personas que son ricas en sabiduría humana y amor. He conocido gente así. Dirce es una de ellas; cuando comenzó a hablar de sus padres, lo hizo con respeto por la verdad.
¿Para usted qué significa la palabra infancia?
La infancia es el mejor momento de la vida porque estás a punto de florecer. Quisiera ser de nuevo una niña, porque creo que es el momento más importante y bello para una persona.